La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Chus Neira

Las extrañas dinámicas de los debates de las sesiones plenarias municipales | Análisis

Chus Neira

El salón de los plenos vacíos

El Pleno ordinario del mes de enero del Ayuntamiento de Oviedo ha sido una caricatura de sí mismo. El equipo de gobierno llevó al debate como único punto del orden del día una proposición de Izquierda Unida en apoyo al Estado Palestino, que está muy bien pero está en Oriente Medio. Un poco más cerca caían las proposiciones de urgencia de la oposición, PP y Ciudadanos: taxistas ovetenses, plusvalías y Auditorio. Pero, rechazada la urgencia, el debate también quedó aparcado.

El año empieza, pues, con una tendencia muy acentuada, casi esperpéntica, de lo que se puede ver habitualmente en el salón de plenos. Los grupos políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, se ven obligados, suponemos que por sus partidos, votantes o agrupaciones libres de electores, según los casos, a llevar propuestas-tipo de esas que se repiten en todos los Ayuntamientos de España -ahí tampoco somos tan especiales- sin importar que el asunto caiga dentro de las competencias municipales. La política internacional (Palestina, El Sáhara, Venezuela), la nacional (crisis catalana, sistema de pensiones, sanitario, planes de educación, de violencia de género o de modelo de financiación) han sido ampliamente debatidos a lo largo de 2017 en interminables sesiones plenarias en las que los concejales de una lado y otro de la bancada han podido hacer sus prácticas oratorias de cara a dar el salto al Congreso de los Diputados, el Senado o la Eurocámara.

También la política regional, pues la fórmula de "exhortar al gobierno del Principado a que..." ha sido muy socorrida a lo largo del año pasado en los plenos municipales, sin que, al final, lo que allí se apruebe sea poco más que un brindis al sol, un desiderátum de la ciudad que sí, que está muy bien para las camisetas y las pegatinas, pero no pasa por las capacidades ejecutoras de la administración local, de cuyo gobierno, en teoría, sería conveniente que se debatiera en los plenos.

El caso del pasado martes es especialmente sangrante por dos motivos o tres motivos. El primero es el sonrojo de no llevar más asuntos al debate que el de la cuestión palestina. El segundo, que a falta de pocas semanas para que se celebre el Pleno extraordinario del presupuesto, no hayan pensado que era buena idea unificar las sesiones, celebrar el ordinario y el extraordinario el mismo día, que se podía, y camuflar un poco las vergüenzas.

Respecto a esta posibilidad, algunos apuntan a un problema de plazos. Y no sé si es que el concejal de Economía, Rubén Rosón (Somos), teme aún no llegar a tiempo para debatir en enero un asunto (el de las cuentas de este año) que estaba previsto tratarse en diciembre. O si es que de nuevo el equipo de gobierno, en este caso supongo que el Alcalde, Wenceslao López (PSOE) se queda enredado en las madejas funcionariales, sin saber cómo maniobrar para desengrasar la maquinaria. No sé qué es peor. Porque después de dos años ya no les salva la bisoñez. Ni en uno ni en otro caso.

El tercer motivo del colmo del Pleno es que con sesiones "a la palestina" como la del martes el tripartito está alimentando económicamente a la oposición. Los concejales que no están liberados totalmente (los grupos que gobiernan no tienen liberados, sólo dos parciales) perciben 400 euros por asistir a los plenos, con lo que la gracia de renunciar a fusionar en un sólo pleno el ordinario y el del presupuesto le ha costado a la ciudad 3.600 euros.

Voy a contarlo con un poco más de detalle para que todo el mundo se entere bien. De los concejales de PSOE, IU y Somos, ninguno cobra dietas por asistir a los plenos, porque cobran un sueldo. La excepción es el Alcalde, que al estar jubilado no cobra sueldo pero ingresa 400 por cada sesión. Y Mercedes González, de Somos, que no es excepción porque aun estando liberada ha renunciado a percibir toda dieta. En la oposición tampoco cobran dietas, porque también cobran sueldo íntegro Luis Pacho, de Ciudadanos, y cuatro concejales del PP: Belén Fernández Acevedo, Gerardo Antuña, Covadonga Díaz y Agustín Iglesias Caunedo.

Habría que añadir, además, las horas extra de policías y ordenanzas, calefacción, luz, gente de prensa y alguna cosa más para redondear la broma de no pararse a tratar de racionalizar un poco las cosas públicas, que era lo que querían demostrar cuando llegaron aquí.

Pero hay, además, otra realidad bastante inquietante. La palestinización de los plenos es tendencia, y si uno repasa los datos de todas las sesiones del año pasado se encuentra con dos patas que cojean. Una es que la cuarta parte de las cuestiones debatidas el año pasado no guardó relación directa con asuntos de competencia municipal. La otra es que las proposiciones de urgencia, la mayoría procedentes de la oposición, suman más que la mitad de las proposiciones ordinarias debatidas en el pleno. Por no añadir que prácticamente todas estas proposiciones de urgencia tenían relación directa con la gestión municipal y que la mayoría fueron rechazadas y no llegaron a analizarse en las sesiones plenarias.

También hay plenos, variante vietnamita de la modalidad palestina, en los que la oposición supera en proposiciones, de urgencia y ordinarias, las del equipo de gobierno (revisen, por favor, los de septiembre y octubre pasados). Y donde muchas veces el tripartito deja incluso que los pocos asuntos de debate municipal que llegan allí y que no son los que se tratan de oficio a lo largo del año (tasas, presupuesto, ordenanzas) los marque el PP para luego calzarles una enmienda y aprobarlos a su gusto. La jugada es lícita, claro. Pero lo normal es que la agenda de la acción política que llega a los plenos para su debate la marquen el Alcalde y sus socios, no la oposición.

Compartir el artículo

stats