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Naturaleza y medicamentos

Naturaleza y medicamentos

Antes de sentarnos a comer me llevó a un aparte y sacó del bolsillo una hoja de papel cuché doblada en cuatro que parecía haber habitado allí mucho tiempo. La desplegó y me preguntó: ¿es esto mejor que el omeprazol? Vi las palabras mágicas, aloe vera, no leí más y le contesté rotundamente: no. Cerró la hoja, se la embolsó y creo que dijo "ya me parecía a mí, pero quería comprobarlo".

La verdad es que ignoro las propiedades protectoras del estómago de la aloe vera. Conozco las del omeprazol, un medicamento fantástico que barrió a la ranitidina. Ésta fue el primer medicamento creado para llegar a una diana molecular, por lo que le valió a su diseñador el premio Nobel. La ranitidina abrió el camino de una nueva forma terapéutica que tiene en el cáncer su mejor espacio, pero también en otras enfermedades como las reumáticas. Bloquea unos receptores en el estómago evitando el exceso de ácido. Entonces, en la década de los setenta, aún no se sabía que la úlcera de estómago está producida por una bacteria, "Helicobacter pylori". Su ritmo estacional la hace más activa en los equinoccios, de ahí que la úlcera tuviera síntomas en primavera y otoño, una pregunta clave en la historia clínica. Se cura con antibióticos y con ellos se evita también el cáncer de estómago, en el que "Helicobacter" tiene mucho que decir. Pues unos años después de poner en el mercado la ranitidina y sus derivados, los suecos diseñaron otra molécula que inhibe la bomba de protones, evitando de esta manera la acidez. Fue famoso el conflicto entre los dos fabricantes, acusándose de tergiversar los datos para favorecer su molécula. Al final se dio la razón al omeprazol, que hoy reina en la medicina. Sobre la ranitidina tiene ventajas, especialmente para el reflujo gastroesofágico, un problema que parece que aumenta debido a la obesidad, y, como consecuencia, el cáncer de estómago y de esófago, que es dependiente de esa agresión. Es también el mejor medicamento para la dispepsia, un problema que aún no entendemos; desde luego, no está relacionado con "Helicobacter". No le pregunté a mi comensal si su intención era tomarse un omeprazol preventivo ante el banquete que nos esperaba. Desconozco estudios que hayan evaluado esa indicación, la experiencia, sin embargo, es formidable. Pero lo que me preocupó fue la insidiosa penetración de la medicina llamada natural, como si la química de las plantas fuera más cuidadosa con la nuestra. Una falacia más de nuestra fe en lo natural, lo producido sin conciencia, sin saber por qué ni cómo, frente a lo artificial, hecho por el maligno ser humano que usa y destroza la naturaleza.

Dije que no al aloe sin saberlo, pero no sin saber lo que decía. Porque los preparados que venden en las tiendas de productos naturales no están dosificados, es decir, no sabemos cuánto se toma, y la mayoría de las veces contienen además del producto reseñado, si lo tiene, otras muchas sustancias y no todas saludables. Esto ocurre porque son productos no regulados, no hay un control sobre su fabricación.

De un medicamento sabemos mucho, quizá no todo lo deseable, pero no creo que haya un producto industrial que sea sometido a tan minucioso control. Antes de ponerlo en el mercado tiene que superar tres fases, en la última, la más costosa, cae la mayoría. Ahí tiene que demostrar más eficacia que lo que hay disponible, o si no lo hubiera, que el placebo. Además, tiene que mostrar otra vez ser tolerable. Antes se estudió su dosis máxima, efectos secundarios y previamente la eficacia en laboratorio o animales. Aprobado, será objeto de control de calidad permanente. No tengo duda de que la farmaindustria es una actividad lucrativa a expensas del bolsillo del paciente o contribuyente, que se encuentra obligado a comprar. Pero debo reconocer su contribución a la salud y la controlada seguridad de sus productos. Sin embargo, la industria de la medicina natural, más lucrativa que la otra, ni contribuye a la salud, que se pueda demostrar, ni está sujeta a controles, con lo que nadie sabe lo que se toma. Por ejemplo, los productos ayurvédicos de las tiendas de Boston contienen sustancias potencialmente peligrosos según un estudio; en Ontario se vio que los populares ginkgo biloba o yerba de San Juan no era raro que en su lugar contuvieran otros productos.

No hay en España, que yo sepa, una agencia u organismo que certifique la calidad de estos suplementos dietéticos y remedios naturales. Nadie sabe lo que hay allí. Ante esa duda, lo mejor es no usarlos, al menos por boca. Además, hay suficientes pruebas hoy día que descalifican sus supuestos efectos saludables.

Entiendo que haya gente que tenga prevención contra la farmaindustria, pero eso no es un motivo para caer en las manos de otra industria, tan ávida de dinero como la otra y nada regulada.

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