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Los 14.000 kilómetros del peregrino Alberto Aza

El que fuera jefe de la Casa del Rey lleva 23 años recorriendo cada verano tramos de la ruta jacobea y transmitiendo su vocación y entusiasmo andarín a sus hijos y nietos

Los 14.000 kilómetros del peregrino Alberto Aza

La vida de Alberto Aza Arias es un constante ir y venir. Les ocurre a los diplomáticos y a quienes no les asusta el camino, ni el ya recorrido ni el que está por recorrer. El que fuera máximo responsable de la Casa de Su Majestad el Rey desde 2002 hasta 2011, lleva los últimos 23 años, casi sin excepción, realizando tramos, incluso rutas enteras, del Camino de Santiago, una vocación que inculcó con éxito a sus seis hijos y que está en trance de consolidar con algunos de sus doce nietos. "Los mayores caminan todos", asegura con orgullo.

El diplomático asturiano (nació circunstancialmente en Tetuán en 1937, pero de familia y sentimiento norteños) tiene para escribir un par de libros sobre las experiencias personales que le regaló la ruta jacobea a lo largo de casi un cuarto de siglo. Este año, en agosto, recorrió en 19 jornadas (unos 460 kilómetros) un Camino casi insospechado, en el Piamonte francés desde Carcassonne a Saint Jean Pied de Port, al otro lado fronterizo de Roncesvalles. "Es una ruta preciosa, muy poco frecuentada porque no tiene aún tradición", explica.

Alberto Aza cuenta con dos acompañantes de lujo. Su esposa, Lala, y una amiga de la familia que vive en Londres pero que señala en rojo unas fechas del verano para acompañar al matrimonio. "Se puede decir que nosotros tres somos fijos, y cada año nos acompaña alguien, desde hijos a nietos y cuñados. Trato de sembrar entre los más pequeños el interés por el Camino".

En el álbum de recuerdos de Alberto Aza hay uno muy especial. "Fue en 1999, hicimos todo el Camino francés en el mes de diciembre, recogiendo a distintos miembros de la familia a lo largo de la ruta. Y entramos el día 31 de diciembre en Santiago de Compostela. Éramos un grupo de más de veinte personas, y otros diez familiares nos fueron a esperar a Santiago. Fue algo maravilloso y emocionante cruzar la Puerta del Perdón y salir todos juntos a un nuevo año, pero también a un nuevo milenio".

El Camino francés al completo, desde Roncesvalles a Santiago, lo hicieron íntegro Alberto Aza y los suyos en tres ocasiones: verano, otoño e invierno. "El Camino cambia con las estaciones". En todos los aspectos. La soledad del invierno se convierte en muchedumbre estival. La luz marca, la temperatura también. Uno peregrina acompañado de sonidos bien distintos según la estación que corresponda.

Aza cree que Asturias cuenta con un tesoro con su Camino primitivo, el que saliendo de Oviedo se adentra en el occidente asturiano hacia las tierras de Galicia. El primer Camino, dice la tradición y la leyenda. "Lo hice a mediados de los años noventa, es un paisaje asombroso, impresionante. Cuando lo recorrí apenas encontrabas peregrinos, pero ahora se está haciendo popular. Sólo falta que en una de estas aparezca una guía en los Estados Unidos y se ponga definitivamente de moda".

La experiencia andarina le permite a este licenciado en Filosofía y Letras y en Derecho por la Universidad de Oviedo comparar durezas. "Y el Camino primitivo es duro". Asegura Alberto Aza que esa primera ruta, en la que la tradición sitúa al rey asturiano Alfonso II cabalgando al encuentro de la tumba del Apóstol Santiago, se parece a la que recorrió este verano, por territorio pirenaico francés. En ambas manda, y de qué forma, la naturaleza abrumadora, el perfil de las montañas.

"El Camino sirve para conocernos mejor", apunta. Ocho llegadas a Santiago de Compostela lleva este diplomático que ha pasado por embajadas españolas en distintos destinos de África, Europa y América.

"Llegas a una pequeña iglesia, oscura y solitaria. Entras y te das cuenta de que el tiempo se quedó ahí, consolidado, en lo más profundo de la esencia de la vieja Europa".

Los caminos "eran como el internet de hoy". Los paisajes, el escenario "del nacimiento de los grandes intercambios culturales", señala Alberto Aza, quien todavía no sabe cuál va a ser la siguiente ruta. ""Ya empieza a costar trabajo, no crea... Uno que tengo pendiente es el Camino de la Ruta de la Plata, pero yo no dispongo más que del mes de agosto, y el calor por esa zona es un gran problema".

Afirma el que fuera director general para Iberoamérica que "una de las cosas buenas del Camino es que te da mucho tiempo para pensar". Y cuando se anda en compañía, para degustar el inmenso privilegio de "hablar con tus hijos. Cada año es distinto; de hecho, cuando llegas a tu destino ni siquiera tú eres la misma persona que ha iniciado la ruta".

Otro recuerdo inolvidable. "Hubo un año en que una nieta mía hizo los pocos kilómetros que separan el Monte do Gozo de la plaza del Obradoiro en Santiago colgada del brazo de su madre, con apenas veinte días de vida. Ahora ya anda por los 15 años y por supuesto ya participó en varias etapas del Camino".

Alberto Aza Arias viaja con un pequeño diario personal "que cuando lo abro, tiempo después de la experiencia, no deja nunca de sorprenderme". En se diario se van reflejando las distancias, aunque no sea exactamente una hoja de ruta. "Lo tengo muy calculado: llevo recorridos 14.000 kilómetros".

Todo hace indicar que el cuentakilómetros seguirá aumentando.

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