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Con vistas al Naranco

Centenario de Valentín Masip, Alcalde

Reflexión sobre edad y paternidad al cumplirse cien años del nacimiento del padre del autor

Gracias a la vida que me ha dado tanto//Me ha dado el sonido y el abecedario.

Violeta Parra

Ayer cumplió centenario el natalicio de Valentin Masip, mi padre, Alcalde en cinco años y pico de la época franquista.

Fue casualidad que hace seis semanas la tan ovetense por definición "Asociación Vetusta, Pilares, Lancia" me invitase a perorar en la sede del Ridea sobre su figura histórica local. Lo hice con mucho gusto y no sin un punto de emoción que generosamente se me habrá perdonado.

Esta simbólica fecha nos ha animado a la familia para editar, en muy reducida tirada, esa conferencia evocatoria, aunque, espero, también se aprecie sujeción al rigor y a la mínima distancia historicista. Tuvimos para ese objetivo publicista la opinión del catedrático de Historia Contemporánea, José Girón, y de la imprenta Gofer, a cuyo creador tanto quise, que continúan hijos y nietos. El texto definitivo, naturalmente, en consonancia con la modernidad, se colgó, www.antoniomasip.net. Como me ha escrito un cualificado asistente al acto del Palacio de Toreno, mi conferencia no deja de ser sucinta descripción de una burguesía ilustrada, con la conciencia trastocada de tiempos prebélico y bélico y el destiempo de la democracia aún no alcanzada. Son apuntes memorísticos y olvidos de mi adolescencia.

Borges no se hacía a la idea de un padre fallecido más joven de lo que él mismo era. Auster y Ford, ambos premios Príncipe de Asturias, tienen también pensamientos imaginando al padre. El mío tenía 44 a su muerte, cuando yo, ahora, herido por fatigantes y proverbiales ictus y cánceres, me acerco a los 72, y, gracias al progreso de la atención y la ciencia sanitarias que él no tuvo, puedo ratificar lo que esos tres grandes literatos mencionados mantenían de sus inmediatos antepasados. Un grandísimo amigo y colaborador, Juan Álvarez, ordenador del ejemplar barrio de La Florida, estaba obsesionado por superar la vitalidad paterna y yo me reía pero no dejé de estar pendiente a mi vez como si se tratara de conjuro fatalista.

Vamos a una sociedad muy distinta a la de 1918 y de las décadas posteriores. Sostenía Ángel González, "Habrá palabras nuevas para la nueva historia//y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde". En cualquier caso, al margen del peso de ideologías y nostalgias, que en absoluto periclitan, tengo para mí que se revalorizan la honestidad moral, el trabajo y el coraje inquebrantable.

Mi familia no precisa conmemoración alguna, pues la vida nos ha compensado con creces, comprensión y generosidad afectiva, pero la obligación recordatoria ayuda siempre contigo mismo, los orígenes y el entorno generacional.

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