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"Famosos" de pelo y pluma

El creciente turismo osero, ahora en "temporada alta", con los plantígrados atiborrándose de frutos, hace de esta especie la más popular, aunque otros mamíferos y aves también atraen visitantes

Las baterías de observadores pertrechados con telescopios y de fotógrafos armados con potentes teleobjetivos son ya una imagen típica de las últimas semanas del verano en las montañas del Suroccidente, en puntos concretos, aunque cada vez más numerosos, donde es posible ver osos pardos alimentándose de los frutos de temporada. El gran carnívoro cantábrico es, sin duda, la especie de fauna más buscada por los aficionados a la observación y la fotografía de animales en su medio natural, un tipo de turismo en auge sostenido y con gran capacidad de atracción de visitantes externos, tanto españoles como extranjeros. Pero hay otras "estrellas", especies emblemáticas que por sí solas justifican una salida al campo o un viaje a larga distancia, aunque, cierto es, ninguna tan carismática como el oso, por el que los seres humanos sienten fascinación desde la Prehistoria.

El oso es la especie mediática por excelencia de la fauna asturiana, y sin rivales a su altura. Podría serlo, tal vez, el urogallo cantábrico, apartado de los focos por su delicadísima situación (probablemente abocado sin remedio a una extinción cercana), pues muchos visitantes interesados en las aves preguntan dónde es posible observarlo y se trata, a todas luces, de un ave espectacular y atractiva también para los no iniciados. Pero es impensable un planteamiento turístico de la observación de urogallos cantábricos, que no haría sino acelerar su despedida de la cordillera. Sólo cabe encomendarse al azar y tener la rara fortuna de tropezarse uno en las rutas autorizadas en hayedos y robledales.

Carisma no le falta al lobo, pero su observación es difícil y exige largos acechos en el campo a horas intempestivas, y sin seguridad de obtener recompensa. Apenas se hace nada, comercialmente, en Asturias, aunque sí existe una oferta muy consolidada en la sierra zamorana de La Culebra, donde la consideración de la especie ha cambiado, para bien, a través de los beneficios que deja el turismo lobero, y más recientemente se ha establecido con éxito la actividad en la vertiente leonesa de la cordillera Cantábrica.

Si en el caso del oso existe el riesgo de que la presión turística colisione con los intereses de conservación de la especie (sensible a la invasión humana de su medio, particularmente en épocas críticas como esta, en la que necesitan atiborrarse de comida para acumular grasas), en el del lobo, al contrario, podría ser el medio de conciliarlo con la sociedad rural, por vía de los ingresos que puede dejar el turismo lobero en alojamientos, restauración y otros servicios. Así ha ocurrido en La Culebra y en otras regiones del mundo donde el lobo atrae turistas.

Muy mediático es también el ciervo, cuyo celo, la berrea, en el que los machos inundan el monte de profundos bramidos y se enfrentan cuerna contra cuerna, se ha convertido en la oferta de turismo de fauna más extendida y popular en Asturias. Hay una abundante población de la especie y, con unas mínimas indicaciones, o contratando los servicios de las numerosas empresas que explotan este recurso, no es difícil ver a los machos de venado en las arenas (claros y bordes forestales) que eligen para exhibirse y disputarse los derechos de procreación.

También depende de las condiciones atmosféricas, en este caso, sobre todo, de los vientos, el discurrir de las migraciones y, en particular, la que atañe a las aves marinas, que desde las últimas semanas del verano y a lo largo de todo el otoño "desfilan" a miles por las aguas litorales asturianas. Es un espectáculo grandioso, aún incipiente como recurso turístico (se organizan salidas en barco, más a demanda que como oferta estandarizada), en general combinando aves marinas y cetáceos, un grupo con mucho gancho popular y que en Asturias -y en el conjunto del Cantábrico y del golfo de Vizcaya- posee una destacable diversidad y ofrece muy buenas oportunidades de avistamiento.

Otras especies de fauna con tirón no son tan llamativas ni tan conocidas por el público general, pero sí interesan mucho al turista más especializado. Por ejemplo, el treparriscos, un pájaro de alta montaña, aquí accesible, que vuelve locos a los pajareros británicos, y el picamaderos negro, el mayor pájaro carpintero de Europa, abundante en los bosques cantábricos, aunque su presencia igualmente numerosa en los Pirineos resta mucha afluencia, sobre todo por el plus que da a aquellas montañas el quebrantahuesos.

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