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Tiburones, más allá del miedo

Varias especies de grandes escualos habitan en el Cantábrico asturiano, y algunas, como el marrajo y la tintorera, tienen fama de agresivas, aunque no consta ningún ataque a seres humanos

Tiburones, más allá del miedo

Los tiburones son uno de los grupos animales más temidos y con peor prensa. La sóla mención de su nombre provoca escalofríos en la mayoría de las personas. Ciertamente, son temibles depredadores y las especies de mayor tamaño poseen un aspecto imponente, una enorme fuerza y unas mandíbulas aterradoras. Pero su realidad tiene poco que ver con la imagen pública consolidada por la película "Tiburón", de Steven Spielberg (por otro lado, una excelente ficción de Hollywood). No son devoradores de hombres; sólo contadas especies, en determinados lugares y en circunstancias concretas atacan y matan seres humanos. Sin embargo, los mitos son persistentes y arraigan con gran firmeza en el imaginario colectivo.

Trasladada la cuestión al ámbito regional asturiano, en los puertos de mar hay varias especies de escualos, en particular el marrajo, la tintorera y el tiburón martillo, que tienen fama de agresivas hacia las personas, aunque no existe constancia de ningún ataque. Las tres pertenecen a la categoría de grandes tiburones, si bien están muy lejos en tamaño del gigante del grupo en el Cantábrico: el tiburón peregrino, de hasta 12 o 15 metros de longitud, según las fuentes (otras incluso duplican esas dimensiones), que lo convierten en el segundo pez más grande del mundo. Un apacible vagabundo oceánico que se alimenta de zooplancton filtrando enormes volúmenes de agua, lo opuesto al carácter fiero e impulsivo que se atribuye por defecto a estos peces. Tenido tradicionalmente por una rareza en el Cantábrico, la información actual sugiere que no lo es tanto, como apoya, por otro lado, el mito de la "culebrona", una serpiente marina gigantesca, cuyos supuestos cadáveres orillados en las playas no serían más que las columnas vertebrales cartilaginosas de tiburones peregrinos envueltas en despojos de carne y piel.

El segundo lugar en el ranking de los grandes tiburones asturianos lo ocupa la cañabota gris, también alejada de la imagen típica de estos animales, la del gran tiburón blanco (de nuevo la influencia del cliché cinematográfico), que representan en nuestras aguas el marrajo, el cailón, el cazón y la tintorera, todos ellos de cuerpo fusiforme y en el rango de los 3-4 metros, y todos bien conocidos de los pescadores. Esas dimensiones corresponden también a la especie más peculiar (y más rara en Asturias): el tiburón martillo, con una extraña cabeza ensanchada lateralmente a modo de martillo. Más pequeño, pero no menos extraño, el angelote semeja una raya por su cuerpo deprimido, con los ojos en la parte dorsal de la cabeza, y por los aguijones que cubren parte de su espalda, así como por su técnica de pesca, acechando a sus presas semienterrado en lechos de arena.

Al margen de sus diferencias, todos los tiburones comparten un diseño biológico antiguo y exitoso, que los hay llevado a dominar los mares. Pero no son invulnerables: la pesca (sobre todo para abastecer el mercado de aletas de tiburón) los está diezmando.

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