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La evolución, en nuestras manos

La evolución, en nuestras manos

La evolución se basa en los cambios imprevisibles que ocurren en el genoma, que se traducen en modificaciones morfológicas. Las causas de estos cambios, que se llaman mutaciones, son variadas. Las más frecuentes son las casuales, se producen cuando la célula se divide en dos. Previamente había preparado dos copias teóricamente idénticas de su ADN. Pero en ese proceso la enorme molécula que es el ADN puede sufrir errores. La mayoría, la inmensa mayoría, no tiene consecuencias. Unos pocos sí. Algunos confieren al que los alberga una ventaja sobre sus congéneres y el resto de los seres vivos que compiten por comida y cobijo. Otros los hacen más frágiles. Por ejemplo, algunas mutaciones permiten a una subpoblación aprovechar mejor el medio, quizá nuevo o quizá facilitado por ellas. Un ejemplo es la que hace que la lactasa, una proteína que rompe la lactosa de la leche y la hace digerible, siga produciéndose más allá del periodo de lactancia. Lo favorable, en la sociedad cazadora recolectora, es que cuando el individuo ya no tiene opción de beber leche no gaste energía en producir una proteína que no tendrá objeto. Pero cuando, vaya a saber cómo, se consiguió que algunos mamíferos, oveja o vacas, se criaran en cautividad empezaron a ordeñarlas, quizá al principio para completar la alimentación del lactante (se cree que uno de los motores de la disminución de la mortalidad infantil en el XIX fue la disponibilidad de leche al incrementarse la cabaña y productividad vacuna), y pronto para los adultos. Un alimento completo y potente que permitía a los que lo asimilaban enfrentarse con más éxito a las agresiones del medio. Éstos se reproducían más y se concentraban en el pastoreo, de manera que cada vez tenían más leche disponible y eran más fuertes. Pero la tolerancia a la lactosa no hace una especie. Como tampoco la hace el tener la piel más o menos clara. Son modificaciones que fácilmente se entierran cuando se recruzan individuos con y sin ellas. Cuando aparece una nueva especie, es una cuestión taxonómica, generalmente asociada a la imposibilidad de tener descendencia cruzada. Lo que aprendemos de todo esto es que si el genoma fuera muy estable nunca nos adaptaríamos a un medio cambiante, en lo físico y también en lo biológico. La vida sería de otra forma, hubiera sido imposible la evolución. Hay que tener claro que para que una mutación se transmita a la progenie tiene que ocurrir en las células germinales, en el ovario o en los espermatozoides. Las otras, las que afectan a las llamadas células somáticas, son las que pueden dar lugar, por ejemplo, al cáncer. La mayoría de las mutaciones en células somáticas también son inocuas, suelen llevar a la celular a la muerte. Unas pocas tienen éxito y producen una estirpe celular, una especie nueva, que ocupa el espacio de las otras en una competencia brutal hasta acabar con el medio donde viven, la muerte del individuo. Conocemos causas que contribuyen a varios cánceres, pero no podemos explicar el cien por ciento de ningún cáncer e ignoramos casi todo de muchos. Quizá la mayor parte de los cánceres ocurra por mutaciones casuales, errores en la reproducción de la célula. De momento, no hay forma de prevenirlos, posiblemente con el tiempo aprendamos a detectar esas células mutadas, observarlas y ayudar al cuerpo a deshacerse de ellas cuando veamos que lo vence. Eso está aún lejos.

El ser humano ha contribuido de manera consciente e inconsciente a los cambios evolutivos, modificando el medio o seleccionando individuos con determinadas características favorables. Esto último lo hacemos desde las perspectiva fenotípica, los caracteres que se ven y que tienen un componente hereditario: más alto, mayor productor de leche, más resistente a plagas, etcétera. Ahora podemos hacerlo actuando directamente sobre el genoma. Es la llamada ingeniería genética, una técnica bien conocida. Ya tenemos varias semillas modificadas en el mercado. Hay mucha polémica sobre esto. Hasta ahora no había animales en venta genéticamente modificados; se ha aprobado un salmón para el consumo. El potencial es tremendo. Más aún cuando la técnica ha diseñado sistemas para manipular el genoma que son muy simples y baratas. Pronto estará al alcance de cualquiera. También, naturalmente, se puede manipular el genoma del ser humano. Se podrán evitar enfermedades hereditarias si se logra identificar y anular el gen o genes responsables. Cambios que heredará su progenie y pasarán a formar parte del acervo genético humano. La ambición llevará a intentar diseñar seres humanos a la carta. Pero esas modificaciones genéticas que se pensaron para el capricho de alguien se difundirán en la humanidad, si esos seres se reproducen. Su responsabilidad no acaba en el embrión modificado. Éstos y otros riesgos, morales y también físicos, pues no sabemos todo sobre un gen específico y su relación con otros, han motivado a un grupo de científicos a pedir una moratoria en la edición del genoma. Veremos.

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