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Los incendios, apagados a la francesa

El país galo logra acabar en los Pirineos con los daños y muertes por fuegos descontrolados gracias a un sistema de "comités de quema" en el que participan los ganaderos de la zona

Los incendios, apagados a la francesa

Un proverbio finlandés dice que el fuego puede ser un buen criado o un mal amo. Si el hombre controla el fuego, le servirá muy bien. Pero si el fuego manda, las consecuencias serán devastadoras.

Los habitantes del departamento francés de los Pirineos Atlánticos descubrieron hace una década, y de la manera más cruda, que el fuego podía convertirse en amo y señor no sólo de sus montes, también de sus vidas. En el año 2000, en el valle de Baïgorry, a ocho kilómetros de la frontera española, fallecieron cinco turistas que habían llegado de Bayona para conocer la zona. "Era más o menos por febrero, después del hielo, cuando comienzan las quemas de los pastores para lograr buena hierba y para limpiar el monte allí donde no llegan las máquinas", explica Jean-Luc Boucheron, responsable de la escuela de pastores de Francia. "Estaba seco y había viento. Los cinco murieron asfixiados por el humo", lamenta. Esa pérdida humana, unida a que dos años después las llamas arrasaron 5.000 hectáreas de bosque, también a consecuencia de fuegos "pastorales" que se desmadraron, desató una pequeña revolución social en esta comarca y provocó un cambio normativo.

Apagando desde la raíz

Los franceses bajaron a la raíz del problema de los incendios: era imposible acabar con el uso del fuego en una comarca ganadera, con los montes llenos de ovejas pastando, así que había que articular un nuevo sistema de control de las quemas, más ágil y cercano, que garantizase que el fuego nunca se enseñorease. Así nacieron los llamados "comités de quema", encabezados por el alcalde de cada municipio y con participación directa de los ganaderos. A día de hoy, aunque aún hay gente "alucinada con el fuego", como indica Pierre Casabon, alcalde de la comuna pirenaica de Arette, prácticamente se han terminado los incendios provocados en esa zona de Francia. Y, desde luego, el riesgo de ver correr las llamas desbocadas se ha reducido muy considerablemente.

Asturias puede haber llegado a la misma encrucijada con la que se toparon hace ya tres lustros los franceses de la vertiente norte de los Pirineos. El Principado ha vivido en las dos últimas semanas una extraordinaria oleada de incendios, remate de un diciembre seco y ventoso. Un piloto de helicóptero murió durante las labores de extinción y, además de los centenares de focos que se registraron por toda la región, se produjo el que, a falta de mediciones definitivas, será el mayor de los grandes incendios de las últimas dos décadas: en El Franco, donde ardieron unas 2.200 hectáreas. Además se vieron amenazadas seriamente zonas urbanas de la costa occidental (La Caridad) y hasta del centro de Asturias (La Fresneda), algo que hasta la fecha no se había visto.

Desactivar la bomba forestal

La estadística de incendios forestales de las dos últimas décadas en Asturias indica que la mayoría de los fuegos son provocados y que el objetivo principal es la regeneración de pastos. Otra cosa es que el fuego, en condiciones climáticas favorables para su expansión (viento sur y altas temperaturas), decida convertirse en amo de todas las cosas. No son pocos los expertos que inciden en que hay dos razones profundas que convierten el fuego en señor de la Asturias rural, esa que ocupa nada menos que el 80% del territorio regional. La primera causa es el despoblamiento: ya no hay manos que limpien un monte cada vez más sucio y cargado de combustible vegetal ni ojos que vigilen el nacimiento de la primera llama. La segunda clave está en buscar una solución a las quemas que disuada a quienes prenden sin control alguno. Porque el fuego es una herramienta campesina más y siempre ha tenido una presencia histórica sobre el territorio del Principado. En cierta medida, el paisaje asturiano está moldeado con fuego. ¿Qué se puede aprender echando un vistazo al modelo francés?

"En estos diez años la situación sin duda ha ido a mejor. Tenemos menos incendios y también un paisaje más limpio", subraya Pierre Casabon, alcalde de Arette, uno de los dirigentes de la comarca que ahora tiene la potestad de autorizar quemas en su municipio. "El uso del fuego es necesario. Cada campesino se ocupa de su rincón. No podemos tener un país completamente salvaje. Necesitamos trabajar el monte. No sólo por nosotros. También por el turismo. Si el monte está sucio, cualquiera que tire una colilla puede provocar un incendio".

Los "comités de quema" en el Pirineo francés están dando excelentes buenos resultados en una comarca donde hay 165.000 hectáreas de pastizales de verano, que es tanto como decir el 20 por ciento de la superficie del departamento de los Pirineos Atlánticos. Es una zona ganadera especializada en ovino lechero, con 2.700 explotaciones de montaña de las cuales 2.500 son trashumantes. Hay una cabaña compuesta por 325.000 ovejas, de las razas locales latxa de cabeza negra y vascobearnesa. También pastan allí 32.500 vacas rubias de Aquitania, 7.700 caballos y 1.800 cabras.

