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Llegó San Mateo y mandó a parar

Esto no puede ser

De acuerdo, la gente disfrutó un montón con "Les Carroces", por ahí vale, pero detrás de las colombianas llenas de muslos cantando "Qué riiico" con una banda salsera de mulatos metiendo caña no te pueden colocar a un tamboriteru triste y al Grupo cultural de Santa María de la O de Limanes -por decir un nombre- que llevan más pañoletas, dengues, sayes y refaxos encima que todo Al Pelayo. Nadie, por asturiano que sea, aguanta ese choque cultural. Patinazos de este calibre por parte de la organización derrumban los cimientos patrios.

Ante semejante imagen uno empieza a desvelar el trasfondo real de la emigración astur-americana. Que no nos cuenten gaitas de ir a darlo todo para poder girar dinero y levantar la escuela de Colloto. Que va, los mozos embarcaban para cambiar la tonada y el ir a segar a la llosa por los mambos, el daiquiri y demás asuntos colaterales.

Hablar del Día de América -la propia palabra lo indica, de América, no de Carabanzo, ni de Les Regueres, ni de Cuideiru, que luego ya ven lo que pasa- es recordar al gran Alfonso, padre de la rapaza, de los haigas, de las caraqueñas, de las serpentinas -que ahora llaman confetis- y de la Biblia en verso. Coincidí con él en mi primera juventud en un café. Titubeé antes de saludarlo pero al final me animé. Le dije que me había gustado mucho la película que habían rodado sobre Las Aventuras de Pinín.

-¿Vístela?; ya somos dos-me comentó tan tranquilo.

Hablamos de mil cosas saliéndole la asturianía y la bondad por los poros. Y me pagó el café. No me conocía de nada.

Pero, a mi manera, yo a él sí. Me había chupado mi infancia arrancando perrucas en casa -las soltaban mal, eran tiempos austeros para los infantes, pienso que para bien- y comprando las chocolatinas de "La Cibeles" con los cromos dentro, con el gran objetivo de completar los álbumes de viajes aventureros de Pinín, el rapacín de Paxumal. Todos los críos volábamos en aquella madreña. A veces me pregunto por qué los altos dirigentes de la empresa de Meres no se animan a una nueva tirada de aquellos cromos maravillosos? Igual un día se lanzan. En serio: quienes me impulsaron a naguar por los viajes desde niño fueron Pinín y su hermano belga, el Tintín de Hergé. De hecho, las dos colecciones las tengo en casa al lado de los libros de viajes. Porque lo son.

Mientras esperaba por la magnífica recreación del jazz de Nueva Orleans -me habían hablado maravillas- pensé que qué guapo era lo que le pasaba a Alfonso: hace más de veinte años que se fue, y el cartel del Día de América del 2017 lo dibujó él, y Pinón, Telva y el su sobrín volvían a cruzar Uría. En eso consiste la inmortalidad.

Me animó algo también una buena carroza, creo que de Valdesoto -que me perdonen si me confundo- que magistralmente representaba a un pueblo, con ferreru, burro en persona con cara de fame mirando "pa la praera" del Campo San Francisco, cuadra, hórreo? y dos entusiastas de la automoción rural que trabajaban sobre un prototipo de carretillo de Fórmula 1. Nada más que le resuelvan el problema de platinos, a juzgar por los pistoletazos que pegaba, Hamilton el negro ya se puede ir despidiendo.

Una vez pasaron los esforzados del servicio de limpieza y aliviaron algo las turbas me acerqué al aula de interpretación del Oviedo, en la Plaza Porlier. Había que beber para olvidar la contundencia del folclore caribeño frente al autóctono. El gentío era tremendo y allí todos eran seguidores del Club Señor. Entre el fragor de la batalla un abuelo tenía en el aire a la nietina vestida con su camiseta del Oviedo y el dodotis. No tenía pelo aun, estaba dormida y a mi me recordó a mis hijos cuando los vi en maternidad.

-¡Ye socia desde ayer!- gritaba por encima de la música

-¿Pero cuanto tiempo tiene? -preguntó una mujer ya madura con aspecto de ser la esposa de un notario.

-¡Va pa la semana, pero ya sabe que a los Gijón ni agua!

O sea, que por si era poco el problema de las cubanas, los asturianos tan unidos como siempre. Quedaba obra.

Decidí tirar para el "Pinón Folixa" a tomar un orfidal con tónica.

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