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La mar de Oviedo

Cuesta abajo

Una conductora se perdió callejeando por el Casco Viejo de nuestra ciudad, a saber de dónde venía y lo que buscaba; atravesó la Corrada del Obispo, vio paso franco por la calle San José y allá enfiló, con esa perspectiva algo picada que apenas permite ver los escalones cuando la calle pretende rebajarse al nivel del Postigo. Algo similar me ocurrió en Estocolmo, por conducir al tuntún y por hacer caso al Tomtom, para guiarme al hotel Sven Vintappare, en la pequeña isla de Gamla Stan, la parte más antigua de la ciudad; a duras penas llegué a empotrar el utilitario en el callejón más estrecho de Suecia, el Marten Trotzigs Gränd, de 90 centímetros. El navegador me aseguraba que era la dirección adecuada y, de perfil, cuesta abajo, con dos ruedas sobre la pared, con más fe en lo virtual que en lo sustantivo, conduje hasta empotrarme. Y hoy no sé si lamentar los peligros de la técnica o los de la inercia.

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