Al igual que en Asturias, la práctica del fuego para abrir pastizales está muy presente en los Pirineos franceses. Cada año se producen entre 1.300 y 1.500 fuegos autorizados para mejorar el pasto en una superficie que oscila entre 16.000 y 20.000 hectáreas. Es una práctica desarrollada por los propios ganaderos, dada la falta mano de obra en estos sectores de montaña. Pero, con los "comités de quema", es una práctica legalizada y extremadamente controlada.

Decide el Alcalde

Inicialmente, el sistema para permitir las quemas estaba muy centralizado en la Prefectura del departamento. Este método ocasionaba una gran desconfianza en los ganaderos de la zona y generaba muchos fuegos incontrolados, con consecuencias devastadoras. Tras las cinco muertes de turistas del año 2000 y los importantes daños forestales de 2002, se desarrolló un "esquema departamental concertado", en el que se daba entrada a los ganaderos para que se corresponsabilizaran de cada quema. La autorización de los incendios para limpiar y abrir pasto correspondería, en adelante, al alcalde de cada municipio. Éste cuenta con el asesoramiento del comité de quema, que está formado por los ganaderos, por responsables de Bomberos, de la Oficina Nacional Forestal, del Parque Nacional? Las comisiones o comités de quema tienen que velar por que el incendio esté organizado para que se desarrolle en condiciones óptimas y debe actuar como "interlocutor principal" entre los ganaderos y pastores y la Administración. El comité también es el encargado de hacer el informe sobre cada autorización para que el Alcalde pueda aprobar o denegar la quema.

Tal y como indica Michel Castan, concejal de Desarrollo del municipio pirenaico francés de Tardets, una vez que los ganaderos hacen su solicitud de quema y reciben la autorización, tienen efectuar las quemas en grupos mínimos de cuatro personas, que deben identificarse previamente, cada uno con sus nombres y apellidos. Las quemas siempre se hacen a primera hora de la mañana. Nunca prenden más allá del mediodía y siempre se apagan antes de las cuatro de la tarde. Nunca se deja que llegue la noche y la llama siga viva, cuando más puede descontrolarse. Si no han terminado el primer día, vuelven al siguiente. Además, aunque tengan la autorización, el mismo día de comenzar la quema los ganaderos han de comunicar a la Policía, al Alcalde y a los Bomberos que inician el fuego y han de recibir una autorización final. Si hay un mínimo riesgo por viento, se aborta el permiso. Además, se colocan avisos públicos por toda la zona para advertir a la población que se efectúa la quema esa jornada. En una comarca que cada día tiene más presencia de turistas en sus montes, nadie quiere que se repita la tragedia del año 2000.

Fin al fuego descontrolado

Stéphane Gipoluoux, de la Dirección Departamental de los Pirineos Atlánticos, indica en un análisis sobre este sistema que, entre 2000 y 2007, la Administración francesa hizo un importante esfuerzo de animación entre los pastores de los Pirineos para poner en marcha todas estas comisiones, así como para invertir en equipos de quema. El coste total de poner en marcha este nuevo sistema fue de 40.000 euros anuales. Al mismo tiempo, también se articuló un sistema de alarma ante posibles incendios, que integraba un dispositivo de vigilancia de Météofrance y de los servicios antiincendios de la Administración, pero también establecía una red por valles de corresponsales ganaderos y forestales que daban la voz de alarma ante posibles focos.

Gipouloux subraya que en los últimos años se ha constatado en todo el departamento de los Pirineos franceses una afiliación creciente a este nuevo dispositivo de quemas concertado con la población local. En 2002 se expidieron 600 autorizaciones anuales, mientras que hoy en día hay 1.500 autorizaciones de quemas al año. "Ése es nuestro indicador de confianza", añade. Inicialmente, los incendios autorizados (y extremadamente controlados) abarcaban 5.000 hectáreas, mientras que en la actualidad se queman ordenadamente 16.000 hectáreas. Casi han desaparecido los incendios incontrolados.

En la evaluación del programa, añade Gipoulux, también se constata que hay una mejora significativa de las condiciones de seguridad de las personas y los bienes, así como una "responsabilización" de las comunidades locales y de los ganaderos. En este punto incide especialmente Pierre Casabon, alcalde de Arette. "Ahora la gente habla", sentencia. Es decir: una mayoría se ha implicado en el nuevo sistema y cuando alguien prende por su cuenta, sin atenerse a la norma, son sus propios vecinos quienes ponen los hechos en conocimiento de la Administración. No quieren verse implicados en la sanciones o daños que genere un incendio sin control.

"En los Pirineos franceses han decidido poner el fuego a su servicio, de criado. Pastorean el fuego", concluye el asturiano Jaime Izquierdo, experto en desarrollo rural. "El problema es que aquí, en España y en Asturias, hemos condenado al fuego. Pero en pequeñas dosis no es un problema. Cuando sí es un problema es cuando se producen grandes incendios que acaban erosionando el terreno. En Francia, cuando estudiaron qué hacer, trataron de hacerlo como lo hacían sus antepasados, cuyas prácticas no eran perjudiciales, al contrario. Porque ellos saben bien que su cultura es paisana. Desde la Ilustración. Diderot era hijo de un ferreiro que hacía navajas y uno de los primeros artículos de la 'Enciclopedia' fue para describir qué saben hacer los paisanos. En lo referente al fuego, en España no hemos entrado en Europa. Nosotros seguimos teniendo la cultura del fuego del tardofranquismo".

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