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La mar de Oviedo

Llueven piedras

Por azar u orden alfabético soy presidente de una comunidad de 136 viviendas, en la calle Muñoz Degraín; al recibir el nombramiento alegué que no residía ahí y que bla, bla, pero no admitieron mi renuncia. Estos días, iluminado por los telediarios, descubrí en el baño de casa que mi albornoz luce el escudo del hotel María Pita, una gallina de gules sobre campo de plata. "¿Quién bordó esta insignia en mi albornoz?", pregunté a mi mayordomo. "Venía así cuando me hizo meterlo en la maleta, en La Coruña, hace 20 años". "¿No lo compré en Valença do Minho?". "El de su esposa sí, el suyo es gallego, dijo usted que robado le gustaba más, como las claudias que comía de niño en la huerta de la marquesa". Confesado queda, nadie se llame a engaño si oposito a concejal. Así las cosas, me pregunto: ¿con tan turbios antecedentes, no podrían aceptar mi dimisión como presidente de la citada comunidad?

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