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Arquitectura personal 1

Pátina de sorna sobre calamidad y mérito

-José Suárez Fernández, ¿por qué "Pilu"?

-Tengo una hermana gemela que se llama Pili y nos llamaban "los pilinos". También soy Pepín. Nací en 1937, en Repipe, el último pueblo de Turón, y me bautizaron en Figaredo porque estaba más cerca. A los 3 años fuimos a Entrepuentes (Soto de Ribera). Recuerdo arbolones, el mercado de los miércoles y que mi hermana y yo andábamos en mandilón. Mi hermano Alejandro es ocho años menor. Nos telefoneamos y eso, pero nunca fuimos de besuqueo. Me horrorizaban los besos de les tíes que silbaban en la oreja.

-¿A qué se dedicaba su padre?

-José Suárez López era un zapatero severo y riguroso en casa y en el taller, donde llegó a tener ocho oficiales. Luego vinieron las convulsiones políticas.

-¿A qué se refiere?

-Mi padre había estado con los republicanos en el castillo de Las Caldas. No pegó tiros. Se dedicó al cuero, los correajes y el calzado. Su padre había sido alcalde de Turón y lo mataron los falangistas. A su cuñado, Desiderio, también. Mi abuela Encarna murió de pena al mes y medio. Se dejó morir. Eran los padrinos que no conocí. Después de la guerra a mi padre le buscaron las cosquillas y lo acabaron matando en 1946, como a un conejo, en El Caleyo, debajo de la estación de La Manjoya, cuando estaba lavándose los pies en el río Gafo.

-Nueve años después de la guerra.

-Calzaba al "maquis", a los socialistas y a los comunistas. Era abierto a la izquierda. No fue de iglesia, tampoco nos quitó de ir. Recuerdo la radio enorme y a mi madre bajando jarras de café de noche para gente rara.

-¿Quiénes lo pillaron?

-Somatenes falangistas y el capitán de la Guardia Civil, Padilla, que le cortó el pelo a mi madre, y eso lo vi yo, acojonado, desde una esquina. Recuerdo a mi madre con boina.

-O sea que hubo una larga persecución.

-Desde la Navidad de 1945 hasta que lo mataron el 16 de julio de 1946. Mi padre escapaba. Lo recuerdo entrando por la claraboya de la buhardilla con barbona y comida. Vivíamos como cercados. Nos seguían a los guajes. Una vez íbamos mi hermana y yo a la Vegalencia, a casa de gente de confianza, a por comida y nos pararon tres guardias civiles. Uno de ellos, que tenía gafas de culo de vaso, nos echó el pan al río, rompió los huevos y tiró la harina y la leche al suelo. Salió el señor Severo, juez de paz, y les dijo que aquello no tenía nombre. Severo tenía tienda y por la noche nos mandó al nieto con una bolsa de comida. Un día los guardias civiles llegaron a casa todo formalidad...

-¿Qué pasó?

-Traían los zapatos y la cartera de mi padre y el informe de que había aparecido muerto. Dijeron que se suicidó. Yo lo vi en el depósito de Turón y tenía una tiro en la cabeza pero vi su camisa y estaba acribillado.

-Usted tenía 9 años. ¿Qué hicieron luego?

-Mi madre era guarnicionera y quedó al frente de la zapatería con un oficial de confianza, que no lo fue. Se quedó con la zapatería y echó a mi madre, con tres hijos y una mano delante y otra detrás. Fuimos a refugiarnos a casa de los padres de mi madre.

-¿Su madre también era de izquierdas?

-Mi madre, Matilde Fernández Fernández, qué sabía. Tenía muy poca preparación. Fue una víctima. Había tenido una hija, una hermana mayor mía que no me acuerdo cómo se llamaba. La niña fue a acariciar un perro que cuidaba el ganado y que le dio un bocado y le levantó la tapa de los sesos. Como no había medios en la zona, la llevaron al hospital a Oviedo y allí murió de tifus. Era la Guerra Civil. Mi madre, sola, se refugió en casa de parientes de mi padre y salió del cerco por la capilla del Cristo, un día de lluvia, con un pañuelo amarrado al paraguas, maizal adelante y gritando: "Camaradas, no tiréis. Vengo preguntando por Pepe el Zapateru". Fue para Les Caldes, y me da que fue cuando nos engendró, después de tanto sin verse.

-¿Cómo era usted?

-Tenía afición a los libros y a mi familia no les gustaba. Eran analfabetos y tenían miedo a los libros porque, en los registros, Gorki o Gogol te condenaban. Qué tiempos. Temo que volvamos a ellos: hay violencia, insultos.

-¿Estudió?

-Empecé en el colegio de La Salle, que enseñaban muy bien. Lo dejé por otro del Auxilio Social, el Pedro Menéndez de Avilés, y mi hermana fue al de Colombres.

-¿Por qué?

-Hulleras de Turón, la empresa donde trabajaba mi abuelo, pagaba los colegios. Mi abuelo Feliciano Fernández Miranda era maestro caminero y ponía las vías, haciendo curvas y peraltes sin saber de números.

-¿Cómo fue el colegio?

-Allí el hambre no perdonaba. Frío, castigo, José Antonio Primo de Rivera y Franco, Franco, Franco... y, por lo bajo, "menos cuento y más pan blanco". En mayo cantábamos "Venid y vamos todos". Yo entendía "En bici vamos todos" y me preguntaba dónde estaban las bicicletas.

-¿Qué guaje era usted?

