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Una huella imborrable

La huella teresiana transcurre por 17 municipios, los que visitó la andariega religiosa desde que emprendió la reforma del Carmelo tras pasar 27 años en el monasterio de la Encarnación de su Ávila natal en la orden de las Carmelitas.

De Ávila pasó a Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de La Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos. En todos dejó su impronta reformista. A pesar de la oposición que encontró en la propia Iglesia.

En Medina del Campo, donde conoció a San Juan de la Cruz, se conserva el convento de los Padres Carmelitas Descalzos dedicado al místico y construido por la orden de las Agustinas Recoletas gracias al patrocinio del clérigo medinense Bernardo Caballero de Paredes (1592-1661), inquisidor de Toledo y obispo de Lérida y Oviedo.

Con la desamortización de Mendizábal, las Agustinas tuvieron que abandonar el edificio en 1838 y no fue hasta 1891 cuando los Carmelitas Descalzos obtuvieron la cesión del convento para establecer la orden en Medina del Campo.

La capilla de San Juan de La Cruz, donde el religioso cantó su primera misa en el desaparecido Monasterio Carmelita de Santa Ana, demuestra la vinculación permanente del místico abulense con la villa en la que residió su pobrísima familia y donde él mismo prestó sus servicios como monaguillo en el Convento de Santa María Magdalena.

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