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Crítica / Teatro

Corrupción generalizada

"¿Es justa la justicia?" Con esta pregunta retórica que figura en el programa de mano se enfrenta Andrés Lima a la dirección de "El jurado", una pieza escrita sobre el molde de "Doce hombres sin piedad" del mítico Estudio 1, que a su vez fue una adaptación de la obra de Reginald Rose. La misma estructura, el mismo calor, los caracteres bien diferenciados, las rondas de votaciones con el cambio de resultados? y hasta el imperativo categórico de querer zanjar la cuestión cuanto antes para no perderse el fútbol. En el texto original se juzga un homicidio que conllevaría pena de muerte y en esta estupenda versión de Blasco Vilches a un político presuntamente corrupto. Un giro de enfoque sustancial en un ejercicio sagaz de dramaturgia, ya que aquí la tesis no es tanto la duda razonable que hay en cualquier asesinato, como evidenciar cuánto tenemos todos de corruptos. Los casos y tramas de corrupción se han incrementado de tal forma en nuestro país desde que se estrenó el espectáculo, incluso con implicaciones al poder judicial, que lo que vemos no parece sino la imagen de un espejo que produce un empacho casi pornográfico. La obra reivindica el derecho a una justicia libre de prejuicios, ya que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario y a veces las apariencias engañan, llegando incluso a cuestionarse la propia democracia y los jurados populares. Pero el meollo no es otro que la corrupción, que comienza por el ámbito de la política local, para acabar mostrándonos que todos tenemos un precio y que hasta los más beligerantes combatientes anticorrupción tienen sus trapos sucios o son en el fondo "corruptibles".

El elenco de nueve actores, que llega a Oviedo con tres cambios respecto al estreno, (Fran Perea, Paloma Montero y Huichi Chiu) permanece casi siempre en escena y como ocurre en otros montajes de Lima y es ya marca de la casa, actúan como un solo organismo, que se mueve y respira a un tiempo. Se nota la mano experta en el manejo de las escenas corales. La escenografía es una plataforma circular giratoria sobre la que se celebra la reunión, la rueda de la fortuna de la justicia y el tiovivo que representa el circo, la frivolidad y el ritmo que tiene nuestra política nacional. La acción avanza de forma ágil con transiciones marcadas por los giros y efectos de luces. Cada uno de los personajes representa diferentes estratos sociales, desde el ama de casa de clase baja con un hijo en paro, el joven empresario conservador y xenófobo, el prejubilado con un desahucio a hombros, la activista de izquierdas, el pasota "destroyer", un profesor que asume el rol de portavoz, la química investigadora, una inmigrante china y el misterioso personaje que será el detonante para el cambio de voto sucesivo de todos los miembros del jurado. Salvo uno. Al final, el ama de casa permanece inmune al virus de la corrupción, la que paradójicamente parecía más débil y sobornable. Con este brindis por la honestidad surge un resquicio para la esperanza. "El jurado" de Avanti Teatro cierra su trilogía de teatro social y político con el que busca interpelar al espectador y que se cuestione su propia postura ante la corrupción y la responsabilidad que implica juzgar a los demás. Un reparto muy televisivo que supo estar a la altura de las circunstancias consiguió hacerse con el interés y el aplauso del público.

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