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"Sin Filosofía tendemos al fanatismo o, simplemente, a la bobería"

El escritor y filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939) ha revuelto el mundo de la Educación en España con las primeras propuestas que han asomado del "Libro blanco de la profesión docente" que está elaborando por encargo del ministro Íñigo Méndez de Vigo. Marina ejerce de agitador educativo para cambiar el sistema. En su último y reciente trabajo, "¡Despertad al diplodocus!", el dinosaurio es la escuela española. Marina asegura que con el presupuesto previo a la crisis -el 5% para Educación- "España puede tener un sistema educativo de alto rendimiento en cinco años". Es decir: rebajar el fracaso escolar al 10 por ciento, subir 35 puntos en PISA, un porcentaje más alto de alumnos excelentes y atender bien a todos los niños con dificultades de aprendizaje. "Es mentira que sea un problema de dinero, es cuestión de ganas y de gestión". De sus ideas de cambio, la que más resquemor ha causado en los sindicatos docentes ha sido la de vincular el sueldo del profesor a los resultados.

-¿Por qué sorprende tanto que usted proponga que ganen más los profesores que mejor lo hacen?

-Me parece algo tan profundamente sensato que estoy sorprendido por esta protesta. Lo que digo es, evidentemente, hay profesores mejores que otros y que para animar a esos otros conviene premiar al que lo hace mejor. Si todos se consideran iguales en el reconocimiento del mérito, la gente se desanima. No sólo propongo un incentivo económico. Hay otros que pueden ser más importantes: el reconocimiento social, posibilidad de ascenso dentro de la carrera, tener facilidades para pedir un año sabático para formarse mejor... Son varias cosas, pero una de ellas puede ser una compensación económica.

-En el resto de las profesiones ocurre: los mejores ganan más, y los peores, no tanto.

-Me han dicho que si creo que los docentes somos mercantilistas y que todo es por dinero. No se trata de eso. El premio económico es un tipo más de premio. Los que han protestado, fundamentalmente los sindicatos, consideraban que se producía falta de equidad. Un sindicato dijo que eso no se podía hacer porque todos los profesores eran buenos, ya que todos habían aprobado una oposición. Me quedé perplejo. Una oposición garantiza que estás capacitado para ingresar en la profesión, pero no dice nada de cómo vas a desempeñarla. Has podido trabajar mucho para pasar una oposición y luego tumbarte a la bartola. Los docentes están asustados y cuando hay algún cambio, se produce un sentimiento de autodefensa.

-¿Por qué están asustados?

-Porque la sociedad no acaba de valorarlos. Las familias, que antes eran las grandes valedoras, no acaban de conectar con ellos. También les ha maltratado la crisis. Son muchas cosas. Con el "Libro blanco de la profesión docente" trato de valorarlos. Decirle a la sociedad que nosotros somos, o deberíamos ser, su conciencia educativa. Debemos estar capacitados para que la sociedad confíe en nosotros. Eso nos va a exigir cambios. Si queremos convertirnos en una profesión de élite, porque la sociedad lo necesita, tendremos que ponernos también nosotros las pilas. Ahora hay profesores extraordinarios, pero todos son autodidactas. Nunca hemos tenido un buen sistema de formación del profesorado.

-El tópico dice que el que no vale para nada, o pone un bar o hace Magisterio.

-Es una de las cosas más tristes que he podido oír. Todos los países avanzados están planteándose si logran que el 30 por ciento de los mejores expedientes universitarios o de Secundaria vayan a la educación. Y para eso hay que reivindicar la grandeza de la tarea.

-Pero el profesor necesitará algún tipo de incentivo, aparte de esa "grandeza".

-Primero, la grandeza de la profesión y, a ser posible, que no venga nadie que no tenga vocación por el magisterio. Luego, hay que mantener esa ilusión. Las encuestas dicen que empiezan con ilusión, pero a los tres años empiezan a perderla. Para mantenerla, hay que ayudarlos. Pero también exigirles.

-¿Y esos países en que un tercio de los mejores expedientes van al magisterio cómo lo han hecho?

-Eso es lo que estamos estudiando. Casi siempre es, primero, porque es una profesión socialmente muy valorada. En segundo lugar, y aquí no sabemos si fue primero la gallina o el huevo, las notas para entrar en la carrera docente son muy altas. Quien entra, lo hace porque realmente tiene ganas de entrar. Todo eso ayuda a valorar la progresión. En tercer lugar, en el momento de ingreso, los profesores españoles ganan un poco más que la media de la OCDE. Pero el profesor español se estanca. Entra en un instituto como profesor de Matemáticas de primer ciclo y sale al cabo de cuarenta años como profesor de Matemáticas de primer ciclo. Lo único que se valora es la antigüedad. Ése es un mérito poco significativo, lo tenemos todos.