-Muy inquieto, imaginativo, a veces tímido porque me costaba trabajo abrirme... La enseñanza era a base de castigos. Ahora lo echo de menos para los chavales, no aquellas palizas sádicas pero algún cachete... Las maestras eran atroces, como monjas resentidas que no se vieron realizadas. Había una bizca, Milagros, que te cogía el calzoncillo manchado y te lo metía en la boca, y si te meabas en la cama, igual.

-Tenía 9 años. Le habían acosado, vio a su madre rapada, a su padre acribillado. ¿Cómo recuerda estar interno ?

-Un día nos llevaron al cine Florida y vi una película en la que trabajaba Victor Mature... era un guerrillero con gorra, pañoleta y barba de días y yo veía a mi padre en él. Y soñaba con él. (La película es "Brumas de traición").

-¿Hubo momentos buenos?

-Llegué al hogar el 7 de enero de 1947 y la señorita Paz, directora, me preguntó qué me habían puesto los Reyes. Vi escopetas con corchu, mecanos, ajedrez, mesa de ping-pong. Yo saqué una medalla de plata con un Niño Jesús y empezó a llamarme Jesús Espíritu.

-¿Qué aprendió allí?

-Angelín Bomba, que tenía una pierna destrozada, y Antonín el Meón no jugaban, dibujaban, copiaban de tebeos como "El Guerrero del Antifaz", "Hazañas Bélicas", que tenía unas plumillas fantásticas... Y yo con ellos. Luego nos llevaron al colegio de Mieres, donde conocí a Luis Sánchez Polack, "Tip", que era genial y dibujaba películas a toda velocidad con muñequinos, rodeado por todos. Ahí aproveché la proximidad, salté una valla como que iba a buscar un balón, cogí un mercancías hasta Figaredo y subí andando hasta Turón con unas paperas tremendas. Era mi segunda fuga y ya no volví al Auxilio Social, sino con los frailes.

-¿Qué tal el regreso?

-Entré en tercer grado y gané el concurso de dibujo con un Franco a caballo en tinta china que ya quisiera él haber sido tan buen mozu como lo pinté. Me incitó a la pintura Arturo Baquero, hermano de Manolito, (librero de Turón y corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA) que estaba pintando una Santina en el colegio de La Salle de Turón y me quedé a verlo sin volver a clase. El hermano Pablo fue a buscarme y Arturo dijo: "Al chiquillo le gusta esto". El hermano Tomás, el director, me consiguió, a través de la empresa, un curso de dibujo por correspondencia de la academia ABC, plaza Callao n.º 9. Ahí entré en contacto con la acuarela y la tinta china. Años después, Paulino Vicente, que me examinó para ir a Madrid, me dijo: "Pepe, dame un buen dibujo y coloréalo con mierda, que siempre es un buen dibujo". Dejé el colegio a los 12 años porque se jubiló mi abuelo y quedó tan poca paga que marché de criado a El Escamplero, a cuidar ganado.

-¿Cuánto tiempo?

-No aguanté el año. El paisano trabajaba de caminero y era tratante. En una feria de la Ascensión salimos a las 4 de la mañana, yo con dos xatos. Dejamos el burro en la Fuente la Plata y anduvimos hasta el mercado del matadero. Yo iba hecho un adefesio, con unos zapatinos de goma sin calcetos, un pantalón... Vi a un señor de mandilón gris, Ignacio Montes, amigos de su padre y padrino de mi hermano. Le tiré de la saya y él, que estaba terciando una vaca, me dijo "No tengo nada, nenín". "¿No me conoz? Soy Pilín". Y me eché a llorar. Fue a buscar al tío y casi le casca. Me llevó pa su casa. (Se emociona).

-Cambió su vida.

-El día que llegué me pusieron un plato de patates frites con dos chorizos... un manjar. Yo estaba cansado de boroña con aquellos miserables. Me llevó a casa de una hermana, casada con el jefe de la estación del Vasco en Oviedo, que tenían dos hijos y casería. Fueron padres para mí. Ordeñaba, iba a recados y me mandaban a la escuela dos días a la semana. Pero a los 14 años vino mi madre a buscarme para ir a trabajar en la mina, de pinche, a llevar comida.

-Y volvió a casa.

-Ganaba 700 pesetas de 1952, el año que salió el aceite a venta libre y mi abuelo decía "Rediós, ahora ya puede uno fartase de patates frites". Dejé de estudiar pero dibujaba siempre, una vaca acostada, la mula, unes gallines en papel Guarro de la librería de Braulio Tirador.

-¿Usted ya andaba en bicicleta?

-Había aprendido en bicis de alquiler pero compré la primera en 1954, por 800 pesetas que gané robando chatarra. En Turón era vecino de Rafael López Amat, hijo de andaluza y valenciano, que trabajaba de encendedor en La Vía Ancha y corría vueltas en Valencia y Andalucía. Lo veía subir y bajar el valle y flipaba. Había otro, Ernesto Mortera, "El Negro", elegante, que estudiaba Medicina en Valladolid y corría mucho hasta que lo cogió el padre y le dijo "O bici o medicina". Marchaba detrás de ellos hasta que quedaba tirado. Empecé a los 14 años.

-¿Cuándo notó que era buen ciclista?

-Cuando me ponía a subir y no me costaba trabajo y veía a otros, mayores que yo, echando el bofe. Luego en llano me pegaban una pulida de miedo. Para entonces no había carreteras, eran caleyas y entrenaba así.

-¿Cómo se ganaba dinero?

-Poniendo la mano. Ibas a Astorga o a Benavente y corrías para el nativo. Con lo que acordabas con él, asegurabas la pensión y el dorsal. Lo ayudabas en la carrera y, si se afogaba, ganabas tú y ponía la mano él. Cuando venían ellos a Mieres no querían saber nada contigo.

-¿Por qué?

-Porque ellos traían equipo.

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