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Crítica / Danza

Pasaje a la India

El festival de Danza Oviedo 2018 abrió con Akram Khan Dance Company en su tercera visita al Campoamor. Akram Khan, nacido en Londres, de procedencia Bangladesí, vuelve a sus raíces en "Until the lions", un relato con ecos de la colosal epopeya Mahabharata que se inspira en un poema de la escritora india-francesa Karthika Nair, en una narración que ve los eventos desde el punto de vista de tres personajes: Amba (Ching-Yieng Chien), Bheeshma (Rianto) y Shikhandi (Joy Alpuerto Ritter). El titulo se refiere al proverbio africano que dice: "Hasta que los leones no tengan sus propios historiadores, la historia de la caza siempre glorificará a los cazadores". El relato nos cuenta la historia de Amba una princesa secuestrada -precisamente en el día de sus esponsales- por el villano guerrero Bheeshma. Posteriormente al rapto, Amba dedica su vida a vengarse de su secuestrador. Primero se inmola quemándose viva. Después renace y se reencarna en Shikhandi una mujer que se trasforma en hombre y finalmente derrota a Bheeshma en el campo de batalla.

Khan es bailarín, coreógrafo y director, aunque nunca le vimos bailar. Él suele actuar en Londres y otras ciudades pero nunca tuvo el detalle de hacerlo en Oviedo. En esta producción, por encima de todo, configura una entramado estético, creando un universo extraño y violento, que se convierte en una experiencia teatral. El suelo del escenario está cubierto por un gigantesco tronco de árbol seccionado casi a ras de suelo. Toda la función es observada por una cabeza cortada que está clavada en lo alto de un palo a la que se le invoca constantemente. La obra habla de amor, muerte, venganza y mutabilidad, explorando conceptos expresivos de identidad sexual. El argumento no está bien resuelto, no es fácil de seguir, por lo que se convierte en una producción más visual y atmosférica que narrativa. Varios cenitales iluminan la acción en la que predomina la penumbra, casi como si una niebla lo cubriera todo. La escena se convierte en un campo de batalla donde el explosivo triangulo protagonista se enreda en desmesuradas peleas casi continuas, con movimientos vigorosos, agresivos y ciertos acentos marciales como en los vistosos ejercicios con varas largas. La coreografía combina el kathak, baile clásico de la India, con la danza moderna occidental. El baile está marcado principalmente por las persistentes contorsiones, los abundante giros con los talones, los saltos y el lenguaje de manos y brazos. Hay mucho trabajo en el suelo, se gatea y se anda a cuatro patas.

El breve episodio de la reencarnación con los dos cuerpos tejidos está bien resuelto. Finaliza con un gran rito dramático cuando Bheeshma es derrotado y el escenario se transforma en una simbólica pira funeraria. En estos bailes orientales existe una fuerte conexión entre música y danza, por lo que las canciones y percusiones en directo de cuatro músicos, situados alrededor del tronco cortado, enfatizan y subrayan la contienda. La noche ha sido un pasaje a la India, con sus leyendas, mitos y exotismo.

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