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FEDERICO ÁLVAREZ CUERVO | Dueño de la confitería La Mallorquina de Oviedo

"Las tertulias en La Mallorquina con periodistas de LA NUEVA ESPAÑA fueron mi universidad"

"Hace muchos años abríamos hasta las tres de la madrugada porque al haber cines y bingos se creaba mucho movimiento nocturno; tampoco había televisión y había menos calefacción en los domicilios"

Federico Álvarez padre, maestro confitero.

A Federico Álvarez Cuervo (Oviedo, 1939) le sucedió lo que su tutor, Sabino Fernández Campo, le decía: "A ti, cuando eras bebé, te bajaron tus padres a La Mallorquina en el cochecito y te quedaste allí para siempre". En efecto, Federico Álvarez, descendiente de confiteros de León, continuó regentando el negocio familiar y tantos años de dedicación le han permitido conocer la vida ovetense de un modo especial desde su emplazamiento en la calle Milicias Nacionales. "Un negocio con tantos años es como un confesionario", afirma hoy al dictar sus "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA en esta entrega y en otra más, mañana, lunes. Federico Álvarez se formó en el oficio de confitero a los 17 años, tras el Bachillerato, pero "mi universidad fueron las tertulias de la noche en La Mallorquina, a las que asistían, entre otros, periodistas de La NUEVA ESPAÑA como Cepeda o Clotas, y los jóvenes, De Lillo, Graciano, Carcedo o Rafa Avello". Esas tertulias eran de doce y media de la noche a tres de la madrugada, "la hora a la que cerrábamos entonces porque al haber cine y bingos se creaba mucho movimiento nocturno; tampoco había televisión y había menos calefacción en los domicilios", evoca Federico Álvarez.

Aprender el oficio. "En mi familia ha habido ocho generaciones de pasteleros entre León y Oviedo. Mi abuelo, Apolinar Álvarez, tenía una confitería en León, pero falleció cuando mi padre tenía 10 años y se rompió la cadena de transmisión del oficio. Por eso mi padre tuvo que aprender de nuevo el oficio como oficial de otra confitería, y sin sueldo. A la vez repartía periódicos para tener algo de dinero. Años después, Camilo de Blas Heras le contrató para que viniera a Oviedo en 1914 y estuviera al frente de la nueva confitería en la calle de Jovellanos, donde tuvo a su cargo veinticinco trabajadores".

El giro hacia Uría. "Mi padre era ya un joven experimentado y al cabo de un tiempo decide ponerse por su cuenta, primero con un café que se llamaba Billares del Pasaje, justamente en el pasaje entre las calles Uría y Pelayo. De ahí pasó a la calle Covadonga y de allí, a la calle Cimadevilla, que entonces era la arteria fundamental de la ciudad. Estuvo unos años allí, hasta que observó que el giro de Oviedo era hacia aquí, por la arteria, Uría, que iba hacia la Estación del Norte. Esperó a que esta casa estuviera construida y tomó el local en alquiler en 1929, y que yo pude comprar finalmente en 1986. Hay una foto del día de la inauguración, el 1 de abril de 1929, en la que salen mi padre, mi madre, América Jimena, que era de Santa María de Ballota (Cudillero), y el perro 'Palomo'. El interior de La Mallorquina era un salón de té, como se llamaba en la época, y de estilo francés. El nombre venía de que mi padre, aun siendo leonés, hacía especialidades de Mallorca, y las mallorquinas, las telvinas y los carbayones son nuestra especialidad. Por cierto, Rafa Nadal nos promociona las mallorquinas de modo desinteresado".

Paquito, el célebre futbolista. "Nací el 8 de mayo de 1939, en el Sanatorio Miñor y gracias a don Pedro Miñor, porque vine al mundo en la primera cesárea que se hizo en Asturias. Mi madre se había quedado embarazada en dos ocasiones, hacia 1915, pero las dos criaturas se habían malogrado. Muchos años después, mi padre habla con don Pedro Miñor y éste le dice: 'No te preocupes, Federico, que esta vez vas a tener el niño porque voy a hacer una cosa nueva que se está practicando en Estados Unidos'. Y así fue la cesárea. Mi infancia se movió entre las calles Pelayo, Milicias, Palacio Valdés y el Campo San Francisco. Además, jugábamos al fútbol en el Campo Maniobras, donde se colocaban las barracas y hoy zona de Llamaquique. En la pandilla éramos un grupo de niños muy unidos. Entre ellos estaba Paquito, el célebre futbolista del Oviedo y del Valencia, internacional y luego entrenador y secretario técnico muchos años del Villarreal, cuando subió a Primera".

