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Crítica / Música

Velada de ensueño

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias recibió esta semana al guitarrista Pablo Sainz Villegas y sin duda este joven talento de la guitarra española supuso un reclamo para el público asturiano, en sendos conciertos en Gijón y Oviedo. Sainz Villegas es el guitarrista clásico más aclamado de su generación, y logra una atmósfera íntima y conmovedora. Así lo comprobamos el viernes, cuando nos descubrió todas las posibilidades sonoras de la guitarra al frente del concierto de Joaquín Rodrigo, "Fantasía para un gentilhombre". Su trabajo en las variaciones de las danzas españolas en las que se basa esta obra de 1954 fue exquisito. Recordemos que la "Fantasía" de Rodrigo parte de una selección de danzas antiguas que en el siglo XVII Gaspar Sanz recogió en su "Instrucción de música sobre la guitarra española".

Así saboreamos esta semana la "Fantasía" de Joaquín Rodrigo (1901-1999), nombre fundamental para la consolidación definitiva de la guitarra como instrumento de concierto. El primer movimiento de la "Fantasía" y sus contrastes a partir del melódico villano y el ricercare resultó una delicia, con unas maderas refinadas y una cuerda flexible, para apoyar en todo momento a una guitarra de amplio recorrido. Es necesario subrayar la labor de la OSPA con Jaime Martín en el podio, para tratar con la mayor delicadeza al instrumento solista. Como en la lírica "Españoleta", con la "Fanfare" que rompe con el viento; o la enérgica "Danza de las Hachas" y sus juegos de la guitarra con la orquesta, para engarzar con el baile "Canario" final. Mención aparte merecen las propinas de Villegas, que impresionó al público con la "Gran Jota de Concierto" de Tárrega y "Asturias" de Albéniz, para lucir y sorprender con todos los recursos de la guitarra.

En la interpretación de la OSPA destacó la muy conocida suite sinfónica "Scheherazade, Op. 35" de Rimski-Kórsakov, que supuso otro aliciente en el programa de Oviedo, para un nutrido público. En este punto, la OSPA defendió de manera muy sólida el desarrollo de la obra, que se inspira en el cuento oriental de "Las mil y una noches", en el que la princesa evita la muerte cada noche a manos del sultán gracias a sus relatos. De este modo, escuchamos una versión poderosa de la suite del ruso, en la que Jaime Martín canalizó perfectamente los volúmenes y la fuerza arrolladora de un conjunto muy estable, en la variedad de texturas de una orquestación que deslumbra. La OSPA nos hizo viajar a través de esta suerte de poema sinfónico lleno de sensualidad y exotismos, con unos solos muy cuidados y una tensión de conjunto que no decayó en ningún momento, con las ideas musicales muy claras, para dar pleno sentido al desarrollo de la obra.

Además, como apertura de la velada volvió Zoltán Kodály (1882-1967) a los atriles de la OSPA y sus "Danzas de Galanta", que el húngaro escribió en 1933 para el aniversario de la Sociedad Filarmónica de Budapest. Se trata de una obra que incluye una introducción y cinco danzas sucesivas que presentan las maderas y las cuerdas, en un solo discurso que sonó muy dinámico en la OSPA. Kodály nos acerca la música popular de la ciudad de su niñez, con la inspiración de la música zíngara que escucharía en la famosa banda de Galanta, dirigida por el violinista Mihók. Hay que destacar el nivel de las maderas (clarinete en especial, el oboe y flauta) para hacer brillar el viernes los temas populares, que la orquesta amplió con vigor, con una cuerda precisa y ágil, para un final agitado, donde se impusieron los metales. Esto, hasta la cadencia final del clarinete de Andreas Weisgerber, que interrumpió de manera brillante la conclusión de la obra, en la que Kodály utiliza elementos que se articulan para dar unidad al desarrollo dilatado de las danzas.

Una velada de ensueño bajo la musa de la danza y la literatura.

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