La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Historiador

Los 500 del monte

En Asturias se concentró en torno a medio millar de guerrilleros antifranquistas de los 7.000 que resistieron de toda España, según documenta Ramón García Piñeiro en "Luchadores del ocaso"

Los 500 del monte

La derrota republicana consumada en abril de 1939 no siempre supuso el final de las operaciones de resistencia armada contra el régimen franquista vencedor. Al contrario, hasta 1952 pervivió en muchas zonas una actividad opositora de distinto grado de violencia que tuvo diversos protagonistas más o menos mezclados: primero los huidos o emboscados (militantes republicanos atrapados en zona enemiga durante la guerra), luego los guerrilleros (vencidos que se negaron a entregar las armas a partir de 1939) y finalmente los llamados "maquis" (en su mayoría militantes que regresaron del exilio francés entre 1944 y 1945 con la idea de repetir en España el éxito insurreccional logrado en el país vecino).

Como es lógico, la historia de ese fenómeno guerrillero ha sido contada de manera muy diferente por la historiografía, según las simpatías o antipatías del cronista. Al menos hasta hace poco.

Así, por ejemplo, para el teniente coronel de la Guardia Civil Francisco Aguado Sánchez ("El maquis en España", Madrid, editorial San Martín, 1975) eran básicamente bandoleros guiados por su incultura, su odio y su ingenuidad política suicida. Y el resultado de su reprobable actuación sólo habría cosechado la muerte de 953 civiles inocentes, 257 guardias civiles, 27 soldados y 23 policías que cumplieron con su deber combatiendo sus delitos. Como contrapartida, esas fuerzas guerrilleras sin justificación política habrían pagado un precio de sangre considerable: 2.173 guerrilleros muertos, 3.400 capturados o arrestados y 19.444 cómplices detenidos y procesados.

La respuesta de la oposición antifranquista a ese relato denigratorio tuvo su primera versión significativa en la crónica escrita en el exilio por el historiador comunista Andrés Sorel ("Búsqueda, reconstrucción e historia de la guerrilla española del siglo XX", París, Ebro, 1970). La obra ofrecía la otra cara de la moneda y presentaba la resistencia armada guerrillera como una labor heroica, humanamente comprensible y políticamente legítima a pesar de sus fracasos postreros. El mismo tenor admirativo se advierte en el trabajo de Carlos J. Kaiser ("La guerrilla antifranquista", Madrid, Ediciones 69, 1976), que es una réplica explícita al trabajo de Aguado Sánchez y reivindica la condición de guerrilleros de los supuestos bandoleros porque eran "hombres que, fundamentalmente movidos por un ideal político, combatieron en contra del Gobierno" de una dictadura ilegítima.

Entre esos extremos interpretativos ha venido fluctuando la historia de la guerrilla antifranquista hasta hace pocos años, cuando la lenta labor historiográfica de búsqueda, análisis e interpretación de un vasto cuerpo documental y testimonial ha permitido ofrecer una panorámica más profunda y compleja del fenómeno. En este campo, obras cimeras como la de Secundino Serrano ("Maquis: historia de la guerrilla antifranquista", Madrid, Temas de Hoy, 2002) ocupan un lugar privilegiado por su buen hacer.

Dentro de esta corriente historiográfica renovadora cabe situar el reciente trabajo firmado por el historiador Ramón García Piñeiro (Sotrondio, 1961), autor de un ya considerable acervo de estudios sobre la Asturias del siglo XX muy relevante: "Los mineros asturianos bajo el franquismo" (Madrid, Fundación Primero de Mayo, 1990) y "Mineros, sindicalismo y huelgas. La Federación Estatal Minera de CC OO" (Oviedo, KRK, 2008). Se trata de una exhaustiva historia de la guerrilla antifranquista en Asturias desde la caída del frente norteño, en octubre de 1937, hasta su disolución por agotamiento en torno a 1952.

Como demuestra García Piñeiro, el fenómeno guerrillero tuvo en Asturias una importancia muy destacable por razones poderosas. Ante todo, porque existía una base de apoyo popular en virtud de la simpatía por la izquierda mayoritaria en la región, sobre todo en las cuencas mineras (zona de mayor localización de actividad guerrillera, junto con las cumbres de la cordillera Cantábrica). En segundo orden, porque existía un grupo activo de militantes que tenían mucho que perder si caían en poder del enemigo (razón del emboscamiento inicial de hasta 15.000 personas en octubre de 1937, aunque la cifra de guerrilleros acabaría siendo de poco más de medio millar en los años cuarenta). Finalmente, porque "ninguna región de España ofreció a los emboscados de posguerra unas condiciones de subsistencia tan propicias": intrincada orografía y densidad de manto vegetal que favorecían el escondite y dificultaban su persecución.

En todo caso, la guerrilla asturiana trató de actuar como "un remedo de ejército popular, pero sin intendencia e incrustado en un territorio controlado por su adversario". Y consiguió sólo a medias sus objetivos porque siempre fue una opción forzada más que voluntaria, muy poco apoyada por el exterior ("las armas y la munición fueron sus principales carencias") y sólo sostenida por una red de familias y simpatizantes muy castigada y vigilada (5.000 personas fueron procesadas por colaboración con la guerrilla en la región). Por eso mismo su actuación acabaría estando "reducida a poco más que la defensa personal y la supervivencia" y su destino fue particularmente trágico: "Casi todos sucumbieron de forma violenta, por conflictos internos, traicionados, en combate, pasados por las armas o agarrotados".

El trabajo de García Piñeiro revela de manera incontestable que la guerrilla asturiana fue un fenómeno notable en el plano nacional, y no sólo por su número de efectivos (ese medio millar destaca en el conjunto de no más de 7.000 guerrilleros en toda España a mediados de los años cuarenta). Si Aguado Sánchez reconocía que 148 de los 953 "asesinatos" de civiles cometidos en toda España entre 1943 y 1952 habían tenido lugar en Asturias (el 15 por ciento del total), García Piñeiro demuestra que la cifra exacta en ese periodo fue de 190 víctimas. Aun más: "La inclusión de las ejecuciones realizadas entre noviembre de 1937 y diciembre de 1942 elevaría el saldo de víctimas mortales a 339, una cifra sin parangón en el resto de España".

En resolución, estamos ante una gran obra que recoge con precisión los nombres, contextos y avatares de unos hombres (y algunas mujeres) azotados por un destino trágico y que llegaron a constituir, como recordaba hace tiempo Paul Preston (prólogo a Francisco Moreno, "La resistencia armada contra Franco", Barcelona, Crítica, 2001), "una constante molestia para el régimen franquista". Pero que tampoco fueron nunca "una amenaza para la dictadura". En realidad, siempre según Preston, porque la guerrilla, también en Asturias, fue mayormente "la única respuesta posible a la represión franquista", más que una opción estratégica y militar viable después de 1939. Por eso, "a largo plazo, la guerrilla estaba condenada al fracaso". De ahí su tragedia y su ocaso. De ahí también lo fascinante de su penosa historia.

Compartir el artículo

stats