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Capitalismo y salud

No cabe duda de que el capitalismo tiene importantes ventajas sobre otras formas de producción. Entre otras cosas, facilita la iniciativa personal y estimula la creatividad. El empresario que realmente crea se coloca en el borde del abismo para explorar caminos nunca hollados, lo mismo que el científico y el artista. Son personas atrevidas que arriesgan y no sólo por dinero. Porque no cabe duda de que el capitalismo se basa en el beneficio y ése es el principal objeto de la empresa. En ese camino puede, y suele, crear empleo y riqueza para la sociedad. Pero no siempre, y cuando lo hace, no siempre de una forma éticamente admisible. Por ejemplo, ahora vivimos una explotación intolerable. No todas las empresas se aprovechan de esa nutrida oferta de mano de obra, pero muchas sí lo hacen. Para evitar situaciones así, el Estado trata de regular el mercado -y no por iniciativa propia en la mayoría de los casos, pues el Gobierno suele representar o estar influido por los que se benefician de la desregulación-, empujado por una sociedad que se organiza para exigir el control. En este mundo capitalista hay expertos en ganar dinero rápido. Por ejemplo, mediante la especulación, incluso con los bienes básicos como los alimentos. Más recientemente la especulación se fijó en los medicamentos.

Aunque la medicina es un servicio y la ética de la profesión pone la atención al necesitado por encima del cobro de los honorarios, es natural que sea una actividad lucrativa. Galeno era un excelente médico, comprometido con sus pacientes, no por eso dejaba de tener una estrategia comercial, tanto para competir con sus compañeros -cuenta cómo aprovechaba sus dotes de observación para hacer diagnósticos que parecían de adivinación porque ocultaba pistas que otros no percibían- como con la venta de los remedios: junto a su clínica tenía la tienda de hierbas que él recetaba. El negocio de la farmacia empezaba a prosperar.

Hace unos años me invitaron a dar unas clases en una Universidad privada de Lima sobre sistema de salud comparados. Cuando llevaba tres días explicando los beneficios y perjuicios de las diferentes formas de organización en la salud de los ciudadanos y en las finanzas del sistema, un estudiante enfadado me dijo: "Profesor, deje ya de hablarme de esas cosas y dígame qué organización produce más beneficios, que yo represento un fondo de inversión". Esto es lo que está ocurriendo, la medicina privada está cada vez más en manos de inversionistas que sólo buscan el beneficio económico. En farmacia ha sido así desde hace mucho. Mientras se gane dinero, no importa tanto la utilidad del fármaco (para que se apruebe hay que demostrarla, pero a veces es marginal) ni si su coste puede llevar a la bancarrota al paciente o al sistema. Lo estamos viendo con los precios astronómicos, casi siempre injustificados, para los nuevos fármacos. Hemos asistido a un circo mundial con los de los medicamentos contra la hepatitis C.

La regulación del mercado no siempre se hace para favorecer a los ciudadanos. En algunos países, como en EE UU, se prohíbe al sistema público negociar los precios con la farmaindustria. Es el efecto de la presión sobre los legisladores. Pero más escandaloso es lo que está ocurriendo con algunos fármacos de uso raro y precios muy bajos. Los fabricantes apenas tienen beneficios con ellos o incluso tienen pérdidas. Las compañías de inversión vieron ahí un negocio. Compran la licencia de fabricación y comercialización e inmediatamente los ponen en el mercado por un precio varios cientos de veces más caro. Ha ocurrido con el mejor medicamento para la toxoplasmosis, uno para la tuberculosis multirresistente y otro para una parasitosis. Aunque su fabricación es libre, ya ha vencido la patente, saben que nadie se pondría a hacerlo porque el mercado es reducido y poner en marcha el proceso es muy caro. Es un mercado cautivo que descubrieron esos buitres que buscan beneficio no importa a qué coste. He visto una entrevista con el principal promotor de esta estrategia, un joven millonario experto en "hedge funds", se llama Martin Shkreli, director ejecutivo de Turing Company. Decía que los expertos en infecciosas necesitaban un nuevo fármaco contra la toxoplasmosis -algo que nadie ha solicitado- y que el precio se justifica porque invertirá en su desarrollo.

No cabe duda de que la perspectiva de beneficio es un estímulo para la inversión que permite la creatividad de los investigadores y gracias a ella se desarrollan nuevos fármacos y otra tecnología médica. Pero la salud es una cosa muy seria que no debe estar sujeta a las leyes más elementales del mercado. Aunque en principio soy partidario de que el Estado provea los servicios médicos básicos, no creo que sea buena idea que se haga cargo de la industria tecnológica. Pero como mayor comprador y a la vez responsable de la salud de los ciudadanos, debe regularlo enérgicamente. Para eso está.

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