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Con vistas al Naranco

Marie Curie en la Alianza Francesa

El libro de Sonia Rivas-Caballero y Belén Yuste

"Montaigne,el francés que enseñó a pensar y a dudar"

Ignacio Gracia Noriega, LNE

Soy afrancesado irredento, como Feijoo, Gaspar Casal, Sargadelos, Valero de Urría, Pedro Caravia, los Sela, los Vigil, Carlos Álvarez, Juan Benito, don Luis Castañón, Juan Cueto, don José Maldonado, Alberto E. Fernández, los hermanos Corugedo, Tito Miaja, Marita Aragón, Millán Urdiales, Fernández Cardo, Torre Arca, Dalia Álvarez... No podía faltar a la invitación de la Alianza Francesa, en Oviedo, "la Alianza" por su bien ganado prestigio cultural y político. Se trataba de la presentación de un libro de Sonia Rivas-Caballero y Belén Yuste, amigas de mi hermana Mari Carmen, exiliada en París durante tres años, circunstancia lacerante que sus familiares no podemos, ni debemos, olvidar. Era también una conferencia de Pierre Joliot Curie, coprologuista, en cuyos genes y admirable sensibilidad convergen nada menos que ¡cinco premios Nobel!

El Aula Magna estaba llena a reventar con público entusiasta sentado, tal los viejos tiempos, por suelos y pasillos. En un momento dado me fijé que otros dos colegas, Celso Peyroux y Frank Menéndez, de mi misma crin pro gabacha, se encontraban debajo del letrero dedicado a Sabino Gendin y al incendio de 1934, "del que habría salido la Universidad purificada". Yo mismo he asistido a la colocación de semejante placa, totalmente impropia.

Impropia, en efecto, que llevó mi mente cartesiana, -¡Descartes, Montaigne! ...¡endemoniadas influencias de más allá del Bidasoa!-, a no olvidar que, ahí mismo, en el nefando 34 de marras se destrozó un cuadro de José Uría con el fusilamiento de "afrancesados en el Campo San Francisco".

Aquel lienzo influyó grandemente en la vocación pictórica de Luis Fernández, ovetense genial, nacido en el 14 de la calle Fruela y renacido luego para el Arte en París, recuperado para el Reina Sofía y el Museo de Bellas Artes de Asturias no ha mucho.

No dejaba de ser, fuego por medio, una yuxtaposición afrancesada irrenunciable, la de la Alianza y todos los que asistíamos a un acto tan singular y excelso. Y, en efecto, el libro de Sonia y Belén, una obra extraordinaria sobre una mujer audaz y venerada, Madame Curie; libro, por cierto, muy mal distribuido

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