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Ya no hay amores que duren 50 años

La crisis, las inquietudes laborales y la idealización actual de las relaciones acaban con los matrimonios de larga duración

Covadonga y Alonso, el día de su boda.

Hay dos fotos en casa de los mierenses José Avelino Llaneza y Enedina González que lo dicen todo. Una preside el salón y es la imagen del día de su boda. La otra enmarca el apretado beso que se dieron en febrero, después de celebrar sus bodas de oro. Entre las dos imágenes han vivido cincuenta años de amor, de confidencias y algún revés. Su caso no es excepcional ahora, en plena edad dorada para las bodas de oro en Asturias. Parejas de larga duración unidas hasta un final que se hace más lejano por el incremento en la esperanza de vida. Los expertos aseguran que las relaciones con medio siglo de historias compartidas serán, a la vuelta de unas décadas, casos dignos de estudio. Los cambios sociales, como la independencia de la mujer y las inquietudes laborales, dejan en segundo plano los asuntos del corazón. También el final de las reglas, algunas escritas y otras no, que regían la vida en común: lo irrompible del matrimonio y el miedo al qué dirán. Ahora sólo hay un precepto para seguir con la pareja: que haya amor. El problema, coinciden sociólogos y psicólogos, es que muchas parejas no buscan amor. Buscan el enamoramiento. Y ese sentimiento, tan idílico y placentero, caduca muy pronto.

José Avelino Llaneza vio por primera vez a Enedina González Valdés en el baile de Santa Bárbara de Mieres, en el año 1963. "Era y es preciosa", dice él mirando a la que lleva cincuenta años siendo su mujer. A ella le costó un poco más "engancharse", porque José Avelino no acertaba con el atuendo. No le gustaba "una gabardina grande" que vestía su pretendiente, ni el diente de oro que brillaba cuando sonreía. Pero le dio una oportunidad. En su primer encuentro, tenían 19 años. Una edad que ahora parece muy temprana para iniciar la vida en pareja.

Rodolfo Gutiérrez, Catedrático de Sociología en la Universidad de Oviedo, asegura que la entrada de la mujer en el mercado laboral ha retrasado el tiempo para los amores. Cuanta más formación tiene la mujer, más se demora el "sí, quiero". La inestabilidad económica, las inquietudes laborales y los horarios del trabajo también influyen en la decisión de empezar una vida en común con la media naranja. Algo en lo que no pensó José Avelino Llaneza, allá por 1963, cuando vio a Enedina González bailar con una amiga. Aquel día sintió un "chispazo".

Esa emoción, el "chispazo" que dice José Avelino, es la reacción química que se produce en el cerebro cuando una persona se enamora. La psicóloga asturiana, sexóloga y terapeuta de pareja Nayara Malnero lo define como "un chute" de hormonas. Y son hormonas de las buenas: la serotonina, que alivia el estado del ánimo; la endorfina, que hace feliz a cualquiera, y la oxitocina, denominada "la hormona del amor" porque está asociada al establecimiento de vínculos afectivos. Las "mariposas en el estómago" existen, no son un reclamo publicitario. Esa sensación, que contrae los músculos del vientre, está asociada a la segregación de adrenalina. Y esta neurona es la encargada de avisar al cuerpo de que está alerta. Es la misma sensación que se siente en un momento de nerviosismo, pero en el caso del enamoramiento se interpreta de forma positiva.

Distinguir el enamoramiento del amor es un requisito indispensable para que la vida en pareja sea sana y duradera. "Lo primero es química pura y dura", afirma, sin dudar, Malnero. El enamoramiento es una reacción, placentera, eso sí, que no puede durar mucho tiempo porque quemaría el organismo. Se produce únicamente cuando alguien ve o piensa en su media naranja, como una droga que sólo tiene efectos secundarios si se produce una ruptura. Los biólogos ponen la fecha de caducidad para el enamoramiento, como muy tarde, dos años después de que se produzca el flechazo. El amor, que se construye en base a un enamoramiento o a la experiencia compartida, sí puede ser eterno.

Los hay que desafían a la química. José Avelino Llaneza y Enedina González dicen que siguen tan enamorados como el primer día. Que aún bailan alguna tarde como bailaron aquel 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, en la plaza que ahora ocupa el edificio Capitol de Mieres. Que las piernas aún les tiemblan como cuando ella entró en la iglesia de Palomar (Ribera de Arriba) un 31 de julio de 1965. "¿Cómo no voy a estar enamorada de esta cosa tan guapa que tengo?", dice Enedina cuando aprieta la mano de José Avelino. Y él asiente, con un poco de sonrojo. La pedida de mano de la pareja fue peculiar. Primero se declaró él, de rodillas y "como lo hace un paisano". Llevaban seis meses de relación y la respuesta de Enedina González dejó la boda en punto muerto: "Espera un poco, guapín". Dieciocho meses después de su primer encuentro, tras muchas piezas de baile entre Mieres y Soto de Ribera, ella tomó la iniciativa. El "sí" llegó en el acto.

