El espectáculo de Hilo Producciones y Teatro del Cuervo no es el "Lazarillo", pero conserva bastante de su esencia primitiva. Como una deconstrucción de Ferrán Adriá, respeta su sabor original dinamitando su textura, composición y presentación. Sandro Cordero y Sergio Gayol, que tienen una larga trayectoria artística juntos, saben que el teatro es un juego y lo llevan hasta las últimas consecuencias en sus trabajos. Y esa alegría y gozo que comparten ya desde el proceso creativo se les nota y logran transmitirlo al espectador.

Las versiones para la escena de "La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades" son muchas y casualmente hace un mes Carlos Alba "Cellero" ganaba con su "Llázaro de Tormes" el Premiu Nel Amaro en este mismo teatro. En esta ocasión, Sandro Cordero traslada la confesión del pícaro al contexto de la telebasura, convirtiéndolo en protagonista del "reality show" "Vidas anónimas", en el que una siniestra presentadora tipo Ana Rosa Quintana, Elena Alfarache, cínica y manipuladora, y un amanerado periodista (con innumerables referentes televisivos) le hacen una entrevista en la que esperan sacar todos sus trapos sucios. Aunque los trapos que se acaban aireando son más bien los de una sociedad cínica y corrupta que los del ingenuo Lázaro, que aquí aparece como resignado sufridor de todos los males que le acaecen.

El montaje se estructura en cinco cuadros en los que se nos relatan las peripecias con los distintos amos y con el hilo vertebrador del programa de TV al que acude a hacer frente a las habladurías por su presente de cornudo consentidor. Sólo unos paneles giratorios transformarán el espacio de plató televisivo en rústico armazón de maderas del siglo XVI. El ritmo es ágil, con abundantes interrupciones musicales coreografiadas para lograr un formato muy juvenil, idóneo para atraer al público adolescente y conseguir que algún día acudan al texto original. Lo que se pierde del castellano antiguo, la riqueza del lenguaje de un clásico magistral, se gana en la trivialidad de esta propuesta desenfadada y crítica con formato de videoclip y en clave de farsa.

Con técnicas de clown se recrean los episodios más conocidos: el golpe contra el toro, el truco de la paja y el vino, las uvas... Otros pasajes, como el de la llave del arcón del clérigo, se convierten en una bella fantasmagoría con tétricos gigantes construidos por Tragaluz Títeres, que aportan magia y misterio, aunque falta la gracia y picaresca del original. Son abundantes los añadidos con críticas a la actualidad, como el pasaje del amo buldero, aquí convertido en un banquero y una alcaldesa conchabados para estafar al ciudadano, con referencias a créditos hipotecarios y aeropuertos vacíos. También hay momentos para la denuncia muy políticamente correctos, como el pasaje contra el maltrato a la mujer o la desnutrición infantil o la pausa para publicidad en la que nos muestran el lado más oscuro de la dictadura de la audiencia. Las referencias metateatrales son también frecuentes e irónicas. La presencia de la mujer de Lázaro en el plató (Bea Canteli) es otro de los hallazgos de la función, mujer de armas tomar y artista del insulto, que propicia una rápida reconciliación.

Hay que destacar la interpretación de Sergio Gayol, convincente Lázaro inocentón y conformista, y de Sandro Cordero, responsable también de la dirección, que se mete en la piel de varios amos y del periodista y maquillador amanerados. Ambos tienen una energía innegable y una vis cómica que hace las delicias de los espectadores y no tan jóvenes.