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La Bomba Del Fontán | Las Crónicas De Bradomín

Al fondo a la derecha

Aunque todos sabemos de la existencia de aseos en cualquier instalación de uso público, en el caso de de los establecimientos hosteleros resulta inevitable pensar siempre que están al fondo a la derecha, al ser esta la respuesta más frecuente.

Ir al aseo es una práctica tan necesaria y común para los humanos que no le damos la importancia que tiene. No lo tomen a broma que el asunto no es para nada baladí.

En el año 2015, La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), en resolución 67/291, dictaminó que aquel mismo año y posteriores, cada 19 de noviembre se conmemore el World Toilet Day, para los no iniciados Día Mundial del Retrete. Del citado mandato se desprende que el 60% de la población mundial no tienen aseo en la vivienda, y como consecuencia no manejan las excretas de forma segura. Un 30% practica la defecación al aire libre.

Ahora bien, los que tenemos la suerte de disfrutar de este privilegio, en ocasiones solemos encontrarnos con alguna que otra traba. A quién no le ha pasado al entrar en un aseo público y encontrarse ante dos puertas con una simbología descriptiva, en algunos casos, difícil de discernir a primera vista. Ni que decir en el caso de sufrir un inesperado apretón o un incontrolable deseo de micción.

En cuanto a terminología del espacio no andamos parcos. Del primitivo "letrinas", pasamos al genérico "servicios", para continuar más tarde con una retahila de calificativos: retretes, urinarios, excusado, aseos, lavabos, inodoros, pocetas, evacuatorio, pila turca... Pasando por el W.C. inglés, al toilette francés, o expresiones como "ir al tigre".

Cómo no recordar, previo pago por 50 centímetros de papel, el aseo público del Campo San Francisco [bajos de La Granja]. Qué decir de los increíbles unisex de los ya desaparecidos: La Perla, El Manantial o Casa Cechini [calle Oscura], entre otros.

Más tarde aparecieron los ocasionales y festivos inodoros químicos y el mingitorio triple [de uso masculino] a la intemperie. Los modernos y claustrofóbicos aseos urbanos accionados por monedas, y los más avanzados en materiales y diseño: con temporizador, instrucciones parlantes y música; además, de chorro de agua por aspersión, si lo prefiere, para una correcta higiene y acentuar de esa manera una sensación placentera.

En literatura, también en el arte, la temática escatológica suele ser muy recurrente. Ejemplos hay muchos. El Nobel, Camilo José Cela, solía utilizarlo con frecuencia.

Cuántas veces no habría contado aquella rara habilidad que poseía para absorber litro y medio de agua por vía rectal. En la novela "La piel y los huesos" de Georges Hyvernaud, el protagonista, un condenado a larga pena de prisión, decía: "Cuando quiero hacerme una idea de la felicidad, lo que me viene a la cabeza son retretes". Salvador Dalí, solía disertar sobre flatulencias y recrear en sus obras elementos skatós.

El dibujante asturiano Alfredo, Premio Nacional de Ilustración 2017, "Asturiano del mes" por este diario en abril de ese mismo año, en una entrevista decía [cita textual]: "El éxito de cada día es amanecer vivo, y, como cualquier mamífero, cumplir con los más humillantes actos del hombre: cagar y mear". En ninguno de los casos comparable con la excelsa obra del insigne Quevedo.

En fin, a pesar de tan sugerentes propuestas innovadoras, por encima de estas existe una premisa incontrolable: cuando la naturaleza hace su llamada, nadie puede negarse a responder.

"Todo arte del cocinero, va a parar al mismo agujero".

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