Los Rubín, los Tartiere y los Masaveu. "En la pandilla también estaba Paco Manjoya, cuya madre falleció de un modo terrible porque en 1952, recién inaugurado el edificio de la Jirafa por el alcalde Alonso de Nora, ella iba por la calle 19 de Julio, se desprendió una losa de la fachada, le dio en la cabeza y quedó fulminada. En la pandilla también estaban Luis Álvarez, al que llamábamos Molowny, por el jugador de fútbol, y García Poo, Poíto, protésico dental. Y con los hermanos Rubín, Enrique, en particular, iba a la casa y finca de su familia en la calle de la Lila, que hoy es un edificio municipal. Ahí pasé muchos ratos jugando al fútbol y andando en bicicleta. Incluso había un caballo y un milano, una ave grandísima. También iba a la quinta de los Tartiere, donde hoy está El Corte Inglés de Uría. Y en la calle Toreno estaba la casa de Concha Heres, donde Pedro Masaveu Peterson dio una fiesta para presentar en sociedad a su hermana, Cristina. Pedro vino a Oviedo hacia 1946, se incorporó al Colegio de la Medalla Milagrosa y de ahí pasamos los dos al Colegio Loyola, para el Bachillerato".

Una moto Soriano. "También me veía con la familia Sánchez Ocaña, con los hermanos Sofía, Juan, José y Ramón. Un tío de ellos tenía una moto Soriano, con motor Hispano Villiers, muy ancha y con ruedas pequeñas. Ver esa moto en Oviedo era una rareza y él nos daba alguna vuelta a José y a mí. Ellos vivían en el Pasaje y su padre era odontólogo en la Fábrica de Trubia, donde estaba Sabino, que le hizo una caricatura magnífica de las que él dibujaba. Y también venían a jugar con nosotros Alberto Asolari Cordero, que era italiano; Antonio el del Astoria (hijo del propietario del bar Astoria) o Luis Olay Lorenzo, traumatólogo fallecido hace poco".

Orejas de burro. "Estudié en la Milagrosa y en el Loyola, de los Escolapios. En la Milagrosa, de las Hijas de la Caridad, había una monja muy buena y otra menos buena, porque pegaba con una llave de aquellas antiguas y cuando nos portábamos mal nos ponían unas orejas de burro de cartulina y nos metían en el aula de las niñas, que era muy vergonzante. Pero también estaba esa otra monja, sor Julia, que era una maravilla de persona. En tercero de Bachillerato dejé de estudiar, pero tuve unos profesores particulares muy buenos, que me pusieron al día. La verdad es que yo ya pensaba en trabajar, pero, aunque no era un chico poco dotado para los estudios, me parecía lo más difícil del mundo permanecer horas y horas dándole a los codos. Yo veía que La Mallorquina iba a ser mi trabajo y a los 17 años mi padre me envió a Avilés para aprender el oficio de confitero con un amigo suyo. Me enseñaron desde cero y viví con aquella familia de confiteros de la confitería Pardo, que estaba subiendo por la calle Galiana. Me levantaba todos los días a las cinco de la mañana y me iba al obrador. Aprendía a hacer todo lo básico: bollería, hojaldre, batidos, manejo del horno? Fue durante el año 1956, después volví a Oviedo y mi padre, al ser yo hijo único, me dio una vida fenomenal".

Vecino y tutor. La familia de Sabino, doña María y Sabino padre, y la mía vivíamos en el mismo edificio, calle Milicias Nacionales, número 6, segundo. Ellos en la derecha y nosotros en la izquierda. Después de morir mi madre, en 1952, mi segunda madre fue doña María, la madre de Sabino, y mi padre decidió que yo tuviera un tutor, por lo que pudiera ocurrir con él o conmigo. Fue a ver a Sabino padre, se lo dijo y él replico: '¡Qué voy a ser tutor de tu hijo...! No home, no, si yes más vieyu que yo?, el tutor tien que ser Sabinín'. Sabino padre era uno o dos años mayor que el mío, y Sabinín me sacaba a mí 21 años. Por vivir a lado las familias y por ser mi tutor tuve con él una amistad del día a día y de hablar prácticamente todos los días por teléfono. Sabino había hecho la guerra y siempre contaba cómo estando él en una posición en San Lázaro, durante el cerco de Oviedo, su madre, que le quería muchísimo como hijo único, cogió un carro que era del padre de Toni, el de la Joyería Toni, y fue se fue a llevarle comida y cosas al frente. '¡Pero madre!, ¿qué haces aquí?, que hay disparos', le dijo Sabino. Después de la guerra estudió Derecho en Oviedo, con unas notas excepcionales, como las que había tenido en el Bachillerato, y después se incorporó al Ejército".

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