-Usted quiere cambiar toda la función pública, pues existe la impresión de que entras de funcionario y ya puedes dormir hasta el día de la jubilación.

-Eso es porque se ha entendido mal la función pública. Hay un artículo en el Estatuto de la Función Pública que dice que se podrá dar inventivos a quienes se esmeren en el cumplimiento de sus tareas. ¿Por qué cree que tiene tan mala fama la función pública? Porque no se ve que haya un espíritu de superación y de mejora. Pero eso no es culpa de los funcionarios. Es culpa de los directivos de los funcionarios. En otros países, los puestos docentes tienen que revalidarlos cada pocos años para seguir demostrando que estás en condiciones. Un poco como el carné de conducir. En algunos países, a quien no está en condiciones le insisten en que tiene que hacer algún tipo de curso, de actualización. Y en un caso extremo se puede despedir.

-¿Entonces tenemos que empezar por examinar más a los profesores?

-Eso es absolutamente evidente en todos los países. La OCDE nos lo acaba de decir. Tiene que haber evaluación de los alumnos, evaluación de los profesores, tiene que haber evaluación del centro y evaluación de todo el sistema educativo. Si no, no sabemos si lo estamos haciendo bien. Tenemos una idea casi penal de la evaluación: si te evalúan, es para castigarte. Pero la evaluación es un factor esencial para progresar. Que la evaluación de nuestros alumnos sea la reválida y la nota final es un disparate. Educativamente no vale para nada. En cambio, lo que sí vale son las evaluaciones que hacen a lo largo del proceso. En la fundación Trilema, con la que yo trabajo, nos hemos hecho cargo de cuatro colegios y a los niños de Primaria les decimos que ellos mismos se tienen que evaluar.

-Y se pondrán todos sobresaliente, supongo...

-No, no qué va. Lo hacen y vienen contentísimos. Saben que evaluarse no es un castigo. En estas escuelas tratamos de evitar esa cosa tan triste: los niños entran queriendo aprender y salen queriendo aprobar. Eso es catastrófico. Cuando se hacen así las evaluaciones, el niño sólo mira la nota. Es lo único que ve. ¿Para qué has perdido el tiempo haciendo las correcciones? ¡Pero si no las van a leer! En cambio, cuando lo que les interesa es aprender, son exigentes consigo mismos. Porque quieren progresar. Todos queremos progresar.

-¿Cómo evaluar a los profesores? Si los evaluamos por las notas que ponen, acabarán aprobando a todos.

-Que hayan dicho eso los profesores o los sindicatos es que saben muy poco de técnica de evaluación. No hay que inventar nada. Le diré seis criterios que pueden utilizarse todos al tiempo. Primero, el porfolio. Es algo más que un currículo extenso. El porfolio nos dice la evolución del profesor, qué intentos ha hecho para mejorar, cómo da las clases, cómo hace la programación, todo lo que tiene que ver con su profesión. Segundo criterio: el progreso educativo de sus alumnos, no la nota. Es decir, si un niño que saca un uno a lo largo de cursos luego saca un cuatro, desde el punto de vista de PISA sigue siendo un suspenso, pero ha progresado más que un chico fantástico que pasa de tener un nueve a tener un diez. El profesor que consigue el progreso educativo es mejor profesor. En tercer lugar: observar al profesor cómo da las clases. Cuarto: ver qué tal es la relación de los profesores con los padres. Quinto: un profesor puede ser muy bueno en su clase y luego al salir de su clase desentenderse del centro. Ese profesor no es bueno. Y el último: hay una parte de la evaluación que tiene que ver con el resultado general del centro. Nos parece muy interesante que, si el progreso de una persona está relacionado con lo que hagan sus compañeros, esta persona va a intentar que sus compañeros lo hagan mejor. Ya tenemos seis criterios.

-¿Los españoles nos hubiéramos manifestado con la misma intensidad por la Educación que por los recortes en Sanidad?

