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La mar de Oviedo

Estamos en Babia

Suelo ir a Babia, como el rey Silo en el siglo VIII. Hace una semana la contemplé desde el pico Ferreirúa, y el viernes tomé un clarete con tortilla en el Ubiña, en San Emiliano, sopa de ajo en Huergas, con mi tocayo del Moriscal, y en Villasecino, en Río Lazao, Ana me sirvió garbanzos con pulpo, arroz con botillo, regado con un mencía berciano, Petit Pittacum, y corneto; me encanta la música de postre. De ahí a Piedrafita, a la casa de Isaac Valcárcel, con degustación de licores: uvas de moscatel, mandarinas de Israel, miel de Abelgas, prunos negros, melocotón de Calanda, limón de Pompeyo, nueces del cura... y, ¡oh, sorpresa!, buscando alguna relación con Oviedo para este artículo, en un pasillo oscuro, lo que parecían cuadros de Zobel resultaron fotografías impresionistas de toreros, de Gabino de Lorenzo, creo que antiguo propietario de la casona. Y no digo más porque luego todo se sabe.

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