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El filántropo, especie rara en España

Las donaciones representan el 2% del PIB, la mitad que en Estados Unidos, donde magnates como Gates o Zuckerberg se comprometen a aportar más de 45.000 millones de dólares a labores altruistas

Bill Gates y Amancio Ortega se codean en el pedestal de los más ricos de la Tierra. Están casi al mismo nivel, pero si se comparan en generosidad, hay un mundo de distancia. Las donaciones altruistas en vida del fundador de Microsoft están valoradas, hasta ahora, en 27.000 millones de dólares, mientras que las del dueño de Inditex apenas superan los 160. El americano aspira, a través de la filantropía, a mejorar las condiciones de vida en el planeta. El español se limita a ayudar, principalmente, a sus vecinos gallegos.

La diferencia entre el magnate de la informática y el del textil ejemplifica las distancias culturales a uno y otro lado del Atlántico. "Es de sobra conocido que la filantropía es una práctica que está mucho más extendida en Estados Unidos que en España y, en general, en Europa", apunta Marta Curto, autora del estudio "La filantropía: ¿un acto de responsabilidad?", publicado por la cátedra La Caixa de Responsabilidad Social de la Empresa.

La semana pasada, Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, anunció que donará a lo largo de su vida el 99% de sus acciones en la empresa -valoradas en estos momentos en 45.000 millones de dólares- a labores filantrópicas. Lo hizo tras sentir en sus brazos el calor de su primera hija, Max, nacida en San Francisco el Día de Acción de Gracias. Para ella desea un mundo mejor. "Tenemos que pensar en inversiones para los próximos 25, 50 y 100 años. Los grandes retos piden horizontes largos. El pensamiento a corto plazo no permite resolver lo que de verdad importa", escribió Zuckerberg, como no, en su cuenta de Facebook.

Compañeros de Zuckerberg en la cúspide de la lista "Forbes" han aplaudido su gesto y otros han fruncido el ceño. Entre los primeros, su amigo Bill Gates, que a través de la fundación que comparte con su esposa, Melinda, tiene el compromiso de destinar a labores benéficas 53.000 millones de dólares a lo largo de su vida. Entre los segundos, el magnate mexicano Carlos Slim, que reconoce el papel de las instituciones filantrópicas, pero asegura que "las fundaciones no resuelven la pobreza". Para el máximo accionista de América Móvil, la clave para combatirla es crear puestos de trabajo. "El empleo requiere de empresas que inviertan, entonces no hay que donar empresas, hay que crearlas", señaló.

Slim, que en los últimos tiempos ha puesto su punto de mira inversor en España (FCC, Realia, el Real Oviedo...), parece más próximo a la cultura empresarial ibérica, donde la filantropía suele ser la excepción. Es cierto que Amancio Ortega, a través de sus fundaciones, dona equipos médicos para hospitales gallegos, concede becas a estudiantes y colabora con entidades benéficas como Cáritas o el Banco de Alimentos, igual que otros acaudalados empresarios, como Rafael del Pino (Ferrovial), Juan Roig (Mercadona) o la familia Botín (Santander), que destinan decenas de millones a iniciativas solidarias. Pero en ningún caso alcanzan, ni de lejos, el nivel de los estadounidenses.

Hay pocos estudios que incluyan análisis comparativos de la filantropía por países. El que elabora la Johns Hopkins University de Baltimore (Estados Unidos) está considerado por los expertos como uno de los más fiables. Está confeccionado a partir de datos de 36 países de cinco continentes. España figura en la parte media de la tabla, al destinar a filantropía poco más del 2% de su producto interior bruto (PIB). Es la mitad del que se destina en Estados Unidos, que casi llega al 4% de su musculoso PIB.

Los donantes son personas o empresas. "Los que lo hacen a título individual pueden estar empujados por una motivación puramente altruista, por la cual sienten la obligación moral de hacer una contribución a la sociedad, o puede haber un deseo personal de forjarse una buena reputación o incluso la donación puede estar motivada por deducciones fiscales que, en algunos países, son considerables", apunta la economista Marta Curto, que añade que en el caso de las empresas se suman otras motivaciones, como "dar a conocer mejor su producto o servicio, afianzar la relación con sus consumidores o realzar la imagen de la compañía, ya que de este modo demuestra su preocupación no sólo por los beneficios económicos, sino también por los problemas sociales".

Si el anuncio de Zuckerberg es un verdadero acto de altruismo a largo plazo o únicamente marketing fugaz, el tiempo lo dirá. Su hija Max será testigo.

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