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La Bomba Del Fontán | Las Crónicas De Bradomín

El escritor

Marcelino era un puntu de Gijón que se decía familia de Corín Tellado; un día llegó un paquete suyo con una novela

Casi estoy por asegurar, amigo lector, que entre su círculo de amistades existe algún que otro apasionado a la escritura. En cuántas familias no habrá al menos uno; y, hasta puede que en alguna todos los miembros de la misma. Viene esto a colación por el hecho que está ocurriendo desde un tiempo a esta parte, cada vez con mayor presencia: de la llamada "escritura creativa". Las ofertas en redes sociales, youtube, centros sociales, bibliotecas, etc., resultan inverosímiles. Técnicas literarias, de narración, creación de personajes, inspiración, tiempo y espacio, lo abstracto y concreto, desbloqueo...ítem, ítem. En fin, salvo las necesidades fisiológicas personales, te lo dan todo mascado. Así cualquiera. Consecuencia de todo esto es lo que viene a continuación.

Habíamos coincidido en la mili. Marcelino. Solíamos llamarlo María, pueden imaginarse el porqué. Era un puntu de Gijón, de marcado aire playu, al que le reventaba tener que atravesar Oviedo para salir a la meseta. Según decía, era familia de Corín Tellado y trabajaba de negro para la novelista. Se había especializado en los guiones y texto de las fotonovelas que firmaba la susodicha.

De aquello habían pasado años. Un día, recibo un paquete de Correos, con remite de Gijón. En su interior, un libro. Era una novela con dedicatoria y una nota aclaratoria, firmaba Marcelino. En la contraportada leo lo siguiente:

"Como en meses anteriores, siempre el mismo día, salvo coincidencia con sábado o festivo, lo tenía bien señalado en el calendario: viaje a Madrid. Puntualmente acudía a recibir información sobre el estado y evolución del incierto y preocupante caso que le estaba carcomiendo la salud. Excepto la primera vez, siempre había realizado el viaje sola, su marido hacía ya tiempo que había decidido que para él, la libertina y vitupera vida de su hijo Macario suponía un problema; rémora que podía dar al traste con sus aspiraciones políticas. Sin embargo, ésta ocasión no sería una más. Una circunstancia muy especial y trascendente iba a marcar este viaje.

Don Argimiro Quintero Bermúdez, flamante Subjefe Provincial del Movimiento, estrenaba cargo con su primer desplazamiento en coche oficial. Domingo. Delante de la fachada del Gobierno Civil, le espera su encantadora esposa Doña Concepción Honrubia de Quintero, a bordo de un reluciente Seat 1500, de color negro. Al volante del mismo, su machaca particular, Chencho. Ella lleva con orgullo sobre su regazo la flamante guerrera blanca con el yugo y las flechas recién bordadas en rojo sobre el bolsillo superior izquierdo, con la que su marido deberá comparecer ante las altas instancias. La cita está señalada en el protocolo del lunes en la Secretaría General del Movimiento, donde deberá ratificar su cargo ante el ministro Secretario General, Excmo. Sr. D. Torcuato Fernández Miranda. Durante el viaje, don Argimiro, va muy atento a la radio, al Carrusel Deportivo, pues no quiere perderse la consumación del descenso del Real Oviedo a segunda... Intriga, pasión y sentimientos se irán entrelazando a lo largo de la novela".

¿Lo entienden?, yo tampoco. ¿Acaso será el penoso y desdichado acontecer del equipo azul el hilo conductor de la trama? Omito título y seudónimo por si alguien tiene tentaciones de perder el tiempo.

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