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La mar de Oviedo

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Hace años gozaba como espectador de los ensayos en la ópera; también pagaba religiosamente mi abono en el Campoamor, en abrasadora butaca de patio, y con dificultades de desalojo en caso de incendio (¿qué tal quitar extintores y colgar rosarios?). Un día el sanedrín me prohibió acceder a los ensayos porque publiqué alguna irreverencia alusiva a este profano auto sacramental, mírame y no me toques. En respuesta, cancelé mi abono y sigo la temporada internacional en el cine. No obstante, el viernes asistí al ensayo de "L'elisir d'amore"; suelen invitarme músicos. Me pareció muy pobre la puesta en escena, comparada con "L'elisir" de 2010; si fuera por ahorrar sobran las mesas, con la cristalería colgada del techo; eso sí, deberían levantar las copas un poco para que los de anfiteatro vean a los cantantes. No me toméis a mal, soy creyente, pero la ópera, como la religión, me aburre si no peco.

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