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María José Iglesias

Unos pasos atrás

La relación entre la Universidad y la Semana Santa en otros lugares

La Universidad de Oviedo se plantea cancelar el acuerdo con la Hermandad de los Estudiantes para cumplir con los criterios de aconfesionalidad que reclaman las Asambleas de Estudiantes, ejerciendo su pleno derecho a hacerlo. Ya puestos, tal vez deberían exigir directamente el cierre de la capilla de la institución académica. Resulta absurdo pedir que en un recinto de culto no haya imágenes, en este caso, la de Nuestro Señor Jesús de la Sentencia que la Hermandad traslada a la Universidad desde la iglesia de la Tenderina. Religión e ideología son cosas diferentes. En Sevilla, donde nació en 1924 la Cofradía de los Estudiantes, hermana mayor de la ovetense, lo saben y lo entienden. El rector de la Universidad, Miguel Ángel Castro, catedrático de Química, como su homólogo ovetense, Santiago García Granda, y lector de Benedetti (un escritor nada facha) y el alcalde socialista de la ciudad, Juan Espadas, tienen claro que la Semana Santa no es sólo religión: forma parte del patrimonio cultural y artístico de la ciudad y de sus habitantes, sean o no "capillitas".

Ni en Oviedo ni en Sevilla obligan a procesionar ni a rezar. Por suerte, en España hay libertad ¿o no? En aras de ese valor sagrado, los hermanos de los Estudiantes quieren seguir disfrutando de esa vinculación con la Universidad pública, la que es o debería ser para todos. Los sevillanos tienen su sede en la capilla de la Universidad y disponen de una casa-hermandad con tres salas en el Rectorado. Los ovetenses, los únicos que procesionan a costal en el Norte de España (algo que cualquier ciudad explotaría para atraer visitantes), se miran con envidia en ese espejo y también aspiran a promover esa unión, que en Sevilla también se traduce cada año en cientos de becas y ayudas a universitarios.

El pasado Martes Santo, como ocurre desde hace medio siglo (antes la capilla universitaria estaba en la iglesia de la Anunciación), el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Angustia, salieron entre incienso y cirios del edificio que albergó la Real Fábrica de Tabacos, inmortalizada en la Carmen de Mérimée. Miles de personas se congregaron ante la imponente puerta. Podemos dar por descontado que no todos eran fervientes católicos. Si en algo coinciden es en el respeto a unas creencias o más bien a una tradición que ha pervivido a través de años, ideologías y regímenes políticos.

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