La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Villaviciosa, el mar de los ictiosaurios

La "costa de los dinosaurios" también es un referente de los reptiles que dominaron los océanos jurásicos, con restos de 15 ejemplares, la mitad en el concejo maliayés

Villaviciosa, el mar de los ictiosaurios

Hubo un tiempo en el que los dinosaurios dominaron la Tierra. La tierra firme. Bajo la superficie del océano, ese cetro lo ostentaron durante 158 millones de años otros reptiles, los ictiosaurios (literalmente "lagartos pez"). El primer fósil de uno de estos animales identificado con certeza fue descubierto hacia 1810 o 1812 por Mary y Joseph Anning en el suroeste de Inglaterra. Desde entonces ha habido numerosos hallazgos en todos los continentes. Uno de los principales yacimientos ibéricos se encuentra en Asturias, en la denominada "costa de los dinosaurios", el litoral jurásico comprendido entre Gijón y Ribadesella, donde han aparecido restos de 15 ejemplares (dos de ellos aún se están excavando). Frente a la "costa de los dinosaurios" se extendía, pues, el "mar de los ictiosaurios".

Los ictiosaurios cuyos restos se han recuperado en Asturias vivieron hace unos 190 millones de años, en el período Pliensbachiense del Jurásico Inferior, del que existe un registro muy limitado en todo el mundo. Entre ellos se encuentra el ejemplar más completo de los excavados en la península Ibérica, un adulto de unos tres metros de longitud. Pertenecía al género "Leptonectes", el mismo al que se atribuyen los restos de otros dos individuos, uno juvenil y otro perinatal. El que se está excavando actualmente en la playa de Vega, en Ribadesella, corresponde, según el análisis de su dentición, a un género diferente, todavía indeterminado. El resto permanece sin clasificar. "Los fósiles de 'Leptonectes' de esta antigüedad son extremadamente escasos a nivel mundial, dado que sólo se ha descubierto un ejemplar en Suiza y dos más en el sur de Inglaterra", manifiesta José Carlos García Ramos, director del Museo del Jurásico de Asturias (Muja), cuyo equipo científico sigue el rastro de la fauna jurásica en el litoral centro-oriental asturiano.

Los ictiosaurios no son dinosaurios, conviene aclararlo (la distancia la marca la estructura del esqueleto). Tampoco lo son los plesiosaurios que compartieron con ellos los mares triásicos y jurásicos. Ni los pterosaurios, que dominaban entonces el aire. Aunque todos eran reptiles, y muchos de ellos de gran tamaño. Y todos coexistieron, al menos en parte de su historia evolutiva. Los ictiosaurios aparecieron al inicio del Triásico, hace unos 252 millones de años, y se extinguieron en el Cretácico, hace 94 millones de años; durante 151 millones de años coincidieron con los dinosaurios. De ello dejan constancia los hallazgos fosilíferos de la costa jurásica asturiana, que también guardan registro de la presencia de plesiosaurios, así como de tiburones; uno de ellos acabó, precisamente, con el ejemplar adulto de ictiosaurio excavado en la ensenada de La Conejera, en Villaviciosa. "En el mismo yacimiento se han recuperado dos dientes de tiburón y, teniendo en cuenta que el ejemplar de ictiosaurio aparece completamente desarticulado y no muestra evidencias de haber sido desplazado por las corrientes del fondo marino de la época, lo más probable es que haya sido objeto de depredación por estos peces", expone García-Ramos.

El aspecto general de los ictiosaurios evoca al de un delfín, un atún o un pez espada. Y los científicos creen que sus movimientos debían parecerse a los de éstos. Sin embargo, los más primitivos, los del Triásico, tenían una anatomía más alargada y se movían mediante ondulaciones del cuerpo al modo de las anguilas. "Sus grandes ojos sugieren que tenían muy desarrollado el sentido de la vista", precisa García-Ramos; "algunos de ellos, como el 'Temnodontosaurus', tuvieron los ojos más grandes que cualquier otro animal conocido: hasta 26 cm de diámetro". El récord actual (25 cm) lo ostenta el "Architeuthis" o calamar gigante.

Los ictiosaurios se alimentaban de moluscos, peces, otros reptiles marinos, pterosaurios y aves. Eran vivíparos, es decir que parían crías desarrolladas. Y, dado que tenían respiración aérea, debían salir a la superficie a tomar oxígeno, como los cetáceos.

Compartir el artículo

stats