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Con vistas al Naranco

Los que apuestan desde 1934...

Alegato contra el juego

No fue lidia fácil eludir que en Oviedo se montara el Casino que correspondía regladamente a la Comunidad Autónoma, para desplumar más si cupiera a pequeños comerciantes e incautos diversos, enfermos o no, de ludopatía.

Se consiguió, sin embargo, impedirlo en el Concejo, con el entusiasmo, digno de mejor causa, de algunos respetables gijoneses, sin caracterizado talante jovellanista.

Hasta cinco empresas de postín intentaron colocar ruletas y mesas del bacarrá de Bond, James Bond, mientras dos alcaldes del Arco Atlántico me invitaron a constatar el supuesto "efecto benéfico". Me hace sonreír ahora, resentido mi socialismo a fuer de liberal, el anuncio que ensalza lugar "donde apuestan los que apuestan desde 1934". La primera vez que lo oí creía que yo, con mis prejuicios moralistas, habría entendido mal, pero al finde siguiente lo repitieron: ¡los que apuestan desde 1934!

¿Quedaría apostador tenaz sin arruinarse en tantos años? ¿Qué pasó de lúgubre en 1934? La frase es puramente histórica. En junio de 1934, en San Sebastián y Formentor, el gobierno republicano de Alejandro Lerroux permitió el juego, trampa electrónica incluida. La operación se conoció como estraperlo, acrónimo derivado de Strauss, Perel y Lowan. El estraperlo se convertiría luego en polisémico de fraude, timo, estafa, engaño fiscal... y aún, forzando el idioma, contrabando. Su uso popular fue muy frecuente, mediados los cuarenta, con el tráfico de coloniales, la carne y hasta la penicilina durante la escasez y el racionamiento entre otras prácticas viciosas y/o delictivas, que enriquecieron con el hambre y el desabastecimiento a especuladores sin escrúpulos y autoridades tolerantes.

Ha pasado más que mi propia vida, pero el eco televisivo permanece. Es absurdo como el horóscopo, pero más dañino para el bolsillo ciudadano.

No es extraño que deportistas perseguidos por el Fisco se presten a anuncios del juego, siempre estraperlista. Y varios clubs se han patrocinado, camisetas delatoras incluidas, por oscuras apuestas. ¡Qué vergüenza también la relación de Trump con casinos, piezas determinantes de su errática trayectoria!

1934.... ¡cuidado que España y el mundo no han vivido, y en ocasiones sufrido, nada desde semejante fecha icónica!

Anunciantes y corruptos se burlan excitando la añeja vetustez de la perversa práctica ociosa.

¿1934? Por favor...

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