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La maga de la campaña de Trump

Hope Hicks, blanca, anglosajona y protestante de 26 años, es la estratega que lleva al empresario a liderar las encuestas de popularidad entre los aspirantes republicanos a la candidatura presidencial

Donald Trump.

Hope (Esperanza) fue uno de los lemas que usó Obama en su primera campaña. Hope Hicks es la mujer más cercana a Donald Trump, exceptuando a las de su familia. Es su asesora de prensa y estratega de una campaña que, a golpe de dólares y polémica, ha llevado al macroempresario a liderar las encuestas entre los aspirantes a la nominación para la candidatura presidencial por el Partido Republicano. Hope, que ocupa un lugar privilegiado en el avión de Trump y pasa los viajes trabajando con el portátil, maneja los medios y las redes sociales como nadie.

Hicks es mucho más que una consejera de prensa. Lleva las relaciones con los medios de comunicación y también es asesora corporativa del imperio empresarial. Se lleva de cine con Ivanka, la hija que el magnate tuvo con Ivana, su primera mujer, empresaria, socialité, modelo y vicepresidenta de la Real Estate Development and Acquisitions de la Trump Organization.

La discreta y astuta Hicks -una espectacular morena de ojos azules a la que se compara en Estados Unidos a la modelo Hilary Rhoda, uno de los rostros de la firma Estée Lauder- sigue siendo un personaje prácticamente desconocido en la campaña. Pero siempre está ahí, vigilando, controlando y sugiriendo ideas para que Trump protagonice titulares y las columnas de opinión más influyentes.

La relación laboral con la familia comenzó en 2012, cuando la joven, natural de Greenwich (Connecticut), comenzó a trabajar para la firma Hiltzik en cuentas relacionadas con las vastas propiedades inmobiliarias y eventos de moda del imperio Trump.

Sus amigos y excolegas la describen como una profesional seria y leal. Hasta ahora se ha negado a dar entrevistas. La juventud corre a su favor, porque si el jefe de campaña Corey Lewandowski y otros asesores de Trump se juegan el prestigio en esta truculenta campaña, a la desconocida Hicks solamente le dará popularidad, proyección y puntos a favor en uno de los mayores emporios empresariales del mundo, independientemente de lo que ocurra con el candidato.

De momento, Trump ha pasado de ser el elemento pintoresco de la campaña a copar un protagonismo que algunos no acaban de entender. Hay analistas que sugieren que detrás de este ascenso fulgurante del neoyorquino está la familia Bush, que apoyaría a Donald, para lanzar a Jeb Bush al ruedo y conseguir, de paso, el respaldo de los seguidores que el magnate suma cada día.

Algo así hicieron Obama y Hillary Clinton en la primera campaña. En ese caso queda por ver si Trump sería también nombrado secretario de Estado, como lo fue Hillary, como premio a la fidelidad. Al propietario de la Trump Tower y de decenas de hoteles y edificios como el ostentoso Club Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida), le interesan más las cuestiones internas -como la inmigración- que la política internacional y la diplomacia.

Hicks sigue los pasos de su exjefe, Matthew Hiltzik, conocido por sus vínculos políticos y con el mundo de Hollywood, que ha trabajado para Hillary Clinton y para el productor de cine Harvey Weinstein, entre otros. Hiltzik la pone por las nubes: "Hope tiene una gran sensibilidad y lo ha demostrado en situaciones que requieren atención al detalle", aseguró en declaraciones al "Washington Post".

En casa también ha tenido una buena escuela. Su padre, Paul B. Hicks III, es vicepresidente ejecutivo de comunicaciones en la NFL, National Football League (en español: Liga Nacional de Fútbol Americano) y mano derecha de su gran jefe, Roger Goodell, casi tan polémico como Trump, envuelto en un reciente escándalo por la suspensión de cuatro partidos a Tom Brady, de los New England Patriots y marido de la modelo brasileña Gisele Bündchen.

Hicks también ejerció como director general de Ogilvy Public Relations. Su difunto abuelo, Paul Hicks II, fue vicepresidente y gerente general de relaciones públicas de la petrolera Texaco. La familia materna ha dado algún político de renombre. El abuelo Cavender trabajó como administrador adjunto del Departamento de Agricultura durante los gobiernos de Johnson y Nixon. La abuela materna era funcionaria en el Departamento de Transporte.

Si Trump fuese elegido presidente, Hicks podría instalarse, de su mano, en la ciudad donde vivieron sus padres los primeros años de matrimonio, celebrado en 1982. Paul Hicks y Caye Cavender fueron asesores de los exmiembros de la Cámara de Representantes Stewart B. McKinney, de Connecticut, y Edward Jones, de Tennessee, ambos republicanos pata negra.

Para que eso ocurra queda un largo camino lleno de escollos, el primero de ellos, ganar la nominación en unas primarias abiertas en las que puede votar todo el que se inscriba.

Habrá que ver hasta dónde llega el poderío del tándem Trump-Hicks.

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