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La mar de Oviedo

Realismo exaltado

Con los nuevos software que meten a las fotos tijera digital y fortalecen el color de los crepúsculos, Asturias en vivo parece descolorida, desencuadrada y con ruidos transversales; eucaliptos fuera de lugar, castaños podridos, manzanas sin Eva, uralitas, robles mustios y bañeras de abrevadero. Una de mis alternativas para disfrutar de nuestro paraíso natural consiste en quitarme las gafas; sin ellas, el arte povera, el realismo sucio y contaminado, se convierte en impresionista; veo la ciudad y al ciudadano desenfocados, como cuadros de Philip Barlow. Pero, hoy por hoy, se demanda un paisaje fauvese, inmoderado, de basiliscos más que vacas, una Asturias airada que, tras la lluvia y el viento, revele verdes furiosos, ocres coléricos, un cielo ultramar, como si lo amueblara John Constable, tejas arrebatadas, panoyas faulknerianas..., y gente de alto voltaje.

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