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MANUEL COSMEN ADELAIDA | Empresario

"No basta con hacer una empresa, lo importante es el trabajo, la constancia y formar equipos"

Propietario de la firma de camiones Encosa y dueño de tres hoteles y dos centros geriátricos, Manuel Cosmen, que durante 26 años gestionó con su hermano José el grupo Alsa, sigue pendiente, ya jubilado, de sus negocios

Arriba, Manuel Cosmen, ante el surtidor de combustible, uno de los negocios paternos en Cangas del Narcea. Abajo, de pie a la derecha, ante un autocar de la Empresa Cosmen.

Manuel Cosmen Adelaida (Cangas del Narcea, 1937), integrante de una dinastía de transportistas desde los lejanos tiempos de la arriería, desarrolló su vida profesional como empresario en los negocios familiares, en Cangas del Narcea; luego, en la compañía Alsa, a partir de los años setenta, junto a su hermano José, y posteriormente en solitario en sus propias compañías: la empresa de camiones Encosa, tres hoteles en Oviedo, Madrid y San Pedro de Alcántara que operan bajo la enseña NH y dos centros geriátricos en Colloto. Jubilado desde 2003, el día a día de los negocios lo llevan ahora dos de sus tres hijos (Gemma y Manuel), aunque sigue pasando por la empresa casi todos los días. "Yo ahora superviso y animo a los hijos", explicó Manuel Cosmen. Su tercer hijo, Antonio, tiene una empresa láctea en Brasil con otro socio. Tras toda una vida de ejecutoria y experiencia empresarial, Cosmen Adelaida, camino de los 79 años de edad, que lleva con gran jovialidad, está persuadido de que lo importante "no es sólo hacer una empresa, sino el trabajo y la constancia, formar equipos, convencer a tu gente del trabajo por el bien de todos".

Antecedentes. "Mi padre había nacido en el puerto de Leitariegos el 6 de enero de 1885 y mantuvo la tradicional dedicación familiar al transporte. Eran los tiempos de las reatas y las recuas. Con 20 años bajó a vivir a Cangas del Narcea, la capital del concejo, con una hermana, y, además del transporte, emprendió otros negocios: tuvo una vinatería, puso una tienda -que cambió dos veces de emplazamiento-, fue un gran comprador de frutos secos en la zona que luego comercializaba en Levante y exportaba a Cuba... Fue un gran negociante. Mi tío Vicente Cosmen estuvo en Buenos Aires trabajando en un matadero y mi padre lo llamó para que se hiciese cargo de la casa de Leitariegos y de la explotación agrícola y ganadera, con la que seguían dos hermanas: una, Luisa, era ciega, y la otra, viuda de guerra. Ambos contaban lo importante que era en los transportes en carro a Madrid el cuidado de los paquetes. Después de la matanza transportaban choscos, chorizos, jamones. Cuando llegó el motor de explosión, mi padre hizo la transición (esto debió de ocurrir por 1915, con 30 años) y compró un Ford T y luego un Renault de ruedas macizas, un Ford 8... Llevaba en la sangre el transporte y nos lo transmitió a los hijos. En esta época también puso un negocio de una pensión para dos de sus hermanas que aún seguían en Leitariegos y a las que llevó a Cangas. Creo que de aquí me viene también la afición por la hotelería. Mi padre debió tener la confianza de mucha gente porque, tras la guerra, en la época del racionamiento, cada comerciante aportaba la relación de sus clientes y a mi padre lo nombraron para asignar los cupos de víveres (arroz, garbanzos y otros comestibles). El sentido de los negocios nos viene también por la línea materna. Mi abuelo Fermín Adelaida era un vendedor de telas burgalés que recorría parte de Asturias comerciando".

Infancia. "Yo soy el quinto de ocho hermanos, aunque uno murió siendo muy niño. Nací en Cangas del Narcea, que es una villa a la que nunca renunciaré. Mis años de infancia y de juventud fueron de trabajo en casa, en los negocios de mis padres, pero también de ocio, ir a las fiestas y acudir a bañarnos al río, que era un motivo de diversión y también de aseo cuando en la inmediata posguerra había fuertes restricciones de agua en las casas. Mi padre no nos obligaba a echar una mano en los negocios. Entonces tenía la tienda -en la que se vendía de todo-, el negocio del transporte, el comercio de frutos secos y un surtidor de combustible de los que se manejaban a mano. Pero salía de uno mismo echar una mano y colaborar. En la tienda, con 14 o 15 años, despaché billetes para la línea de transporte entre Cangas del Narcea y Villablino y con 16 y 18 años hice de cobrador en el autocar. En las vacaciones de verano también subíamos a Leitariegos, en la época de la hierba. Se guardaba en el 'parreiro' (la tenada) para poder alimentar al ganado en invierno. En la época invernal el puerto quedaba cerrado por la nieve desde el 2 de octubre hasta abril. Yo me acuerdo de pasar en los coches de línea de mi padre en la ruta a Villablino cuando se lograba abrir un pasillo y la nieve acumulada a los dos lados superaba la altura de las ventanillas. Mi padre contaba que él llegó a ver nevar en Leitariegos todos los meses del año. Uno de los recuerdos más entrañables que tengo de Leitariegos fue cuando subí a las cuatro de la madrugada con mis hermanos Carmen y Basilio y un vecino al Pico Cueto para ver amanecer. Fue una estampa que no olvidaré jamás, con los rebecos y corzos paciendo, y el paisaje fantástico visto desde la cumbre".

