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Mi primera vez

Pablo Palomo

Oviedo contra el otoño

En el Campo San Francisco, Oviedo se convirtió ayer en una ciudad que reclamó su independencia del otoño que empieza. Las terrazas de los chiringuitos llenas, con sus habitantes en manga corta y con gafas de sol, eran propaganda subversiva a favor del movimiento secesionista. Yo, capturando la única que había libre, reflexioné sobre cómo obtener la doble nacionalidad. Me pareció que les quedaría un país muy "chico", que decimos en Salamanca cuando queremos decir "pequeño", pero molaría mucho. No había urnas a mano, un alivio para la pareja de la Guardia Civil que fuera a incautarlas. Pero llegado el referéndum, habrían podido votar en los ceniceros de las mesas. O a mano alzada, con la que no estuvieran sujetando un mojito. La gastronomía sería la que se les ocurriera a los cocineros de los chiringuitos, (un poco exótica, pero serían sus costumbres y habría que respetarlas). El baile tradicional, por lo que se veía, podía tener dos variantes. La primera, sortear los camiones de la orquesta que entraban en el parque contorsionándose. O abanicarse con el gorro de las fiestas de San Mateo, que se convertiría en el patrón. Intuyo que el bable sería lengua cooficial, aunque tendrían que prescindir de las palabras que caerían en desuso, "cutu" la primera de ellas.

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