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Mi primera vez

Pablo Palomo

Las que no están en San Mateo

La última vez que Estefanía rellenó un formulario, en la casilla donde le preguntaban su edad, escribió 24 años. Su silueta se integraba en la plaza del Ayuntamiento pero no pudo percibir cómo las campanas de la Iglesia de San Isidoro repicaron con un eco escalofriante a las 8 de la tarde de ayer. Junto a ella, más de 30 compañeras formaban un círculo simbólico, en cuya área el Punto Violeta impartía clases de defensa personal. Dentro de esos límites, una decena de mujeres recibieron nociones básicas de dónde pegar o qué gritar en una situación límite. Pero Estefanía ni el resto de sus compañeras pudieron participar. Cuando terminó la lección, ni ella ni ninguna de las que formaban ese círculo se fueron a sus casas. Nadie las vio divertirse en la cuarta noche de San Mateo porque en realidad allí sólo estaba el final de su historia escrita en cartulinas. Estefanía y las demás son sólo un número en la ominosa lista de mujeres asesinadas en 2017. Llevaban vidas paralelas hasta que un hijo de puta se las hizo perpendiculares a cuchilladas. Las que aprendieron a actuar en una emergencia a lo mejor logran quitarse un cuchillo del cuello. Pero mientras haga falta defenderse, hará falta reivindicar un San Mateo, y una vida, libre de machismo.

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