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Crítica / Ópera

Entre lo cómico y lo lírico, con dulce encanto

No es la primera vez que en las tablas líricas de Oviedo el protagonista de la ópera "Elisir d'amor" de Donizetti se viste de camarero, un tanto torpe, ingenuo y encantador. El licor del amor se sirvió sin embargo esta temporada en el banquete de bodas ideado por Joan Anton Rechi, en la producción de la Deutsche Oper am Rhein. El marco de efecto cristalino de las copas, con las luces de Alfonso Malanda para ganar plasticidad, no pasó para nadie inadvertido. Fue el elemento más comentado esta semana de la escenografía de Alfons Flores, quizá algo desaprovechado en el primer acto, pero en el que la trama se desarrolla ágil, de manera que se impone la fluidez del movimiento escénico. Nemorino bebe los vientos por Adina, que se deja conquistar por el sargento Belcore, mientras el muchacho cae en el engaño del doctor Dulcamara, gastando su dinero en un vino de Burdeos, cual poción amorosa mágica.

El elixir causó su influjo en una nueva sesión de "Viernes de Ópera", con un reparto joven alternativo, para cautivar a una diversidad de público de todas las edades. "L'Elisir d'amor" es una obra ideal para introducirse en la ópera con su música brillante, llena de vida y con melodías para el recuerdo. Y esto, mientras la simplicidad del argumento, desde la comicidad, se vuelve hacia lo sentimental, con unos personajes muy humanos.

Con toda probabilidad, ahí radica la clave y el reto de "L'Elisir": en esa mezcla y gradación de ingredientes, "con el perfume de la ópera cómica francesa", como el musicólogo Francesc Cortès valoraba en el libro de la ópera. La receta sirvió a Donizetti para trascender modelos operísticos anteriores. Así, los sentimientos de los personajes pasan a primera línea en este "melodramma giocoso" de acción imparable, lleno de matices sentimentales, que se encubren con bromas y gracias.

Esta mezcla entre lo cómico y lo lírico fue plenamente lograda por la pareja protagonista, que el viernes presentó a Pablo García-López como Nemorino y a Sara Blanch en el papel de Adina. El tenor cordobés sustituyó a Marc Sala -quien atravesaba un proceso catarral-, y lo hizo con gran resolución escénica, teniendo en cuenta las demandas de la producción. El dúo con Dulcamara del primer acto y su siguiente encuentro con Adina, fueron buen ejemplo. García-López, que debutó este papel en Córdoba el año pasado, ya es valorado en Oviedo por anteriores apariciones, como en "Don Giovanni". El tenor ofreció un Nemorino "di grazia", con la fuerza necesaria para modelar el canto melódico, de carácter melodramático, que trazó aquí Donizetti. Su voz clara y bien colocada llegó a la sala con naturalidad, mientras cuidaba las aristas de su personaje en la lucha por el amor de Adina, con momentos para recitados de altura y gestos de bravura (a subrayar, su "Adina credimi"), además del aria "Una furtiva lágrima", de expresión personal, que fue premiada por el público.

A su lado, Blanch triunfó con sus medios vocales y emisión depurada, mientras la coqueta Adina jugaba con el amor, desde la línea adornada a la más lírica, en un fraseo perfectamente dibujado y de exquisitos perfiles. Sus dotes vocales, con flexibilidad y expresión, lograron altas cotas en momentos como "Pregúntale a la brisa" o en su defensa de Nemorino ante Belcore y, sobre todo, en su dúo con Dulcamara en el acto segundo. No se quedó atrás Pablo López como Dulcamara, cual barman que ofrece sus cócteles mágicos. El poder dramático del bajo barítono fue imprescindible en su rol, con la potencia y agilidad de sus medios vocales, aunque a veces se le escuchó un tanto ajustado en el agudo, en el primer acto. Michael Borth también se sumó al reparto del viernes como Belcore, con una actuación in crescendo, un poco justo en su presentación, para imponerse en el segundo acto vocalmente, especialmente al final del primer cuadro, con su solidez y agilidad vocal. Con su presencia escénica, hay que destacar también el final del primer acto, cuando Belcore increpa a Nemorino, para encaminar el final de acto.

Si bien dicho número de conjunto terminó desajustado, en esta función hay que destacar la labor musical de Oliver Díaz para impulsar la ópera, siempre cuidando las voces, y para intensificar los claroscuros de los personajes desde el foso con la Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). El resultado el viernes fue incluso más equilibrado, en la globalidad del espectáculo, que en otras funciones anteriores.

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