La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) mostró esta semana su dimensión musical más arrebatadora, ante un público entregado a un programa postromántico, con invitados además de excepción. No en vano, el actor, director y crítico Mario Gas llegó para poner voz a los versos de "La tempestad", el drama de Shakespeare para el que Jean Sibelius (1865-1957) compuso una música incidental, para acompañar la obra teatral en su estreno en Copenhague en 1926. Así, "La Tempestad" de Sibelius está entre las últimas grandes obras de este compositor referente además para el nacionalismo musical finlandés. Y es una obra tan valorada como poco conocida en nuestras salas de conciertos, por lo que hay que celebrar su programación en el calendario de la OSPA, en Gijón y Oviedo. Para ello, contó con el buen criterio de Perry So, de nuevo en el podio de la OSPA, para decidir la selección de los números de "La Tempestad" para el programa, a partir de la estructura dramática de la obra original, que luego derivó en las dos suites del opus 109 del compositor.

"La Tempestad" es una historia familiar, de arrepentimiento y redención, donde el mundo maravilloso de seres fantásticos se funde con las aventuras humanas. La selección de números musicales, de gran poder descriptivo en la OSPA, permitió centrarnos en la historia y los personajes junto con la voz inconfundible de Mario Gas. En "La Tempestad", los usurpadores del rey Próspero llegan a la isla en la que éste vive con su hija Miranda, con el favor de algunas criaturas por sus acciones mágicas, a las que Próspero renuncia para perdonar a sus enemigos y permitir el amor de su hija. Bajo dirección de Perry So, la OSPA sacó todo el jugo a la partitura de Sibelius, tan moderna e imaginativa: desde la hipnótica obertura de la tormenta o el encanto de la naturaleza con unas cuerdas multicolor, mientras se alzaba el viento madera; la vitalidad de las partes de Calibán y la gracia misteriosa de los números de Miranda; hasta las danzas de especial sonoridad, con sus cambios de acento y giros armónicos.

Este programa de inspiración literaria incluyó también el arreglo que Henk de Vlieger realizó de la ópera "Tristán e Isolda" de Wagner para la sala de conciertos, en forma de suite sinfónica. "Tristán e Isolda" es otra leyenda de un amor imposible que sobrepasa barreras, para realizarse en la dimensión eterna tras la muerte, en una idea transformadora que quizá siga el sueño al que se refería en "La Tempestad" el propio Shakespeare, como culminación de la vida. Con lo dicho, fue en esta segunda parte del programa donde la OSPA alcanzó sus cotas interpretativas más altas. La suite recoge momentos dramáticos y musicales fundamentales de "Tristán e Isolda", ópera que con sus innovaciones armónicas y orquestales abrió camino hacia la música del siglo XX. Hay que decir que las adaptaciones del compositor y percusionista Henk de Vlieger, para hacer más accesible la música de Wagner en los conciertos, han sido bien recibidas. "Parsifal", "Los maestros cantores de Núremberg" y el ciclo de "El anillo del nibelungo" también se incluyen en las peripecias del autor holandés, que propone unir las secciones más conocidas de las óperas casi sin interrupciones, para oyentes casuales que quieran iniciarse en la complejidad de los dramas wagnerianos.

Con todo, no olvidemos que en la reforma teatral que propone Wagner, el drama vive en la orquesta. Y eso lo tuvo muy en cuenta Perry So al frente de una OSPA en estado de gracia, a través de la densidad de la música de Wagner, con tensiones que se prolongaban en un rico tejido de motivos musicales. Hay que anotar que estos motivos conductores varían y se transforman para fortalecer el significado del drama, mientras representan un personaje, un lugar, un objeto o un concepto (leitmotiv). Esto es clave para disfrutar de la obra wagneriana. Así, la OSPA elevó emociones en el público, mientras sostenía esa música densa y fluctuante, sin reposo, en un juego de volúmenes con momentos para el recuerdo, con el cuarteto de cuerdas o el solo del corno inglés del preludio del tercer acto, desde uno de los palcos superiores laterales del Auditorio. En suma, una velada de refugio para amantes míticos y héroes de leyenda.