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Cien asturianos entre los 20 y los 45 años diseccionan Asturias

La "generación del cambio" ve una región vieja en ideas pero la mejor para vivir

Lo bueno: el carácter acogedor, solidario y trabajador de la gente, la diversidad del paisaje y la comida | Lo malo: la escasa valoración del talento, la baja autoestima y la resistencia al cambio

Una joven pareja, en el Día de Asturias, con camisetas con la bandera del Principado. miki lópez

Qué felicísima insatisfacción. Así se sienten los asturianos de entre 20 y 40 años; los jóvenes líderes o profesionales de referencia, cada uno en su ámbito, que están a punto de tomar las riendas de esta región. Asturias les produce aquello que Lesbia suscitaba al poeta romano Catulo: "Odio y amo/ Quizá te preguntes / cómo puedo hacer eso. / No lo sé. / Pero es lo que siento, y me torturo". Aman a Asturias -sobre todo su paisaje, el carácter de sus gentes, la excelente comida-, pero aborrecen y se torturan por la falta de perspectivas económicas, por el "envejecimiento de las ideas" al que está sometida la región, por el "regate corto" de una clase política sin líderes que tracen un horizonte esperanzador y claro, por el conservadurismo de la mayoría a la hora de cambiar o de abrirse al extranjero, por su destructivo localismo...

Eso es, en un brevísimo resumen, lo que sienten cien jóvenes asturianos que han sido encuestados por LA NUEVA ESPAÑA con motivo de la celebración, el próximo martes, 8 de septiembre, del Día de Asturias. Se les preguntó qué es lo mejor y lo peor que tiene la región que habitan y entre todos dibujaron un panorama donde, sobre un fondo de notable satisfacción -deleite casi secreto del que se siente avecindado en el paraíso natural-, ven flotar un puñado de nubarrones que no se van, no se van y llevan décadas ahí.

Se supone que los que ahora están entre los 20 y los 40 años, incluso los más "viejunos" de la escala, nacieron entre pantallas y dieron sus primeros pasos sobre el asfalto; dejaron atrás muriéndose aquella Asturias campesina de boinas y balagares. Se supone que son peces de ciudad que deberían vivir siempre muy atentos a sus smartphones, formando parte de los llamados "cabezabajo", esa tribu global que camina cabizbaja, atentos todos a la pantalla del móvil, tecleando con el mundo entero. Pero no es así. Una mayoría de las respuestas de esta consulta centenaria reflejan que los jóvenes asturianos levantan bastante la mirada y son plenamente conscientes de la belleza y diversidad paisajística que tiñe el pequeño rincón de España donde viven.

Lo mejor, el paisaje. Lo mejor, el paisaje. Lo mejor, el paisaje. Lo repiten en sus respuestas, de una u otra manera, prácticamente todos. El amor por la tierra verde, arrugada, tan estrechamente unida al mar, tan pequeñina pero tan galana, aflora en decenas de respuestas. Hay quien piensa -lo decía, por ejemplo, Dionisio de la Huerta, impulsor del Descenso Internacional del Sella- que ese enamoramiento radical del asturiano con la tierra que lo parió es, acaso, la única característica definitiva de los habitantes del Principado. De la Huerta, que viajó mucho, escuchó a campesinos de todo el mundo maldecir el pedazo de prado que les había tocado en suerte. A todos menos a los asturianos.

Sí. Tras leer esta encuesta detenidamente, queda claro que el romance verde continúa. Estamos enamorados de nuestra tierra, pero también estamos enamorados de nosotros mismos. Lo mejor de Asturias son los asturianos. En las respuestas no se ahorran calificativos: somos solidarios, luchadores, "bregadores", amables, acogedores, divertidos, abiertos, trabajadores, buena gente... No tenemos abuela, en resumen. Y si se trata de hablar de lo bien que se come, los elogios causan empacho. ¿Fartura de narcisismo ?

No. Ahora viene la flagelación. Unos se preguntan qué pasa con las élites de este Principado, que andan al regate corto y no levantan la cabeza "ni por equivocación". Otros se quejan de que no hay líderes que tengan "una visión estructurada del territorio y con objetivos claros". Hay quien dice que lo mejor de Asturias son los asturianos, pero también lo peor, por su "complejo de inferioridad generalizado". Desde luego, se puede decir de todo de los asturianos menos que no son autocríticos. Nos decimos que no valoramos el talento local y que apreciamos más lo que viene de fuera, que matamos la creatividad en esta región y el dinamismo; que hay poca colaboración empresarial y tememos al cambio, que somos conservadores que pasamos de reinventarnos y de salir al ruedo del mercado global. Y decimos, además, que tenemos malas comunicaciones (ese cantar que no falte nunca), aunque la nueva generación se fija más en la conexión por avión con el extranjero.

Con humor (la coña es cosa muy asturiana), el radiofonista y escritor Pachi Poncela hace un resumen magistral en su respuesta: "Lo mejor y lo peor de Asturias es que ye pequeña y hay poca gente. Si fuéramos un poco más grandes seríamos los mejores. Pero también si fuéramos mucho más grandes, a ver quién nos aguantaba".

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