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Enrico Tamberlick, la ópera y Oviedo

El bullicioso y riquísimo pasado musical de la ciudad

Si por títulos honrosos fuese, Oviedo, Vetusta, Pilares, Carbayonia, Neblina?, estaría a la cabeza del mundo mundial. Tan solo en su escudo ya podemos leer: "Muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad de Oviedo". Si a estos añadimos los linajes oficiosos, comprobaremos que Oviedo, ciudad madre de la vida padre, derrocha "gusto, señorío, abolengo, clase, vida social, humor, cultura...". Con razón estamos hablando de "la ciudad bien novelada", enemiga acérrima de aquel infortunado y provocativo dicho que algunos, tras una noche de copas, vociferaban por las cercanías del Paraguas: "Viva Asturias, borracha y dinamitera". Por supuesto, y por desgracia, también se trata de la patria de doña Piqueta: Acueducto de los Pilares, iglesia de San Isidoro, convento de San Francisco y chalet de Concha Heres son breve muestra de la burrez municipal a través de la historia.

Pues, a pesar de todo, Oviedo, sin duda, fue y es una ciudad culta: Casino, Liceo, Casa de Comedias o Teatro del Fontán, circo en Santa Susana y plaza de toros del Fresno dan fe de ello; el "Bel canto", sobremanera, siempre apasionó a los ovetenses. A finales del año 1877 se estrenó "Campanone", opereta cómica en tres actos y música del maestro Mazza. El crítico de turno, no muy conforme con su interpretación, finaliza diciendo: "con dos o tres ensayos más, no hubiera dejado absolutamente nada que desear, tanto respecto a los cantantes como a la orquesta". Por otro lado, afirma: "este ha sido el verdadero acontecimiento teatral de la semana. En el primer mes de 1879, tras infinitud de dificultades, se estrenó la popular zarzuela 'Pepe-Hillo'". A juicio del informador: "no merece, ni mucho menos, el éxito que alcanzó en toda España". Sin embargo, él mismo, aguarda con ilusión la representación de "El anillo de hierro", obra estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, en 1878.

En la primavera de 1879, el distinguido pianista Víctor Sáenz, abre al público, en la calle Cimadevilla, un almacén de música y pianos. A finales de este mismo año, la compañía de ópera "lo único que anima la ciudad de don Fruela" interpreta "Sonámbula" sin entusiasmar al público. En febrero de 1880, "El Boletín de la Liga de Contribuyentes", daba la noticia de que muy pronto será un hecho la construcción de un nuevo teatro, además de paseos y mercados cubiertos en la Plaza del 19 de octubre, suceso que hará sonar muchos cohetes y músicas.

Se advierte el elevado nivel musical cuando en marzo del mismo año se celebró una velada en el Liceo, interpretando las Sras. de Bertrand, Emeric y Valle, y los señores Sáenz, Vigo, Llaneza y Bertrand, auxiliados de las señoritas y socios que componen los coros, obras de Rossini, Gounod, Stradella, Íñiguez, Benito, Concome, Álvarez y Prock. No todo eran parabienes porque por esas fechas se comentaba: "Oviedo debe querer distraerse de un modo culto; pueblo apto para la música, dispuesto para apreciar y sentir las bellezas dramáticas, lo primero que urge hacer aquí es un teatro que esté en correspondencia con lo que Oviedo representa y es. Sin embargo, creo que media mucha distancia entre lo que se ve en el Fontán y lo que se ve en el Fresno. El Fontán está en la ciudad, y el Fresno? en la aldea".

En febrero de 1881 se celebró en el Liceo una escogida función dramática, y se preparó para marzo la representación de la zarzuela en tres actos "El Juramento". Al mismo tiempo se anuncia que en la calle de Fruela comenzará a edificarse con arreglo a un proyecto que dé por resultado un paseo cubierto, aquí tan necesario por las lluvias. En marzo se anuncia la próxima apertura del coliseo del Fontán, limpio de telarañas y exento de goteras. En abril se confirma que, al fin, en Pascua, se abrirán de par en par sus puertas, cerradas durante el invierno, y aún se dice que la compañía de ópera italiana que ha de actuar en él hará su estreno con "Dinorah", del compositor Giacomo Meyerbeer. En junio comienza a derribarse la Plaza de toros del Fresno, levantada hace unos años con un entusiasmo digno de mejor causa.

