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Crítica / Música

Final de efecto de temporada

Un Ning Feng inagotable vuelve a deslumbrar al público asturiano en su nuevo encuentro con la OSPA, donde destacó el concierto de Vieuxtemps

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) cerró por todo lo alto su temporada de abono con una ovación unánime, del escenario a la última fila de butacas, que reconoció el talento de Ning Feng: violinista virtuoso y todoterreno que dejó sin aliento al público de Gijón y Oviedo, como solista en sendos conciertos de ambiciosa escritura para el violín. De especial interés fue el cuarto concierto de Henri Vieuxtemps (1820-1881), compositor casi desconocido hoy en las plazas asturianas, que representa la escuela violinística franco-belga, también como reconocido profesor en San Petersburgo y Bruselas. Esta obra se destaca por su construcción formal y sus recursos de orquestación, como valoraba el musicólogo Alejandro G. Villalibre en las notas, más allá del artificio técnico del violín solista, que prima, sin duda alguna, en el primer concierto para el mismo instrumento que escribió, tres décadas antes, Niccolo Paganini (1782-1840): uno de los virtuosos imprescindibles de la historia de la música romántica. Esta obra también la contempló el programa, con el despliegue técnico de Feng, inagotable, para un cierre de temporada de gran efectismo.

Así, Feng se reencontró esta semana con Rossen Milanov y la OSPA, con la que ya deslumbró al público asturiano en 2015, en conciertos a los que siguió la grabación para Channel Classic del disco "Apasionado", que vio la luz el pasado año junto a la OSPA, con la "Sinfonía española" de Lalo entre sus pistas. Feng ha tomado posiciones en su carrera internacional en los últimos cinco años, mientras demuestra ser un intérprete de bravo carácter, con un dominio perfecto de la técnica del violín, en obras que son, como las que escuchamos el viernes, verdaderos caballos de batalla del repertorio. Pero fue la naturalidad y el buen gusto al violín de Feng lo que hizo que esa demostración de destreza trascendiese el exceso de artificio técnico de la música de Paganini, con la delicia de la polifonía del violín en el primer movimiento, el respiro en clave lírica del "Adagio" y esa limpieza de sonido en el registro agudo que domina el último movimiento. Como ya anotamos, más interés tuvo, en su conjunto, Vieuxtemps y en especial los dos primeros movimientos de la obra en su interpretación, por el balance de la orquesta. Hay que destacar las sonoridades que logró la orquesta en el "Andante", con la importancia del viento -y la trompa en momentos de inflexión de la obra-, para enlazar con el siguiente movimiento, con un violín solista doliente, en curvas intensas, con partes también de bella sonoridad, como la que sostuvo la cuerda grave de la orquesta.

Del resto de la velada musical destacó el poema sinfónico "Fiestas romanas" de Ottorino Respighi (1879-1936), sobre todo a partir de "L'Ottobrata", con una orquesta más ajustada y orientada, en el despliegue de recursos de esta "fiesta": se trata de la última parte del tríptico romano de Respighi, que aguarda una explosión de colores orquestales que recorren en música batallas de gladiadores, impresiones de peregrinos, tradiciones del campo y celebraciones populares, en sus diferentes movimientos. Así, las combinaciones instrumentales de la obra dejaron volar la imaginación, hasta la locura de temas y bailes de "La Befana", para un final de efecto de temporada.

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