-No. La educación no interesa a nadie. A nadie más que a los padres de los alumnos. Nos acordamos de la educación como de Santa Bárbara, cuando truena. Aparecen los resultados de PISA: tres días diciendo qué desastre somos. Un alumno muerde a un profesor: ¿pero qué está pasando? Un profesor muerde a un alumno: ¡pero bueno! Hay violencia doméstica: ¿pero qué hace la escuela? ¿Usted ha visto que aparezca la escuela en la encuesta del CIS entre las preocupaciones de los españoles? Si consiguiéramos que durante un periodo de tiempo entre las tres preocupaciones de los españoles apareciera la educación yo le digo que los políticos se pondrían las pilas a toda velocidad.

-¿Son buen momento estas vísperas de elecciones para debatir sobre la Educación?

-Yo creo que sí. Por eso cuando el ministro de Educación me pidió hace un mes que si quería hacer este libro blanco le dije que sí. Ya sé que sería mejor tener más tiempo, pero como somos un país que cronifica todo, si queremos que las cosas funcionen hay que hacerlo resueltamente. Propongo como mal menor que los partidos políticos se comprometan a dejar esta ley, la LOMCE, mientras se hace un pacto educativo, que se comprometan a hacerlo en un año, y cuando se haga, se redacta una ley para 30 años. Me dicen: ¿pero cómo se va a hacer un pacto educativo en un año? Y yo digo: sí. Y para ser más sensato, en seis meses. Y si fuera aún más sensato: en tres. Todo se sabe, todo se ha pensado, todo son decisiones sobre aspectos ideológicos. Es meterlos en una habitación y decir: de aquí no salís hasta que salgáis con un pacto. Se hace en un fin de semana.

-Creo que eso no lo van a ver sus ojos.

-Pues que lo vaya entendiendo la ciudadanía, que todo esto del pacto es una tomadura de pelo. El problema es que la ciudadanía dice: si ya sabemos que nos van a engañar. Hay una especie de impunidad estructural que estamos generando todos. Es que tragamos lo que sea.

-Sorprende que un ministro le haya dado a usted carta blanca para que le revuelva el patio justo antes de unas elecciones.

-Yo creo que él no creía que se iba a revolver tanto. Pero sí le digo una cosa: no me dijo que si el libro blanco tenía que hacerlo largo o corto, o de qué tema tratar. Sólo cuándo se lo iba a entregar. El otro día me llamó y me dijo: no sabes cuánto siento el revuelo que se ha realizado, ya sabes que tienes todo mi apoyo. Y se acabó. Él se va a enterar de lo que hay en el libro blanco cuando se entere todo el mundo. Se dice que es el programa educativo del PP. ¡Pero si ellos no saben lo que voy a decir!

-Lo que sí se dice, por su propuesta del MIR educativo, es que Marina quiere mano de obra barata.

-¡Pero qué disparate! ¡Pero si es un sistema caro! Mientras están haciendo el MIR, primero, están cobrando y, segundo, tienen que tener un profesor tutor de extraordinaria formación. Esto es no entender nada. En Educación yo pondría el mismo cartel que en un quirófano: aficionados, abstenerse. La gente dice cosas absolutamente que no saben de qué estamos hablando.

-¿Cree que los españoles estamos habituados a este tipo de debates públicos sobre libros blancos?

-No. Pensar que los grupos partidarios de debatir pretendan hacer debates por Twitter es un poco de guasa. En Twitter no se puede debatir nada. Entras en lo que ya hace años definía como hiperactividad cognitiva: la necesidad de estar recibiendo informaciones breves y respondiendo informaciones breves compulsivamente. Estás en una dinámica de hiperestimulación cognitiva y sueltas los primero que se te ocurre.

-¿Qué hay que hacer con la FP? Para regiones como Asturias con tradición industrial la FP dual se pinta capital...

-Hay que invertir la salida de nuestros chicos. Ahora o se quedan en una Formación Profesional de muy poco recorrido o van la Universidad, y la Universidad se está masificando demasiado. La formación dual en Alemania o en Austria tiene mucho prestigio, pero es que es muy complicada de llevar a la realidad. Hay que saber organizarse, porque te tienes que poner en contacto con las empresas. A lo mejor hay que dar ventajas fiscales a las empresas que lo hagan, asegurarse de que lo van a hacer bien y, sobre todo, acompañado de un proceso de orientación del alumno.

-¿Echa de menos esa preocupación por la escuela que tenía, por ejemplo, la Institución Libre de Enseñanza?

-Eso se perdió. Esa especie de entusiasmo por la escuela. La emoción con la que Antonio Machado decía: "Yo tuve en clase de Primaria a Giner de los Ríos". Les parecía que impartir clase de Primaria era lo más maravilloso que podían dar. Yo creo que esa emoción la podemos recuperar.

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