El domingo, 16 de octubre de 1881, en los salones del Liceo se celebró la primera función lírico-dramática de la temporada con las zarzuelas en un acto: "Un pleito" y "Nadie se muere hasta que Dios quiere", finalizando con el juguete cómico "Doce retratos seis reales". Si bien al crítico de turno no pareció que le entusiasmasen porque, "la música de zarzuela siempre es música de zarzuela y la mayor parte de los libretos tienen poco que elogiar". Pues sí que gustaba porque hasta fin de año se pusieron en escena: "Los diamantes de la corona", "El anillo de hierro", "El Barberillo de Lavapies", "El Juramento", "El pañuelo de hierbas" y "Adam y compa".

Cómo no iba a ser denominado Oviedo "Ciudad paraíso de la música", si recién estrenado el año de 1882, contaba el cronista: "¡Y luego se dirá que en Asturias y su capital nunca ocurre nada! ¡Vaya si ocurre! Y no solo ocurren proyectos, que era nuestro achaque de antaño, sino realidades que nunca llegaban a cuajar. Dígalo el empréstito para levantar el flamante coliseo, que ya me figuro ver con sus cuatro elegantes fachadas, su sala decorada con gusto exquisito, sus palcos y antepalcos y hasta su telón cortafuegos?". Buena semilla que germinó diez años más tarde, en setiembre de 1892, cuando se inauguró el Teatro Campoamor con la ópera "Los Hugonotes".

No se aceleren, porque los acontecimientos musicales proseguían a buen ritmo. A mediados de 1882 "no le asustó el monte de Pajares, ni sus descuadernadas diligencias, ni el Teatro del Fontán con sus aspecto de casa de huéspedes y sus interioridades polvorientas" llegó, cantó y triunfó el tenor italiano Enrico Tamberlick.

"Carbayones de Oviedo apellidaron / a los hijos de Oviedo, bullangueros. / Recordarán los siglos venideros / bajo el cielo asturiano mi memoria; / Allí donde nací, caí con gloria / y un moscón me mató. Era un Alcalde". Efectivamente, se refiere a la infausta tala del Carbayón "condenado a muerte tras subastarlo en 192 pesetas, fue ejecutado el día 2 de octubre de 1879", y a Longoria Carbajal. El mismo que edificó en Villafría una bella casa de campo con capilla, jardines y fuentes, en la que patrocinaba sonadas fiestas. A una de ellas invitó al hombre simpático, atractivo, distinguido por su talento: el cantante Tamberlick, que aún estaba en la cima de la gloria.

La quinta de Villafría sirvió de escenario a esta función, fuera de abono, con preciosos decorados al fondo de un bosquete. Acompañados al piano por Víctor Sáenz, las señoras Herrera, Mantilla y Lumley, y los señores Tamberlick y Verdini, improvisaron una inusitada fiesta musical. En cuanto a las óperas puestas en escena en las desvencijadas tablas del proscenio del Fontán, eso sí, con gran afluencia de público, destacar la representación de "La Africana", que transmitió una inesperada novedad a los oídos de los ovetenses. Quién había de decir que antes de abrirse el Teatro Campoamor, ese teatro encantado, pudieran deleitarse en la antigua Casa de Comedias con Poliuto, Il Trovatore, Rigoletto, Lucrezia Borggia, Un ballo in maschera y Traviata, en las cuales todos los cantantes lucieron sus facultades, destacando el siempre celebrado Tamberlick.

¡Qué maravilla! Transcurridos cerca de 140 años, poder asegurar que Oviedo, en la actualidad, es un valor operístico de primer orden, sin olvidarnos del abanico musical que ofrece, cualquier día del calendario, en Campoamor, Filarmónica, Auditorio?

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