El inicio de la convivencia fue difícil. La pareja tuvo que ir a vivir a una casa de pueblo, lejos del casco urbano de Mieres y sin baño. "Yo no sabía cómo llevar la casa, fue un cambio muy grande", reconoce González. Él trabajaba en Minas Llamas y ella fue aprendiendo todo lo que tenía que saber sobre la vida en la cuenca minera. Lo que más le gustaba era hacer las compras en el economato. La situación del sector era inestable y se sucedían las huelgas. Los ingresos en casa eran muy pocos.

Un comienzo nada idílico que no pudo con ellos. A pesar de que la convivencia, asegura Malnero, es totalmente incompatible con el enamoramiento y una prueba de fuego para el amor. Según la psicóloga, "cuando ves los trapos sucios de la otra persona a diario, esa reacción química del enamoramiento ya no se produce. Ya no es posible idealizar". Rodolfo Gutiérrez afirma que la búsqueda del enamoramiento es la principal razón para la fragilidad de las parejas. Todas las relaciones amorosas, desde su opinión fundada, son ahora más inestables. Pero los divorcios y las separaciones se concentran en el ciclo medio de la relación: entre cinco y quince años después de empezar la convivencia.

Cuando Enedina González y José Avelino Llaneza cumplieron su primer lustro de casados estaban muy atareados. Tenían una hija de cuatro años, Begoña, y otra a punto de nacer. La llamaron Pilar. Cuatro años después, en el noveno aniversario de su boda, nació Alberto. Suerte que llegó el varón, porque, de lo contrario, José Avelino hubiera ido a por él. Se interrumpen uno al otro para explicar todo lo bueno de esos años. Según Enedina González, "la vida no se complica cuando vienen los niños. Lo imprescindible es saber guardar un tiempo único para la pareja". Ellos se mantuvieron siempre fieles a la idea. En los paseos por la orilla de la playa mientras los niños jugaban en la arena, en la charla de sofá cuando los pequeños ya dormían. Dice ella que su marido es lo primero. "No entiendo a las mujeres que dicen que no sabían lo que era el amor hasta que vieron a sus hijos; lo primero, tu pareja, porque es quien estará contigo siempre", añade. José Avelino recoge con gusto el halago, pero matiza que toda la familia es una piña. Las dos hijas y el hijo. Los dos yernos y la nuera. También el único nieto que tienen, hijo de Begoña. Todos los domingos comen juntos: "Es imprescindible buscar apoyo en casa, saber que no estás solo y que no haya secretos nunca", dice él.

La importancia que tiene la familia para José Avelino y Enedina no es excepcional. Explica Rodolfo Gutiérrez que la búsqueda del enamoramiento perpetuo choca frontalmente con otra tendencia social al alza: "Precisamente por la fragilidad que tienen las relaciones, se ha idealizado la idea de una vida en familia". Es por eso que muchos deciden volver a probar suerte con otro amor. Las familias se rompen y se recomponen en otra casa. Así se produce el fenómeno de las "familias reunificadas", que son los núcleos formados entre miembros de familias anteriores. El sociólogo destaca que las relaciones familiares se vuelven entonces "más complejas", pero todo tiene arreglo si manda el corazón.

Amor, mucho amor. Ésa fue la principal herramienta de la que echaron mano José Avelino y Enedina para criar a sus hijos. Quizás por eso, las dos mujeres están a punto de cumplir las bodas de plata y el chico acaba de casarse tras un largo noviazgo. Cuando les piden consejo, ellos siempre dicen que lo esencial es que el respeto abunde y que los enfados sanen pronto. "No hemos estado enfadados un día entero en nuestra vida", sentencia él. También compartir aficiones, como las actividades que disfrutan juntos en el centro social de personas mayores de Mieres, y tener siempre ganas de trabajar por una vida en común.

Una mínima duda antes de romper puede ser razón suficiente para volver a intentarlo. Lo ve todos los días Nayara Malnero, una terapeuta que es Cupido "in extremis". Su clínica es una uci para el amor. Las posibilidades de salvar las heridas del corazón crecen si se comprometen los dos miembros de la pareja. Ella dice que seguir los consejos de padres y abuelos no es fácil en el contexto actual: con mujeres independientes, inquietudes laborales y poco tiempo para el cariño. Pero hay otras pautas. La primera, no fiarse del amor que vende Disney, ni de los enamoramientos eternos de Hollywood, ni de la pasión incombustible de "50 Sombras de Grey". La película siempre termina con un beso. Pero es entonces cuando empieza el "peliculón".

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