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Vida sana

Epilepsia, un desorden cerebral con notables avances terapéuticos

"Las unidades especializadas se ocupan del tratamiento de las crisis, pero también procuran que sus pacientes hagan una vida normal", afirma Alberto García, neurólogo del Hospital Central

Epilepsia, un desorden cerebral con notables avances terapéuticos

Una alteración cerebral con consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales. La epilepsia es una enfermedad insidiosa para la que, sin embargo, están surgiendo nuevos tratamientos encaminados a normalizar la vida del paciente. Sus características definitorias son explicadas por el neurólogo Alberto García Martínez, corresponsable de la unidad de epilepsia del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

¿Qué es?

Epilepsia es el nombre de un desorden cerebral caracterizado principalmente por interrupciones recurrentes e impredecibles de la función cerebral normal: las llamadas crisis epilépticas. No es una enfermedad única: más bien se trata de diferentes procesos que indican una disfunción del cerebro cuyas causas son muy distintas. Se define como un "desorden cerebral caracterizado por una predisposición duradera para generar crisis epilépticas y por las consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales que ello conlleva". Esta definición requiere que, al menos, haya ocurrido una crisis epiléptica. Las unidades de epilepsia actuales se ocupan del tratamiento de las crisis, por supuesto, pero también procuran que sus pacientes hagan una vida normal. Aspectos tan distintos como el embarazo, la seguridad en el trabajo, las discapacidades, los permisos de conducir o la educación, son cuestiones cotidianas en una consulta de epilepsia.

Síntomas

El principal es la crisis epiléptica definida como "una situación transitoria que se inicia y finaliza de manera súbita y consiste en signos (visibles por el paciente o por los testigos) y/o síntomas (percibidos sólo por el paciente) que son debidos a una actividad anormalmente excesiva y síncrona de las neuronas cerebrales". Las características con las que se presenta dependen del lugar cerebral en donde se inicia la crisis. Existe un amplio rango de posibles manifestaciones. Pueden afectar funciones sensoriales (ilusiones visuales, auditivas, olfativas, gustativas, sensitivas), motoras (movimientos y posturas involuntarias de distintos segmentos corporales), cognitivas (alteraciones en la percepción, atención, lenguaje, emociones), de la memoria (sensaciones de "ya visto" o "ya vivido"). Pueden provocar una interrupción transitoria de la conciencia acompañada de conductas automáticas. Y, por último, pueden manifestarse como una convulsión generalizada, situación en la que la mayor parte de la población no tiene duda en identificar una crisis como epiléptica.

Prevalencia

En la mayoría de los estudios, el número de pacientes epilépticos por cada mil habitantes en los países industrializados varía entre 4 y 8. La incidencia es muy variable según el grupo de edad que se considere. En general, la incidencia relacionada con la edad muestra dos picos bien diferenciados. El primero ocurre en edad pediátrica. A partir de estas edades, el número de nuevos pacientes disminuye en la adolescencia y en el adulto joven para volver a aumentar de manera exponencial en el anciano por que acompañan a las enfermedades propias de esta edad como las demencias o los ictus. El aumento en la esperanza de vida conlleva un aumento en el número de casos.

Factores hereditarios

Las epilepsias se dividen en tres grandes grupos. El primero es el de las epilepsias sintomáticas, por ejemplo, las secundarias a una cicatriz cerebral provocada por un traumatismo. Se diagnostican fácilmente mediante las pruebas de imagen (resonancia y escáner cerebral). Un segundo grupo es el de las llamadas epilepsias criptogénicas, clínicamente indistinguibles de las anteriores, pero en este caso las pruebas de imagen son normales. Se sospecha una lesión, quizá a nivel celular, no visible con los métodos de estudio actuales; de ahí su denominación ("escondidas"). El tercer gran grupo es el de las epilepsias idiopáticas. Suponen entre el 20 y el 25 por ciento del total, y una de sus características es la tendencia a aparecer varios casos en una misma familia. Se supone que el origen es genético, normalmente no se heredan de padres a hijos ni siquiera de abuelos a nietos, su expresión en un individuo determinado depende probablemente de distintos factores. Por último, existen unos pocos casos cuya herencia es de tipo mendeliano, incluso dominante, apareciendo generación tras generación, pero representan un porcentaje muy bajo.

