A Fernando Comas, mantenedor de la llama histórica de la primera mani del paseo de los Álamos, 27/4/1967.

En los sesenta, el Maijeco, hoy un súper, cobijaba, en la metamorfosis del ruido y la humareda tabaquera, a un significativo número de progresistas moscones (Queipo, Juan Álvarez, Nebot, Monchín, Pepe Villavella, los hermanos Álvarez Corugedo, Luis Martínez, Tony Areces, Llanes...). En ese ambiente politizado, el comunista Paco, llamado por su parroquia de origen Paco el de La Mata, se enteró de la que iba a ser primera manifestación estudiantil ovetense explícitamente contra la guerra de Vietnam.

Paco, persona entrañable, ávido de manifestarse, y más en una iniciativa con destacada participación del Partido Comunista, se vino a Oviedo dispuesto a saltar a la calle siguiendo la consigna del Che: "Crear uno, dos, tres Vietnam...". Gracia Noriega lo cuenta en "De transición y copas", y en el 50.º aniversario Fernando Comas nos convocó en el Club Prensa a José, Cheni, Uría, Paco de Asís Junquera, Ana Bernardo... e incluso a mí, que entonces estaba en Bilbao, pero ya era muy activo en el movimiento universitario.

Adjetivando el relato del desalojo policial de la calle Uría y la carrera hacia la Rosaleda del Campo San Francisco, Cheni contó una honda anécdota, digna de constar en la épica de la Transición: ¡Paco el de La Mata perdió uno de sus zapatos! Era cosa, en efecto, terrible para huir de un lugar acotado por los grises, la siniestra Brigada Social y los esbirros de Defensa Universitaria, que encabezaban PS-A, con el tiempo teniente de alcalde, y el conserje de la Escuela de Minas.

Imagino al buen comunista deambulando sin rumbo, falto de un zapato. El ardid de Paco de Asís era dotarse de entradas para el cine Aramo justificativas de la presencia en los Álamos, que sin zapato era imposible de mantener.

¿Cómo evitar la detención? ¿Cómo llegar a la estación del Norte para salir de Oviedo?

En los años treinta, Oliveira Salazar impuso por decreto que todos los niños portugueses debían ir calzados, por lo que las familias sin recursos adquirían un par de zapatos para dos chavales, con lo que medio país pasó a cumplir mal andando con un solo zapato. También sé que poco antes de la guerra Juan March, "El último pirata del Mediterráneo", dividía su contrabando en un par de lanchas rápidas; si los carabineros detenían una, el millonario mallorquín se hacía con el alijo incautado en las subastas de Hacienda a muy bajo precio de remate, pues a nadie interesaban cientos de zapatos de un solo pie menos a él mismo que tenía los del otro.

Aquella tarde de los Álamos no había posibilidad airosa alguna para el pequeño/gran drama de Paco el de La Mata. Ni siquiera podía comprar, pues no llevaba apenas un duro, no había dinero de plástico ni dejaría de sorprender descalzo a los dependientes de Los Pequeños Suizos, Begoña, Garrido, Segarra, Almacenes Generales, Chavalín u otras zapaterías más o menos próximas. Tampoco cabía llegar hasta el estudio fotográfico de Nebot, que le habría auxiliado, pues su escaparate de Milicias Nacionales estaba demasiado vigilado.

En cualquier caso, recordamos a Paco el de La Mata medio siglo después, aun desconociendo el desenlace nochero del emotivo cuento que protagonizó.