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Crítica / Teatro

Entre coplas y cuplés

"Gigantes, el musical" es un divertido juego escénico que encandila al público desde que entra al patio de butacas y comienza a oír los jocosos avisos para que apaguen los móviles. La anécdota, muy recurrida pero no por ello menos eficaz, es el retraso de los artistas que tienen que actuar, que da la oportunidad a dos sastras y al acomodador de hacer sus pinitos encima del escenario repasando los grandes hitos de la canción española.

El equipo de Saltantes lo hace muy bien, porque Nerea y Yasmin, además de ser unas estupendas cantantes, tienen un gran dominio de la interacción con el público al más puro estilo de La Cubana. El espectador sube en varias ocasiones al escenario y además corea, canta y aplaude desde la butaca. Y esta es la clave del éxito que han cosechado tanto en Asturias como en Madrid, donde ya han estado varias temporadas en lo más granado de la escena alternativa, en la Sala Nada, en el Club Maravillas y en el Teatro Lara. La actriz y cantante Nerea Vázquez, Premio Oh! 2017, fundadora de la compañía y alma máter del proyecto, fue quien ideó junto con su excompañera de la ESAD Yasmin Sadeghi, este show con aire de cabaret. En realidad no es sólo un homenaje a la canción tradicional española, las folclóricas, la copla y al mundo de la revista y el cuplé, tan reivindicado ahora por la comunidad LGTB, con momentos de petardeo incluidos, sino en general a todo el mundo de la escena y al oficio del cómico, que esta joven compañía siente con pasión y por el que apuesta con verdadera fe y devoción en todos sus proyectos.

Los personajes de las sastras o limpiadoras tienen bien diferenciados sus roles. Atanasia, que es la que lleva la voz "cantante" y nunca mejor dicho, es quien maneja al público y representa al sector más tradicionalista, defensora de la copla y las folclóricas de antaño, en cambio Bonifacia (la verdad es que los nombres suenan demasiado a chiste y estarían mejor con los de las actrices) es más "podemita" y del cuplé, la revista y el "Paral.lel" barcelonés. Javier Castro es el magnífico acomodador que esconde a un actor dentro y brilla travestido del Miguel Bosé de "Tacones lejanos", interpretando en playback "Un año de amor", que a su vez es cantado en directo por Nerea y Yasmin en uno de los cuadros más bonitos del espectáculo.

El repertorio es amplio en alusiones y estilos y tiene el encanto de la verbena. Invocando a Lola Flores, Concha Piquer o la Cantudo, ataviadas con doble bata, de limpiadora y bata de cola, pasarán de las coplas "La loba" y "La bien pagá", a la zarzuela y la revista "La tarántula", "Fumando espero", hasta canciones más eurovisivas y modernas como "Estando contigo", "Mujer contra mujer" de Mecano o Mónica Naranjo, para finalizar, ya tras los aplausos, con un popurrí a modo de bis de "Los nardos", "El señorito" y "Mamá quiero ser artista". La escenografía y la iluminación, aprovechando el desconchado del escenario, crean el ambiente ideal con apenas unos baúles y algo de atrezo.

Pero no todo fueron canciones, hubo momentos reivindicativos y paródicos acerca de la sempiterna crisis del teatro, de la diversidad sexual y la sapiosexualidad de Miley Cyrus, una escena del "Don Juan", o estampas de la Pantoja y Paquirrín niño. Un gran espectáculo, en suma, que nos hizo pasar un buen rato en una tarde muy de "Premios Princesa" y que inaugura el ciclo Teatro de otoño en el Filarmónica.

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