Mujeres y varones

En la mayor parte de los estudios, la incidencia y la prevalencia de la epilepsia es mayor en varones. Este hecho se atribuye a que determinados factores de riesgo, como los traumatismos o el ictus, predominan en el sexo masculino.

Tendencias sociales

Precipitantes de crisis son aquellas circunstancias que preceden el inicio de un ataque epiléptico y son consideradas, tanto por el neurólogo como por el paciente, una posible explicación de por qué la crisis ocurrió en ese momento y no antes ó después. La privación de sueño es un factor bien descrito en algunas epilepsias idiopáticas. El abuso de alcohol puede desencadenar crisis en dos situaciones. En pacientes alcohólicos crónicos pueden aparecer crisis después de la ingesta aguda de destilados con alta graduación, aunque es más frecuente que aparezcan en situaciones de abandono de la ingesta habitual. En pacientes no alcohólicos, las crisis pueden precipitarse después del consumo excesivo de alcohol, sobre todo si se acompaña de sueño insuficiente. Probablemente la causa más frecuente en pacientes epilépticos es el incumplimiento del tratamiento prescrito. Un curioso grupo de epilepsias es el de las llamadas epilepsias reflejas. En este grupo, las crisis se desencadenan a causa de determinados estímulos, las más comunes son las desencadenadas por estímulos lumínicos, incluyendo la televisión y los videojuegos. El diagnóstico se realiza fácilmente durante la realización de un electroencefalograma. Sólo deben tomarse medidas adicionales en este grupo de pacientes; en el resto, estos estímulos son completamente inofensivos.

¡Al médico!

La mayoría de los pacientes buscan consejo médico después de una primera crisis o cuando estos episodios se repiten de manera similar a lo largo del tiempo. Existen casos, sin embargo, en los que el diagnóstico se retrasa años por la peculiaridad de los síntomas, que son atribuidos a otras causas, por ejemplo ataques de ansiedad. Si existe la menor duda acerca de la naturaleza epiléptica de un suceso, se debe acudir al médico, sobre todo por que las causas subyacentes son muy diferentes y exigen soluciones distintas. El diagnóstico y el tratamiento corresponden al neurólogo. Cuando el paciente se controla adecuadamente, acude a la consulta de epilepsia una vez al año. Entre visitas, es el médico de atención primaria quien realiza el seguimiento y los análisis. Si el control no es completo, el paciente debe acudir periódicamente hasta que la situación resulte lo más estable posible.

Tratamientos

En el último cuarto del siglo XIX comienza a utilizarse el bromuro como antiepiléptico. En 1912 se sintetiza el fenobarbital, un fármaco todavía utilizado por alguno de nuestros pacientes con una larga historia de epilepsia. En 1935 se descubre la actividad antiepiléptica de la fenitoína. Hasta 1970, se suman al vademécum antiepiléptico la carbamazepina y el valproato. Éstos son los fármacos considerados clásicos. En las siguientes décadas, se sintetizan alrededor de una decena de medicamentos considerados de segunda generación y en los últimos 15 años los de tercera generación. En total disponemos de unos 25 fármacos, diferenciados por su mecanismo de acción. Cuando a un paciente se le administra por primera vez un antiepiléptico adecuado a su tipo de epilepsia, en el 50 por ciento de los casos se controlan las crisis por completo. Si esto no ocurre, se cambia por otro o se añade un segundo antiepiléptico al primer tratamiento. Con esta medida se van a controlar un 20 por ciento más. En el 30 por ciento restante se plantea el tratamiento quirúrgico, no siempre posible, aunque con resultados espectaculares en casos seleccionados. En los próximos meses, aumentará el arsenal terapéutico con dos nuevas moléculas.

Efectos secundarios

Son de tres tipos. En primer lugar y con mayor frecuencia, se encuentran los efectos dosis dependientes: aparecen al poco tiempo de iniciar el tratamiento y desaparecen al crearse tolerancia o al disminuir la dosis. En segundo, los efectos crónicos, que aparecen meses o años después de comenzar el tratamiento y a veces son muy difíciles de identificar, un motivo más para que las revisiones periódicas sean aconsejables. Por último, y afortunadamente con muy poca frecuencia por su extrema gravedad, existen los llamados efectos idiosincrásicos, mediados por mecanismos de tipo alérgico.

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