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La mar de Oviedo

Ciudadanos del pijo

Los estoicos se decían ciudadanos del mundo, pero en mi juventud copié el tópico a Bakunin, cuya familia era la humanidad, o sea, ni familia ni humanidad ni divinidad. Hablo de otro tiempo. Ahora soy español, y cuando escucho a equidistantes confesarse ciudadanos del mundo, lejos de patriotismos, representantes de su propia asofía, pienso que son aldeanos de cabotaje; eso sí, fardan de hijos estudiados en Massachusetts o en Berlín y jamás emparentarían con Burkina Faso. Estos ciudadanos del pijo, cuando se pierden en las Batuecas, enseguida preguntan por la Embajada de España e hipan de emoción cuando llega el león rampante con un barrilito de quitapenas. Ciudadanos del mundo y del Imserso, de pensión blindada que no reparten con el África tropical. Quien no tiene madre es expósito, ingrato quien no la reconoce, si reniega de ella es un mal nacido, y un mil leches el hijo de la hierba.

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