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Llanes-Vegadeo, como ir a Nueva York

Recorrer en tren la costa asturiana es un viaje de catorce horas, ida y vuelta, marcado por una gran belleza paisajística y una lentitud que sólo lo hace apto para pasajeros sin prisa

Una mujer observa desde la ventanilla del tren la villa de Luarca. teresa suárez

Después de más de siete horas de viaje, pisar Vegadeo es un placer. Dar la vuelta a Asturias en un tren de Feve tiene tanto de ensueño como de desaliento. El viajero disfruta de un espectáculo paisajístico, que en tiempo cuesta más de siete horas, y eso sin contar los minutos que emplea en hacer el transbordo. Una pesadilla para los que han nacido con el concepto "prisa" debajo del brazo. Todavía más deprimente es el billete de ida y vuelta, cuya aventura dura el doble: catorce horas. Justo lo que se invierte en ir a Nueva York en avión o a Bruselas en coche. "Esto es tercermundista. Tarda muchísimo", se queja el gijonés Rafael Escandón, uno de los muchos pasajeros que charlaron con LA NUEVA ESPAÑA en su viaje en tren por el Principado. El ovetense Jesús Fernández echa humo cada vez que le preguntan por una de las mejores redes ferroviarias de España, ahora en decadencia. Desde el inicio de la crisis, la compañía ha perdido el cuarenta por ciento de sus viajeros. "Nos obligan a no usarlo más. Hay retrasos prácticamente todos los días del año y suspenden trenes sin avisar", dice Fernández, con el ceño fruncido, pendiente de su parada: Meres. A la lista de protestas se suman el mal estado de los vagones, una constante banda sonora de ruidos y la falta de aire acondicionado.

Pese a todo, hay quienes siguen siendo fieles a Feve. Antonio Braña y María de los Ángeles Humero, ambos de 75 años, van de Gijón a Vegadeo sobre raíles. Para ellos, cuatro horas de viaje es "un paseo". "Yo ya no estoy para llevar el coche, me duelen las cervicales", sostiene el hombre. "Tenemos una casa en Vegadeo y de vez en cuando venimos en tren. No tenemos prisa, vamos viendo el paisaje que es muy bonito", dice el matrimonio, cogido de la mano. En eso del paisaje tienen razón. Porque un viaje por el Cantábrico en Feve es sencillamente maravilloso. El turista tan pronto ve el mar como pastos y agrestes montañas. Todo ello, acompañado de historias como las que vienen a continuación, hace que la odisea resulte única.

Esa aventura comienza a las ocho y media de la mañana en la estación de Oviedo. La línea que hay coger es la de Santander para bajarse tres horas después en Llanes. Aunque el trayecto no es demasiado largo, el billete de ida no es precisamente barato: 8,55 euros, que hay que pagar en efectivo, ya que la empresa no admite tarjetas de crédito. El tren espera a sus pasajeros en el anden número dos. Se trata de un convoy de unos diez años de antigüedad cubierto de grafitis. En su interior reina el silencio. Sentadas hay unas siete personas; uno escucha música, otro lee un libro, otro hace crucigramas... Arranca el tren entre los rayos del sol. Va despacio. La voz de un hombre y una mujer rompen, con una ñoña entonación, el silencio: "Próxima parada: La Corredoria". El ambiente se anima a partir de El Berrón, donde sube un grupo de adolescentes con ganas de fiesta. "Vamos a Arriondas a bajar el Sella", dice Borja Pérez, que lleva unas modernas gafas de sol con cristal de reflejo. "Hemos tomado unos cacharros para desayunar y manejar mejor las piraguas", bromea otro joven, Iván García.

Al ovetense Jorge Pérez, que está sentado unos asientos más atrás, parece darle igual que aquel grupo de chavales griten e incluso pongan música a todo volumen. Él está inmerso en la lectura de LA NUEVA ESPAÑA. "Cada dos días, cojo el tren para ir a Arriondas. Tengo una casa en Fuentes y la estoy arreglando", cuenta el hombre, sin dejar de mirar el periódico. "El servicio es regular. Los trenes no son puntuales y algunos están muy deteriorados", dice Pérez, que lleva una gorra con los colores de la bandera de Venezuela. La curiosidad pica. "Estuve cincuenta años allí, trabajando de todo un poco. Fue carpintero, albañil... Por eso estoy yo solo arreglando la casa", sostiene.

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