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La mar de Oviedo

Calle Latores

Cambié ayer mi caminata diaria por el Paseo de Valdeflora y salí de casa por Vicente Vallina, el nuevo depósito de agua, ya viejo y sin estrenar, la larguísima calle Latores, en realidad carretera sin aceras, para viandantes arrojados, la capilla Santu Mederu y Ayones; cuesta abajo, dejé la bifurcación de Llagú y seguí el vía crucis hacia la iglesia de Santo Tomás y el cementerio de Latores, muerto de miedo por los coches. Próximo a la ribera del Gafo escucho disparos, vienen del Campo de Tiro, no me asustan porque tiran a dar, a la diana. El tráfico rodado es más agresivo; de hecho me atropellaron varias veces, sin llegar al contacto físico: me atropellaron emocionalmente, embistieron mi sangre fría y sufrí fracturas abiertas en los huesos del introverso. Con las migajas de lo que se escamoteó en el depósito sin agua del Picayón hubiéramos hecho una acera de medio metro de ancho y varios kilómetros de bienestar.

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