Estudios y servicio militar. "Yo estudié en Cangas del Narcea y luego hice Peritaje Mercantil en León y Oviedo. Durante las vacaciones seguí ayudando en casa. Cuando estaba en Cangas te levantabas ya pensando en ello. Guardo un grato recuerdo de mi familia, de los amigos de Cangas, de cuando íbamos al río o a la presa a bañarnos... Hice el servicio militar en Sidi Ifni, en África. A los de Cangas nos sorteaban en la caja de reclutas de Pravia. En mi quinta fuimos unos trescientos o quinientos asturianos a Sidi Ifni. Luego mandaron un batallón de expedicionarios del cuartel de Simancas con más de mil asturianos. Sólo de Cangas del Narcea nos reunimos allí veinte o veinticinco. Cangas siempre fue un sitio muy solidario y yo aún conservo amigos de la mili. No sólo de Cangas, también de Somiedo, de Jaén, de Éibar, de Madrid. A uno de Jaén le mando todos los años una fabada y él me envía una garrafa de aceite. A algunos los llevé muchos años más tarde a Covadonga y al santuario de El Acebo, en Cangas del Narcea. El viaje a Sidi Ifni lo hicimos desde La Coruña en el barco 'Marqués de Comillas' y la vuelta la realizamos en el 'Ciudad de Toledo' hasta Cádiz y desde allí continuamos viaje en tren hasta Asturias. En Sidi Ifni no había muelle para atracar y los barcos tenían que fondear a quinientos o setecientos metros de la costa. Bajamos por unas escalas desde la cubierta hasta unas lanchas anfibios que habían dejado los estadounidenses en la II Guerra Mundial. Al zarpar fue igual. Volví a Asturias en junio de 1960 y me incorporé a los negocios de la familia. Mi hermano Pepe se integró entonces en Alsa y aportó las tres líneas de transporte de viajeros. Se hizo accionista de Alsa y llegó a ser el mayoritario. En casa seguíamos con la tienda y los camiones. Mi padre tuvo algún Hispano-Suiza del año 1925 que era mixto, mitad era de carga y mitad de viajeros. Yo estuve a punto de emigrar a México, donde ya estaba un primo mío, un Adelaida, que se había convertido en un industrial importante al norte del país, cerca de la frontera con Estados Unidos. Tenía árboles frutales, vacas de leche que ordeñaba de forma muy mecanizada... Pero la familia me convenció para que me quedara. Me volqué desde entonces en el negocio de los camiones. Al frente de la tienda quedó mi hermano Secundino, que era el 'moirazo' (en Cangas, el primogénito), y que, según la tradición, era el que solía quedarse en la casa. Mi padre falleció el 18 de mayo de 1962 por una embolia posoperatoria tras haber sido intervenido en el Sanatorio Getino, de Oviedo, que estaba en la esquina de las calles de Asturias y de Toreno. Yo me casé cinco años después, en 1967, en Lieres".

Alsa. "Yo me sumé a Alsa, en la que ya estaba mi hermano Pepe, en torno al año 1972. Trabajé en la empresa veintiséis años. Nunca dejé el transporte de mercancías. Lo mantuve en la reserva. Los camiones (Empresa Cosmen, S. A., Encosa) los gestionaba una persona de total confianza. En Alsa actuábamos como una empresa familiar, en la que todos hacíamos de todo, pero a mí me tocó sobre todo la parte técnica, las compras de vehículos, los talleres, organizar el mantenimiento, la formación de conductores. Entonces el mantenimiento era fundamental porque los autocares exigían una mayor atención. No es como ahora. Hoy un vehículo puede hacer 100.000 kilómetros casi sin pasar por el taller. En la empresa fue un salto muy importante cuando pasamos de los autocares Pegaso a los Mercedes. Nos ayudó a decidirnos que en la empresa de camiones yo había comprado un Mercedes en una feria de Barcelona. Aunque costó 3 millones de pesetas de la época (18.000 euros), el triple que un Pegaso de entonces, dio un rendimiento fabuloso. El mantenimiento de los autocares Pegaso era labor ardua, aunque teníamos gente fantástica en los talleres. Los Pegaso nos duraban 50.000 kilómetros y los Mercedes, 400.000. Mantuvimos los Pegaso mucho tiempo porque económicamente era inviable hacer una renovación total de la flota. En Alsa trabajé en Alicante, Murcia, Barcelona, Pamplona, Santander... Nunca tuve problemas importantes en la empresa. En la parte técnica del grupo tuve un gran equipo de personas trabajando conmigo y también conté con el asesoramiento de las marcas de autocares. Trabajé tan a gusto que no sabíamos ni las horas que le dedicábamos".

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