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Hay vida digital después de la muerte

Cada vez más asturianos transforman las cuentas en redes sociales de sus fallecidos en páginas de homenaje que alimentan día a día con fotos y comentarios que les ayudan a superar la pérdida

Hay vida digital después de la muerte

Vive en Madrid, tiene 1.099 amigos y falleció el 1 de noviembre de 2012 en el Madrid Arena. Éstos son algunos de los datos que aparecen en el perfil de Facebook de Katia Esteban, la joven con raíces gijonesas que perdió la vida en una avalancha humana, provocada por el fuego en la noche de Halloween. Desde aquella tragedia ya pasaron tres años, pero Katia sigue viva en la red. Familiares y amigos alimentan con fotos y textos su historia, ésa que ni siquiera la muerte ha podido borrar.

El caso de esta gijonesa demuestra que los difuntos ya no sólo dejan una huella física en la Tierra, sino también una huella digital. En cifras, se calcula que cada internauta comparte de media alrededor de 114 fotos al año, pasa más de veinte minutos al día enganchado al Twitter y sube hasta 196 horas de vídeo a Youtube. Pero, ¿qué sucede con toda esa información cuando uno muere? La respuesta es doble: o se pierde en el ciberespacio, o se gestiona a tiempo. Para ello, ya han nacido compañías especializadas tanto en España como en Asturias, como es el caso de la funeraria gijonesa Noega. Esta empresa hace posible desde abril la desconexión digital, es decir, cerrar las cuentas del fallecido y entregar su usuario y contraseñas a familiares y amigos. Eso, claro está, si la propia víctima no dejó reflejado en el testamento su última voluntad sobre el legado virtual. "La muerte sigue siendo un tema tabú en la región. En este sentido, yo creo que las herramientas virtuales ofrecen una gran oportunidad, que es normalizar y aceptar la defunción", opina Verónica González, directora de marketing de Jardín de Noega.

Pero en la red, morir no es siempre sinónimo de desaparecer. Desde la puesta en marcha de este servicio, Verónica González explica que cada vez es más frecuente sustituir las flores y velas en el cementerio por mensajes cariñosos en la red. "Hay gente que se da cuenta de que en la web hay fotos, música y vídeos suyos. Entonces, lo que hacen es seguir aportando más cosas, porque el recuerdo les reconforta. Nosotros animamos siempre a hacerlo, porque creemos que es positivo para superar el momento de duelo. Y aunque hay clientes que no lo ven al principio, cuando pasan unos meses, nos llaman", precisa. Lo que es todavía más sorprendente, para muchos asturianos, la vida digital empieza después de la muerte. Hacen del fallecimiento un homenaje. "Hay que tener en cuenta que la mayoría de los fallecidos son personas mayores, que no han nacido en la era digital y que, por tanto, no tienen cuentas en Internet. Pero hay familiares que, una vez que fallecen, deciden abrirles una página y contar ahí su historia", comenta Verónica González.

Es lo que hace Facebook a través de su servicio "Memoria", que transforma el perfil del usuario en un homenaje a su trayectoria. La compañía calcula que, a día de hoy, tiene más de 10 millones de perfiles abiertos de personas fallecidas. Esta realidad, que afecta de igual forma a otras plataformas digitales, ha forzado a las propias empresas a adaptarse a los nuevos tiempos y a desactivar sus cuentas después de un tiempo de inactividad.

El catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo Marino Pérez opina que alargar la vida de un ser querido en la web después de muerto puede ser positivo, aunque no hay ningún estudio que lo confirme. Pérez cree que colgar fotos o subir un comentario al muro de una red social equivale, en los tiempos actuales, a llevar una corona de flores a un cementerio. "Siempre nos preguntamos si hay vida más allá de la muerte, y pensar que ese más allá está en la red, puede resultar interesante", sostiene. No obstante, su discurso está sembrado de dudas: "Es bueno que un familiar recuerde al difunto haciendo un álbum casero de fotos. Ahora bien, dar el salto a una página es diferente, y habría que ver, dentro de diez años, cómo funciona". El psicólogo argumenta que en estos casos son las empresas, a través de la publicidad, las que crean una cierta necesidad, a la que ellos aportan una solución. Pero, añade, esa solución "puede dar luego problemas". "Se pueden generar, por ejemplo, competiciones entre los familiares para demostrar quién quiere más al fallecido".

Así que sí, hay vida después de la muerte, pero hay que comprobar si esa vida virtual trastorna a los seres vivos, de carne y hueso.

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