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Afrontar la ansiedad, tomar la riendas de la vida

"Ante las dificultades, no debemos fiarlo todo a los fármacos, anulando esa capacidad innata que tenemos para madurar y fortalecernos", subraya el doctor Juan Navarro

Los psiquiatras asturianos aseguran que una porción relevante de los pacientes a los que han atendido en los últimos años no sufren trastornos mentales, sino los efectos derivados de problemas de la vida diaria. Según la Sociedad Asturiana de Psiquiatría, este tipo de situaciones pueden y deben ser atendidas por el médico de familia. Juan Navarro Campoamor, médico del centro de salud de Navia y escritor, plantea en estas líneas la primera parte (la segunda será publicada el próximo domingo) de una estrategia contra la ansiedad, uno de los cuadros clínicos que más consultas genera y más consumo de fármacos provoca. La propuesta del doctor Navarro, fundamentada en su experiencia cotidiana, incluye el empleo de medicamentos ante una crisis intensa. Pero, sobre todo, apuesta por nuevos modos de afrontar la adversidad en los que el afectado trata de tomar las riendas de su propia vida y de explotar al máximo sus propios recursos. Un buen propósito para el año que comienza.

Todo pasa

No debemos fiarlo todo a los fármacos, obviando y anulando esa capacidad innata que tenemos para madurar y fortalecernos. No podemos introducirnos innecesariamente en una senda en la que los fármacos (drogas) sean los que marquen el rumbo y los tiempos, convirtiéndose en nuestro gobierno. Los problemas generan desasosiego mientras no los aceptamos y no tomemos la iniciativa para superarlos. Una vez que hemos pasado por esta fase inestable en la que la tierra parece abrirse en un pozo oscuro y en la que nos sentimos desamparados, tras llorar y desahogarnos, viene otra fase en la que tendremos que decidir si nos dejamos llevar por las circunstancias o tomamos las riendas aunque resulte incómodo o doloroso.

Adversidad y reconstrucción

No podemos convertir una adversidad en una condena sin fin. Los problemas vienen y muchas veces somos los responsables de que se queden. Tenemos que permitir que se comporten como las nubes: llegan amenazantes, descargan la tormenta y siguen su camino. Si te apegas a ellos, te convertirás en su esclavo. Pero en ocasiones su presencia es inevitable. Aprende entonces a convivir con ellos y sácales todo el partido que puedas: reconstrúyete. No hay alternativa si no quieres hundirte.

Confianza, perseverancia, paciencia

La confianza, la perseverancia y la paciencia son los peajes que tenemos que pagar para salvar las dificultades. Tómalas como una experiencia obligada que provoca cambios. La situación no será igual que antes: se te abre la posibilidad de madurar, de fortalecerte y de cumplir ante la vida. Sólo es posible si se asumen los problemas -y por supuesto, las novedades que provocan-, se emprende la mejor solución y no se buscan culpables (eso pertenece al pasado): perdónate, o perdona, para liberarte de esa carga. Se buscan personas responsables, capaces de salir adelante, no culpables que entorpezcan nuestro avance. El empeño por retroceder o la venganza hacia algo concreto o hacia la vida en general es el mayor freno que existe. Busca su contrario, la realización, mejorándote para satisfacción tuya y de los tuyos.

Ante el agobio?

Cuando el agobio comienza a crecer, hay que buscar actividad; una actividad sencilla de hacer y que sea algo repetitiva para que, al ejecutarla una y otra vez, la insistencia termine por disolver la angustia. La pasividad alimenta la mente cuando se encuentra en una espiral negativa: es cómplice de tu dolor, instiga en tu contra. Ante un contratiempo, una persona pasiva se vende a sus verdugos, se deja derrotar. Distinto es, como parte de la estrategia, esperar a que llegue el momento adecuado; en este caso, la inactividad forma parte de la iniciativa. Algo más adelante, cuando estés más sereno, y si tu problema tiene solución, dirige tu actividad hacia este cometido: aprieta los dientes e insiste por lo menos durante seis semanas. Pasado este tiempo, habrás creado en ti un nuevo hábito, una necesidad que por sí misma te continuará empujando hacia tu objetivo.

Y ante una crisis...

Cuando la situación sea desbordante y no controles la angustia que provoca, puedes hacer dos cosas. A) Coger una bolsa de plástico, colocarla alrededor de la boca y respirar en su interior a un ritmo lento (imita a las olas rompiendo un día de mar en calma). B) Si no es suficiente y seguimos tratamiento con algún ansiolítico (Lorazepam, Alprazolam...), colocar medio (si tu peso es menor de 60 kilos) o un comprimido (si pesas más de 60 kilos) bajo la lengua, procurando no hablar ni, por supuesto, beber o comer. Si tras 15 minutos no controlas la ansiedad, vuelves a repetir. Si con tres intentos sigues sin lograrlo, acude a urgencias. Posteriormente, informa a tu médico.

Respiración relajante, natural

Una correcta respiración es fuente de paz. Todo se inicia en el abdomen: es el diafragma el que marca el ritmo e intensidad. Lo hinchamos con lentitud; una vez cubierta su capacidad sin forzar, pasamos a completar la inspiración con el tórax, para finalizar dando un leve empujón con el cuello (prolongado hasta la nariz). Llegamos al primer intervalo entre movimientos en el que, si tomamos conciencia de su vacío (párate de cinco a siete segundos), comenzaremos a diluir la tensión mental. De hecho, durante este alto podemos con facilidad dejar de pensar: dejar de tronar. Tras él arranca la espiración, que debe ser lenta (unos ocho segundos; el doble que la inspiración) y seguir el orden inverso: cuello, tórax y abdomen. A su final llega un nuevo intervalo con el que reforzar la tranquilidad que vamos ganando durante las sucesivas entradas y salidas del aire. Claves: por una parte, repara en que la lentitud de los movimientos llega a contagiarte; por otra, recréate en las paradas entre movimientos respiratorios, en el silencio que provocan en la mente.

La paciencia, el mejor cultivo

Paso a paso. Ojo con pretender solucionarlo todo de golpe. Cuando sientas la tentación de hacer un gran cambio, recuerda el dicho: "En tiempo de tempestades, no hagas mudanzas". Las decisiones importantes han de ser tomadas con serenidad y amplitud de miras. Con paciencia, los problemas no duelen ni duran tanto como cuando queremos corregirlos al momento y no es posible. Todo madura a su debido tiempo: la fruta es más dulce cuando se sabe esperar.

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