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Crítica / Música

Emociones a flor de piel

La OSPA, dirigida por Milanov, cerró con suma brillantez la temporada

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) clausuró su temporada de conciertos con un programa de inspiración literaria y en clave rusa, que permitió lucir su impulso y flexibilidad de conjunto, con la vuelta al podio de su director titular, Rossen Milanov. Esta semana, la OSPA nos propuso un viaje a través de la música hasta el interior del ser humano, que comenzó recorriendo parajes naturales, para tomar impulso dramático con historias reales y recreadas en música.

El programa se abrió con vida propia en los atriles de la OSPA, para interpretar "El Moldava", pieza del ciclo de poemas sinfónicos titulado "Mi Patria" de Smetana, paladín del nacionalismo musical checo. Esta colección representa la historia y los paisajes de la patria natal de Smetana y es sin duda su obra más conocida. El recorrido del río con sus precipitaciones y su desembocadura sonó con vigor en la OSPA, que cuidó con Milanov al frente el aliento descriptivo de esta obra, que nos transporta a entornos naturales y populares a través de temas musicales conocidos, que la orquesta trató con plasticidad en el desarrollo de la pieza.

No menos reconocibles son las melodías de Chaikovsky de su obertura "Romeo y Julieta": una fantasía cuyos temas representan a personajes y episodios del drama de Shakespeare. Aquí el compositor ruso nos engancha en torno al tema del amor, que asoma poco a poco con un manejo sensual y misterioso de la orquesta, con la exuberancia justa, hasta desvelarse en música el amor inocente y apasionado de los jóvenes condenados. Así, el público disfrutó de romance y hazañas en una partitura con acento trágico, a través de una paleta orquestal que se escuchó bien cohesionada y flexible en la OSPA, para recrear los diferentes episodios hasta la muerte de la pareja.

La OSPA arrancó la segunda parte con especial impulso para presentar al público asturiano la obertura de la ópera que Kabalevsky (1904-1987) escribió sobre la novela de Romain Rolland, "Colás Breugnon". Al parecer, este pórtico de la ópera ha logrado su popularidad en las salas de conciertos de parte del mundo por su agilidad rítmica y su vivo carácter, como mostró la OSPA esta semana.

No obstante, entonces la parada más esperada era la "Sexta Sinfonía" de Shostakóvich, para poner el broche de oro a la velada. Se trata de una obra que cala hondo en el público, en particular su primer movimiento, largo y contemplativo, donde Shostakóvich dejó sentir el sufrimiento del alma rusa, oprimida a fines de la década de 1930.

La interpretación de la OSPA fue "in crescendo" para levantar una versión de efecto, dolorosa, incluso hiriente, a medida que se resolvían las diferentes secciones de la obra, hasta la marcha fúnebre. Rayos de esperanza que quedaban fulminados. Así lo sentimos desde la butaca del Auditorio el viernes. De este modo, la OSPA defendió una versión plena de contrastes, profunda y en progresión constante, con unas cuerdas multicolor y un viento muy cuidado, fundamental además en los puntos de inflexión del movimiento.

El pesimismo trágico de Shostakóvich aquí se convierte en desidia, en un vacío vital que se acentúa en los otros dos movimientos, por su aparente ligereza, que resulta casi frívola, como en un ejercicio de conformismo ante las circunstancias del contexto histórico de la sinfonía. Hay que destacar el perfecto engranaje de la orquesta en estas páginas comprometidas, con las maderas al máximo nivel y un conjunto bien articulado. Con todo, la "Sexta" de Shostakóvich es una obra introspectiva, con su poder emocional que deja libre varias lecturas. Sensaciones, por tanto, a flor de piel para clausurar la temporada de la OSPA.

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